Día 46

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Escribí toda la noche. Anoté la mayor cantidad de palabras y frases que se me ocurrieron; la chispa de inspiración se extendió como una llama de fuego. Gasté tres bolígrafos en el proceso, tenía tantas ideas en aquel momento que no sabía con cuál quedarme.

Lo único que tengo claro es mi objetivo: quiero que al momento de unir las palabras con la música se convirta en algo especial. En algo que tenga sentido para Adam y para mí, no solo palabras vacías, quiero que sea una canción de verdad. De esas que se instalan en ti, y no puedes dejar de cantar.

Montones de papeles rodean mi habitación. En algún punto de la madrugada me quedé dormida en la orilla de la cama con el block de notas sobre el estómago, cuando Lily fue a despertarme ésta mañana con su habitual dulzura (nótese el sarcasmo, gritó mi nombre a todo pulmón) rodé sobre la cama presa del sobresalto y caí al suelo con un gruñido.

Pff, ya estoy harta de recibir golpes a cada rato.

A mi lado aterrizó el papel con el primer borrador oficial de la canción. Así es, conseguí terminarlo, lo cierto es que, me gusta el resultado. Quedan algunas cosas que corregir, pero solo son detalles, la parte ruda ya está hecha. Creo que a Turner le gustará, la letra es casi tan empalagosa como él.

Lily frunció el ceño al darse cuenta del desorden, pero no le dio tiempo de hacer preguntas, pues en ese momento recordé que una de las ventajas de ser hermana mayor es que puedo echarla de mi cuarto sin dar explicaciones.

Comencé a recoger los papeles llenos de las letras horripilantes que escribí al principio. Me aseguraré de quemarlos en cuanto tenga la ocasión. Nadie puede ver esto, nunca.

Me llevé una mano a los labios al leer lo que había escrito en uno:

Adam, tu nombre rima con banana y comida vegetariana.

Oh yeah, Oh yeah.

Amadeus es genial, pero tú Adam lo eres más.

Que alguien me ayude, porque canciones no sé escribir.

¿Por qué la vida es así? En que lío me metí,

Al prometer que una canción iba a escribir.

Por amor a Cher; pensé que lo tenía pero no es así.

Solté una carcajada e hice todos los papelitos una bolita y los guardé dentro de la gaveta de la mesita de noche. Con algo de suerte, Turner no leerá eso mientras yo pueda evitarlo. Tomé el primer borrador de la canción y lo coloqué sobre el pequeño atril que lleva mi piano, Alaska. Se quedará allí mientras tanto.

Después de ir al baño, desayunar y pretender que sí dormí más de ocho horas frente a mamá y papá. Regresé a mi habitación e intenté tomar una decisión: Hay dos maletas frente a mí, esperando a ser utilizadas ¿Comienzo a empacar? ¿O es muy pronto todavía? Faltan cuatro días. El vuelo sale el seis de julio de tarde, pero necesito estar preparada para entonces.

Pasé la vista hacia el armario, buscando mis mejores conjuntos, pero también los más cómodos. Mientras se acerca el día, más irreal me parece todo el asunto. Es una montaña rusa de emociones, desde la tristeza por dejar Nueva York hasta la euforia de ir a Austria por primera vez. Dejé todo lo que me gustaría llevar en un lado del clóset, y las cosas que se quedarían en casa hacia el otro. Pero no me atreví a guardarlo en las maletas.

Me senté frente al piano, pasé los dedos sobre las teclas sin presionarlas, imaginando como sería mi vida allí durante el verano: visitar el parque de Prater, que es casi el doble de grande que el Central Park. Me pregunté cómo se sentiría entrar a los museos, los cuales albergan piezas únicas de la historia, quien sabe cuántas cosas maravillosas podría encontrarme en aquella ciudad.

50 DíasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora