Día 21

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Respiré el dulce aroma de la libertad en la mañana; hoy no debía levantarme temprano para ir a Mildford High. Me quedé unos segundos observando el uniforme colgado frente a mí. Ya no tendría que usarlo más. Dejé salir un suspiro. Vaya, qué extraño se siente; estoy feliz pero a la vez nostálgica. Todos los recuerdos buenos y no tan buenos llegaron a mi memoria: recorrer el pasillo con las chicas, los partidos, las charlas animadas en el almuerzo, y el cansancio luego de terminar las clases.

He terminado la escuela. Y no hay vuelta atrás.

Al menos, aún quedan los partidos, la graduación y el baile, allí sería el adiós definitivo. Ahogué un jadeo al darme cuenta de algo más; mañana sería mi cumpleaños número dieciocho. Desde que era pequeña veía los dieciocho como algo lejano, pero ahora, a un día de aquello resultaba casi increíble.

El plan de hoy consiste en ir a Mildford High para apoyar el partido de básquet de los chicos. Luego mis amigas se quedarían a dormir en casa para celebrar mi víspera de cumpleaños; otra tradición, que toma lugar un día antes del cumpleaños de cualquiera de nosotras. Básicamente vemos películas (regla propuesta por Jena), comemos hasta no poder más (mi parte favorita, por supuesto), nos maquillamos ( a petición de Anne) y combinamos prendas de ropa (idea de Claire, claro está).

En fin; será un día emocionante. Estiré mis músculos antes de levantarme. Dispuesta a empezar bien el día, hice la cama, seguida de una visita al baño. Mientras bajaba las escaleras podía oler el delicioso aroma de los Waffles recién hechos.

Saludé a mi familia, para sentarme a comer junto a ellos. El tema de conversación central era sobre mi cumpleaños, y lo feliz que estaban todos por la graduación. El recital de ballet de Lily también salió a discusión. Miré a mi hermana menor con cautela, luego de que ayer se echara a llorar por la presión en las clases de ballet, me quedé un poco preocupada por ella. Se ve mejor hoy, eso sí. Pero ese aire de preocupación y tristeza podía notarlo en sus ojos.

—¿Cuándo piensas invitar a cenar a Adam? —preguntó mamá, provocando que me ahogara con mi jugo de manzana. Lily me dio palmaditas en la espalda, hasta que la cuestión pasó. Todos estallaron en risas. No pude evitar reír junto a ellos, por más que me incomodara el asunto de que bromearan sobre mi vida amorosa.

Me gusta disfrutar los momentos de tranquilidad, ya que en mi vida suelen durar muy poco; un rato después mi amiga del conservatorio, Josie llamó.

— ¡¿Meg, dónde estás?! — chilló, sonando agitada. Casi podía imaginarla moviendo el arco de su violín de un lado a otro. — ¡La audición comienza en veinte minutos!

Un momento ¿Qué? ¿La Audición, hoy? Intenté mantener la compostura, antes de entrar en pánico.

— Josie, no entiendo de qué estás hablando.

— ¿No recibiste el correo? Hace unos días enviaron un correo electrónico. Cambiaron las audiciones de pianistas. Es hoy, a las diez ¡Date prisa! — cortó la llamada.

Casi me ahogo con mi propia saliva por segunda vez en el día. ¿Diez de la mañana? eso es exactamente en veinte minutos. Y ¿De qué correo está hablando? ¿Quién revisa los correos en estos días? Casi me echo a llorar; ya no tengo ganas de jugar a ser adulto.

Busqué en el correo y efectivamente Josie tiene razón, hoy es la audición; la audición que determina si tocaré con la orquesta en el gran concierto final; la audición donde me enfrento a la perfecta e insoportable Cassidy. Esto debe ser un jodido chiste.

Corrí hacia mi habitación a buscar mi ropa. Los músicos siempre visten de negro, es una regla general, en menos de cinco minutos ya lucía mis pantalones y camisa formal junto a unos zapatos bajos. Hice lo mejor que pude recogiendo mi cabello en una coleta alta. Ordené mis partituras y las metí en el bolso. No tuve tiempo de maquillarme, pero no es como si el asunto importara mucho.

50 DíasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora