Día 34

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La mañana siguiente tuve que levantarme temprano para ayudar a los chicos a limpiar la casa a máxima velocidad. Como resultado obtuvimos un suelo reluciente, la cocina impecable, sábanas limpias  y todo el alcohol  en el camión de la basura. Cualquier persona que pasara por allí no sospecharía ni por un instante todos los desastres que ocurrieron en aquel lugar.

Ya en la camioneta de Mason Wu, había un silencio sepulcral, lo que era algo sumamente raro en mis amigos, porque siempre estaban haciendo de las suyas. Al parecer, hoy no había nada que decir. El auto se puso en marcha, con una suave canción de verano que sonaba a través de los altavoces de la radio, y eso era lo único que se escuchaba.

Me giré para ver a través de la ventanilla trasera como dejábamos el vecindario atrás, y los Hamptons se iba alejando poco a poco de nuestra ruta.

La sensación es agridulce. Me encuentro feliz porque he disfrutado cada día al máximo, pero el hecho de que ya éste era el final y en menos de cuatro horas estaría en casa me daban ganas tener una máquina del tiempo para volver a los días anteriores.

—No me siento lista para regresar a casa. —admitió Annelise, rompiendo el silencio.

Todos la miramos entre sorprendidos y aliviados. Se atrevió a decir aquello que todos parecíamos guardar.

—A juzgar por su caras, creo que todos pensamos igual. —  señaló Wu, echando un vistazo a través del retrovisor.

Le dieron la razón inmediatamente.

— ¿Y qué pasa si no volvemos? — hablé.

Al instante sentí la mirada de los demás posarse en mí. Me encogí de hombros.

— Un día más no hará daño ¿verdad? 

Miré a Jena, en busca de apoyo. Ella asintió.

—Por lo que sé, no gastamos todo el dinero ahorrado ¿No es así, Claire?— preguntó la chica de cabello plateado. Claire frunció los labios, revisando su agenda.

— En realidad tenemos suficiente dinero como para sobrevivir dos días.

— ¿Y a donde sugieres que vayamos, Maisie? — preguntó Turner, con curiosidad.

Solo existe un lugar en Nueva York, además de los Hamptons que grita aventura en cada letra.

—Cony Island. —sonreí.

— Está a una hora de camino. — Comentó Aaron, mirando su teléfono—Podemos hacerlo.

— ¡Cony Island, será entonces!— exclamó Gabriel.

De repente el ánimo se recuperó. Dejaron de estar cabizbajos y ahora todos nos encontrábamos cantando a coro en el auto. A pesar de que nuestro nuevo destino no se encontraba tan lejos de casa, solo había ido una vez con los chicos, eso hace ya unos cuatro años. Aquel lugar es una de las mayores atracciones turísticas de Nueva York. Si quieres pasar un día lleno de diversión, pues Coney Island es el lugar indicado.

Unas veinticinco canciones más tarde, ya nos encontrábamos allí. Repleto de muchísima gente, como era de esperarse. Mientras buscábamos lugar para estacionar el auto Claire leía en voz alta una reseña en internet sobre los sitios que debíamos visitar. Después de lo de ayer, se ve mucho más tranquila.

Nos contó sobre un puesto de Hot Dogs que parecía ser el mejor, luego la Montañana rusa, aunque tengo mis reservas con esa parte, he visto muchas veces la película Destino Final.

La rueda de la fortuna fue lo primero que vi desde el momento que entré, lucía completamente mágica y alucinante. De noche es incluso mejor, porque puedes verla en todo su resplandor, es básicamente el lema de Coney Island.

50 DíasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora