Reencuentro 1/2

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Era sábado por la mañana y Hinata se encontraba sentada en la mesa de una fuente de sodas. Aún recordaba lo sucedido la noche anterior, en su fiesta de cumpleaños, Naruto diciéndole que la amaba frente a medio mundo, aunque se mostró furiosa, ciertamente le había parecido un gesto lindo, pero a pesar de todo eso, algo le impedía creerle, el recuerdo de haberlo visto junto a Shion en aquella cama, simplemente no podía volver a confiar en él, ese hecho le había roto el corazón.

—No puede ser, ¿es que no dejo de pensar en él ni un segundo? —se regañó a sí misma, se suponía que este era un momento especial para ella y su mente estaba en otra cosa, por ende, suspiró hondamente.

—¿Así que mi pequeña Hinata está suspirando de amor? —se escuchó una voz femenina, un poco quebrada, tal vez por la emoción. Hinata se dio la vuelta poco a poco, muy impresionada, por estar distraída no había notado el momento de su llegada y, al verla parada frente a ella, también se le quebró la voz.

—Mamá... —unas cuantas lágrimas se le escaparon de los ojos, aunque se había prometido no llorar como una niña pequeña cuando finalmente se reunieran, era algo que no podía evitar que pasara—. Mamá —repitió, lanzándose a sus brazos. Ambas eran casi de la misma altura, pero Hinata era ligeramente más bajita.

—Hija mía, te he extrañado tanto... me alegra tanto verte... —dijo Hanako, apretando a su hija contra su cuerpo, había pasado tanto tiempo que no podía creer lo grande que estaba Hinata, era tan hermosa, ya era toda una mujer, se sentía muy triste de haberse perdido todo eso.

—A mí también, mamá, no sabes cuánto te extrañé —respondió Hinata, abrazándola más fuerte. No podía creerlo, esto se sentía como un sueño, después de tanto tiempo, su mamá estaba justo a su lado, estaba viva y era la misma mujer que recordaba en su memoria.

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En casa de la familia Sabaku No, Temari apenas se estaba despertando. Sentía que le iba a estallar la cabeza, había bebido como nunca, solo daba las gracias a Shikamaru por haberla traído, aunque recordaba vagamente los detalles. No se podía ni levantar de la cama, pues el cuerpo le pesaba, el estómago también se sentía pesado, como cuando se tiene indigestión, ¿tanto había ingerido como para sentirse tan mal?

—Juro que no vuelvo a beber —murmuró, llevándose una mano a la sien, echando una fugaz mirada a los alrededores de su cuarto, las costinas estaban cerradas, así que todo se veía oscuro, gracias al cielo su madre no había entrado a abrirlas, para que le diera el sol, como solía decir—. Si no fuera por ese Shika-vago... —añadió, cerrando los ojos, en ese momento algo vino a su mente, una situación que la dejó prácticamente helada.

"Yo si te quiero, es solo que tú no te das cuenta..."

Abrió los ojos como platos cuando se dio cuenta de que esas palabras tenían la voz de Shikamaru, juraba ver su expresión de desconsuelo mientras le decía aquello, pero eso no podía ser cierto.

—No, eso debí soñarlo, ¿o no? —se preguntó incrédula, intentando inútilmente recordar algo más que sólo eso.

Por otro lado, Gaara se estaba arreglando para salir. Se miraba al espejo constantemente acomodándose el cuello de la camisa blanca que se había puesto, a la vez que movía su cabello hacia un costado y otro, sólo para al final desordenarlo con su mano abierta.

—Se ve mejor así —susurró, ladeando un poco la cabeza para comprobar su observación desde diferentes ángulos.

—¡Gaara! —escuchó la voz de su madre, la cual le hizo dar un pequeño salto de la impresión, ella acababa de entrar por la puerta de su habitación, como siempre, sin siquiera tocar la puerta.

Amores de Secundaria (Editada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora