💋Capítulo 31. No lo reniegues

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158 años atrás

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158 años atrás...

Viktor se sumergía en la suave melodía de un violín que llenaba sus oídos, envolvía su mente y apaciguaba cada nervio de su cuerpo. Era la sensación más serena que experimentaba desde que su padre lo expulsó de casa y emigró desde Rusia hasta Inglaterra. Aprendió con facilidad el idioma, se estableció en un pueblo cercano a la capital, encontró empleo como ayudante en una cosecha y, con los escasos ahorros que había acumulado, adquirió un boleto para la sinfónica en un pequeño teatro de Londres. Cada moneda invertida valió la pena, ya que el muchacho que la ejecutaba parecía inmerso en su propio sonido y el resultado era exquisito.

El joven en el escenario debía tener una edad similar a la de Viktor, pero la diferencia entre ellos era notable; aquel violinista había descubierto su talento y lo había cultivado con éxito, algo que Viktor, a pesar de estar cerca de sus veinticinco años, aún no lograba identificar en sí mismo.

Cautivado por el sonido del violín y aprovechando la escasa afluencia en el teatro, Viktor avanzó desde los asientos traseros hacia las primeras filas para observar más de cerca al músico. Admiró su cabello castaño y sus intensos ojos verdes, que se abrían y cerraban al ritmo de la música. En un instante fugaz, cuando sus miradas se cruzaron, Viktor sintió una conexión profunda. Aunque breve, ese intercambio fue suficiente para sentir un alma viva y latente dentro del violinista. La confirmación de su vitalidad llegó cuando concluyó su pieza, hizo una reverencia con una radiante sonrisa y fue recibido por una ola de aplausos.

Tras bajar del escenario, y aunque el acto principal apenas estaba por comenzar, Viktor se sintió incapaz de permanecer sentado. Movido por el deseo de conocer al violinista, de admirar de nuevo esos ojos y esa sonrisa, lo siguió entre bastidores justo cuando guardaba su instrumento en el estuche. Con el aliento entrecortado por la prisa, Viktor se adelantó y exclamó:

—¡Tu sonido es magnífico!

El muchacho se volvió de inmediato, observando a Viktor con una mirada de sorpresa, tal vez provocada por el sudor perlado en su frente o por la intensidad con la que lo contemplaba.

—¿Nos conocemos?

Viktor aclaró la garganta y se enjugó el sudor, avanzando hacia el joven con pasos pausados.

—Te escuché tocar. Estaba entre el público —respondió.

El violinista entrecerró los ojos y escudriñó el rostro de Viktor hasta que una expresión de comprensión iluminó su semblante, suavizando sus rasgos. La cálida sonrisa volvió a aparecer en sus labios mientras asentía.

—¡Te reconozco! —exclamó—. Te pido disculpas, es vergonzoso para mí no recordar un rostro como el tuyo.

Viktor devolvió la sonrisa y restó importancia con un gesto despreocupado.

—No te preocupes. Aunque, si realmente quieres compensarlo... —Extendió su mano derecha hacia él—. Sería un placer conocer tu nombre.

El desconocido contempló su mano y, sin más vacilación, la tomó entre la suya.

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