XXIV. Corazón sufrido

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Corazón sufrido

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Corazón sufrido

Es hermoso cuando cierras los ojos y puedes soñar,
Cuando no hay sufrimiento,
Cuando tu mundo retumba en color,
Cuando tus miedos desaparecen,
Cuando esa persona está ahí,
Cuando tus logros se realizan;

Pero no podemos vivir en un sueño,
Tenemos que volver a la realidad,
Una realidad donde las lágrimas son partes fundamentales de mi cuerpo,
Donde mis ojos irritados siempre verás,
Donde el dolor me inmunda y me ahoga en su mar,
Donde la esperanza es solo un mito,
Donde los días son años
Y la ilusión muere rápido
Sin dejar huellas,
Donde las murallas del dolor me impiden pasar,
Donde un corazón sufrido es lo que hay. 



La declaración hecha por Kagome hizo que el cuerpo de Inuyasha se estremeciera, esos ojos chocolate estaban llenos de una furiosa determinación que antes no había visto en ella. Era como la calma antes de una fuerte tormenta. Kagome se mostraba calmada, atenta a los movimientos de su acompañante, el mismo chico que minutos antes había besado sus labios de una manera en que antes no había ocurrido. Se preguntó por un momento si besar a otra persona se iba a sentir igual, la repuesta le llegó enseguida.

No.

Ella lo sabía, sabía que Inuyasha estaba comenzando a meterse no solo en sus pensamientos, en esos hace tiempo estaba, sino en una parte de ella que creyó que nadie más tendría acceso nunca. Sabía que él estaba escalando lugares en su interior, porque nunca antes había siquiera intentado hablar de esas cosas que la despertaban en la madrugada, esas cosas que la hacían llorar, esas cosas que la hacían vomitar de solo recordarlas, porque sabía que nada podría reparar lo que había hecho.

Inuyasha no la presionó, dejó que el silencio los envolviera y tomó asiento viendo el agua correr, Kagome se sentó a su lado viendo lo mismo, al fondo podía ver las piedras, el sonido del agua era relajante, pero su cuerpo tenso no le permitía notarlo. Inuyasha tomó la mano de la chica y le dio un suave apretón, Kagome ni lo miró, se concentró en el agua.

Tantos recuerdos escondidos en su memoria, tantas palabras no dichas y otras ignoradas.

Abrir aquellos recuerdos ocasionaron de inmediato lágrimas en sus ojos. El rostro de su madre, hermoso, amable, el rostro de la persona que más amó en el mundo. Recordar su muerte y lo que ocurrió posterior a ella, era fuerte, muy fuerte para Kagome.

Porque saberla muerta dolió, pero cuando despertó al día siguiente creyendo que todo había sido una pesadilla y corrió en busca de su madre, queriendo abrasarla y que le asegurara que todo había sido una pesadilla, pero se golpeó con la realidad, una donde su madre había muerto realmente. Eso si fue el golpe definitivo, despertar cada día buscándola, y nunca encontrarla. Aferrarse a que todo había sido una pesadilla, pero era una realidad.

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