Unos meses antes.
La verdad era que a Huijun no le agradaban los guardaespaldas. Sin embargo, en ese momento, preferiría estar rodeado de una docena de ellos antes que estar en la situación en la que se encontraba.
Solo estaban él, su padre y su madre en el auto, estacionados a un par de cuadras de la empresa, una petición suya que, por algún milagro, su padre aceptó. Había silencio, demasiado silencio, sus manos se aferraban a la tela de su pantalón como si así pudiera hacerlas parar de temblar.
—Huijun.
Levantó la cabeza. Su padre, que estaba en el asiento de conductor, lo miraba por el retrovisor.
—Espero que recuerdes lo que hablamos.
Asintió.
—Sí, señor.
—Bájate. Llegarás tarde.
Y los raza pura nunca llegan tarde.
A sabiendas de que su padre no esperaba ninguna despedida, tomó el bolso a su lado y abrió la puerta. Bajó del vehículo lo más rápido que pudo, a pesar de su cuerpo todavía dolorido y con algunos moretones. No quería estar ahí por más tiempo.
Una vez cerró la puerta se colgó el bolso al hombro. Apretó los labios e hizo lo mejor que pudo para ocultar la mueca de dolor. Demonios, duele demasiado, pensó. Tendría que pensar en una forma de que los chicos no se dieran cuenta de los golpes y...
De su problema.
Respiró profundo. Su padre tenía razón; si no se daba prisa, llegaría tarde a la empresa. Y no podía llegar tarde. No era lo que se suponía que debía hacer.
Pero antes de que pudiera mover un pie, escuchó pasos. Poco después, el aroma a margaritas estaba frente a él.
—M-Mamá, ¿qué sucede? —preguntó, mirando a su madre.
Pero ella no respondió, sino que tomó su rostro entre sus manos, de esa forma tan suave y cariñosa como lo hacía desde que era niño. Acarició sus mejillas, y su corazón se encogió al ver a los ojos de su querida madre.
—Mi dulce niño —susurró—, perdóname, mi vida.
En sus ojos solo había dolor. Nada más que eso.
Sus manos se apretaron en puños a sus costados, mientras su madre le susurraba esas mismas palabras. Perdóname, le decía una y otra vez, perdóname por no cuidarte. Tenía tantas ganas de hablar, de decirle que no era su culpa. Pero el nudo en su garganta le impedía decir palabra alguna y todo lo que podía hacer era escucharla, porque sabía que si intentaba decir algo se quebraría ahí mismo y no, no quería llorar, no podía, no debía llorar.
Perdóname a mí, pensó.
Perdóname por no ser lo que debería, perdóname por ser un problema para ti para todos.
La ventanilla del auto bajó.
—Gyeong-hui —escuchó la voz de su padre.
Pero su madre no se movió.
—Gyeong-hui, sube al auto —llamó de nuevo.
Huijun tragó grueso para deshacer el terrible nudo en su garganta. Luego tomó las manos de su madre, quitándolas de sus mejillas y besó su frente; ella era más bajita que él, lo que le permitió hacerlo con más facilidad. Por último, la miró y le dio la mejor sonrisa que podía darle.
—Estaré bien —le dijo.
Aunque ni él mismo sabía si realmente lo estaría.
Su madre lo miró de vuelta, sus ojos repletos de lágrimas sin derramar. Esta vez acarició sus manos, a las que todavía sostenía.
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Lirio Blanco || MinJun || LB #1
Fanfic"Si la flor se está marchitando, significa que tu omega está sufriendo." Los omegas son seres tiernos, vulnerables, y aunque los tiempos habían cambiado y ya no eran vistos también como débiles y hubiera leyes que los protegieran, seguía habiendo pe...