VII. Marcha atrás

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Marcha atrás

Sus labios tiemblan

El frío arropa su clara piel,

Ella es la única en aquel lugar,

Sus lágrimas son el único calor que tiene su cuerpo,

La crueldad de las personas la hacen sentir odio.

¿Por qué siempre pasa eso?

Ella está cansada de preguntar,

La única solución era saltar

El mundo es cruel y gris,

Su mente bloqueada no manda la razón en ella,

Solo se guía de lo que el dolor le ordena,

Ella quiere dejar de sufrir,

Ella está cansada de la crueldad,

Ella quiere ponerle un fin a su dolor,

Ella murió y nadie la lloró.


Durante la semana Inuyasha había notado algo en Kagome. Ella escribía siempre en una hoja en blanco, pero tenía días donde encerraba lo que escribía en un sobre azul o blanco. También había notado que el blanco suponía que eran para las cartas a su madre, mientras que las azules, que eran unas pocas veces, apenas dos veces las había utilizado, no tenía idea de para quién era. Nunca había preguntado para no incomodarla, pero si se había percatado de esos detalles.

Justo ahora él estaba observándola cerrar el sobre blanco y luego guardarlo en su bolso, para después colocarse sus auriculares y cerrar los ojos escuchando música. Inuyasha aprovechó para mirar el papel en sus manos. El poema nuevo lo tenía tan absorto. Era triste, muy triste y pensó que la persona que escribía eso debía estar muy sola. Había escuchado que ya sea de bien o mal, los escritores siempre dejaban parte de ellos en lo que escribían. Se preguntó si esta persona estaba pasando por algo muy duro, pero no tenía respuestas ya que no conocía al o la poeta.

También estuvo inquieto porque casi siempre mencionaba la muerte en sus poemas, se estremeció cuando muchas ideas llegaron a su cabeza, pero las hizo a un lado dejando el papel sobre su mochila. Levantó la cabeza y observó a Kagome dormir, parecía de aquella manera serena y tranquila.

Se daba cuenta de que ella al menos ya se relajaba a su alrededor, sin saber por qué, eso le gustó. La observó en silencio. Kagome seguía sin parecerle atractiva, sin embargo, quizás ahora la veía algo, ¿bonita? No sabía qué era, pero desde el día que la vio relajada mirando el juego le pareció algo tierna.

Un Poema Para TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora