Día 9

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Amo los sábados. Es mi día favorito, y el más esperado de la semana, la razón es simple, puedo hacer lo que se me da mejor:

Dormir.

Es el único día que puedo permitírmelo. Me levanto a las doce del mediodía, como una mezcla de desayuno con almuerzo, y regreso a la cama.

Muy productivo, lo sé. Pero todo el mundo merece un descanso, de domingos a viernes mi horario está lleno de deberes tanto de la escuela como en el Conservatorio, y a eso hay que sumarle las prácticas de voleibol. Agotador.

Finalmente para cuando salí de la habitación noté que todo estaba en silencio, lo que quería decir que mis padres y mi hermana seguían durmiendo.

Rayos.

Una de las muchas reglas que hay en ésta casa es que los fines de semana quien se levante temprano debe hacer el desayuno. Hoy es mi turno.

Existen cosas para las que uno simplemente no sirve por más que lo intentes, eso representa la cocina para mí, yo la odio, y ella me odia a mí. Fin.

Recuerdo que un día, cuando tenía unos doce años, casi incendio la casa tratando de cocinar pasta ¡Sí, Pasta! Así que, mientras podía trataba de mantenerme alejada de aquella zona de la casa.

Decidí cocinar algo sencillo que no produjera cualquier tipo de daño. La mejor opción fueron Waffles con miel. Para cuando terminé, me dirigí al comedor a desayunar, sola.

Luego subí las escaleras, me dirigí a mi habitación, me eché de nuevo a la cama, y encendí mi teléfono, tenía varios mensajes, la mayoría del grupo con mis amigos, estaban hablando de hacer una supuesta reunión el día de hoy. Cuando estaba a punto de comentar algo, entró una llamada. Sonreí en cuanto vi que se trataba de Adam.

—Hola, preciosa — sentí mis mejillas arder, y mi corazón acelerarse.

Parece que Adam se toma esto de ser novio muy en serio.

— Hola, precioso. —respondí, de la misma forma, y su contagiosa risa llegó a mis oídos.

— ¿Qué haces? ¿Ya desayunaste?

Negué con la cabeza, aún sonriendo. Adam tiene un grave problema con respecto a mis comidas, ya que hace un tiempo, cuando estaba de visita en su casa, le comenté que no había comido nada en todo el día, desde allí, siempre me pregunta si ya he comido algo.

—Sí, waffles con miel.— respondí, nos quedamos en silencio unos segundos, hasta que él habló nuevamente.

—¿Vendrás a la reunión de hoy?

—Por mi está bien, nos veremos allí.

—De acuerdo, nos vemos.

— Chao. —reí antes de cortar la llamada.

Si quería ir a pasar la tarde en casa de Adam, solo debía hacer una cosa para que mis padres dieran su bendición:

Limpiar.

¿Saben lo genial que es la sensación de la victoria?

Lo había conseguido. Así es, había dejado la casa impecable, el suelo brillaba, literalmente. No puedo negarlo, quería ver a Adam, y sí los quehaceres del hogar lo conseguirían no tenía problema con ello.En cuanto Jennifer despertó casi se desmayaba al ver todo en perfecto orden, se sorprendió aún más al ver que yo era la responsable de aquello. Como era de esperarse, dijo que volviera a casa en una semana si así lo quería. Bingo.

Para cuando estuve frente a la casa de Adam y Aaron, podía escuchar las risas desde afuera. Adam abrió la puerta,en cuanto sus ojos se encontraron con los míos, una hermosa sonrisa apareció en su rostro, le sonreí de vuelta saludándolo con un abrazo. Al entrar al lugar saludé a mis amigos, que se encontraban en el sofá conversando animadamente. Claire fue la primera en darse cuenta de mi presencia, y me hizo señas para que me uniera a ellos, saludé a todos, para luego sentarme junto a Jena.

50 DíasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora