XXXIII. Nuestro final

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El día de la firma de libros llegó

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El día de la firma de libros llegó.

Kagome siempre se mantuvo bajo el anonimato hasta ese día donde su rostro saldría a la luz. La fila que había era extensa, pero los nervios de la mujer eran aún más extensos. No era buena socializando, de hecho, era muy mala socializando. Tanto así que aún se preguntaba cómo era posible que ella logró estar en varias relaciones luego se su compromiso fallido, eso sí era un misterio enorme.

Así que el vestido azul que usaba ese día realzaba sus curvas, su cabello en esos rizos hacían que su rostro y el maquillaje la hicieran parecer más joven y realzaba su belleza.

Cuando dio la hora, Kagome no podía contener la emoción y la felicidad. Cada rostro de sus lectores la hizo sentir especial. Compartía breves conversaciones con ellos quienes entregaban algunos regalos hechos por ellos.

Con sonrisas permitió fotos, firmar y sonreírles a todos. Era divertido, pero conforme los minutos se convirtieron en horas, Kagome se sentía agotada. Sin embargo, daba todo por sus lectores, no perdió la sonrisa sincera y ni le hacía malas caras.

Un poema para ti estaba siendo un éxito, ella respondía algunas preguntas, pero su sonrisa flaqueó cuando la siguiente canción fue puesta. Perfectly perfect de Simple Plan se escuchó por todo el lugar, haciendo que el libro fuese mucho más intimido para ella.

La siguiente chica dio paso con gritos que la hicieron reír, Kagome pidió su nombre para firmar y cuando levantó la vista quedó paralizada al ver la versión joven de Kikyo frente a ella, pero, cuando sus ojos fueron al hombre que estaba al lado de la chica, todo en ella se convirtió en un caos.

El Inuyasha flacucho, desgarbado y sencillo del que un día se enamoró había desaparecido. Frente a ella estaba un hombre de complexión delgada, pero con músculos bien definidos, su cabello corto y ojos dorados que parecían estar sin parpadear, los labios del hombre se abrieron cuando la miraron a ella.

A la chica que nunca pudo olvidar.

Inuyasha condujo ocho horas, descansaron dos horas en un hotel donde se hospedaron y tardaron dos horas más en la fila que parecía eterna, pero al parecer la poeta era muy buena. Inuyasha iba distraído en llamadas y mensajes de negocios en lo que avanzaba la fila.

Hasta que el título del libro llamó su atención: Un poema para ti.

Ese título lo hacía ir al pasado, estar al lado de la azabache maleducada que lo enamoró cuando menos lo pensaba, y cuando quiso darse cuenta se encontró con la sonrisa que le devolvió la inspiración a su vida.

Un golpe habría impactado menos que ver la versión adulta de Kagome Higurashi frente a él. Sus ojos brillantes estaban llenos de vida, no había ojeras bajo sus ojos, no había ese dolor en su expresión, todo lo que había era paz, paz y un brillo que parecía imposible de apagar.

Los años habían hecho algo muy bueno en ella, había sanado el dolor

—Inuyasha—su nombre en esos labios que él había pensado causó que todo el lugar quedara en silencio con la canción de ellos reproduciéndose de fondo. El latido desenfrenado en el pecho de ambos fue contundente, fuerte, sin descanso.

Un Poema Para TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora