No he dejado de pensar en Turner ni por un minuto.
Es increíble lo que solo él puede causar en mí. Y es aún más increíble el hecho de que volveré a verle en un par de horas. Mi corazón está a punto de estallar.
Camino de un lado a otro en la amplia sala de mi casa, moviendo las muñecas en círculos, mientras espero que Jena y Mason pasen por mí.
No era una broma cuando le dijimos a Serene que estaríamos allí a primera hora. Nunca me había levantado tan temprano por mi propia voluntad, pero cuando se trata de Adam, podría hacer cualquier cosa por él.
La bocina del auto me sobresaltó, salí casi corriendo. En el porche ya se encontraba la camioneta negra de Mason. Jena bajó la ventanilla, llevaba su clásico labial oscuro, y unos lentes oscuros que me causaron gracia, porque no hay ni un solo rayo de sol a esta hora.
— ¡Buen día, Cabeza hueca! Nunca dudé de tu puntualidad. — sonrió levemente.
— Te dije que se levantaría temprano. —Habló Mason, mirándola con reproche. — Me debes diez dólares.
— ¿Pensaron que me quedaría dormida? — Pregunté, indignada. — ¿Y apostaron sobre ello?
—Noo. — dijeron los dos al mismo tiempo, alargando la "o". Entrecerré los ojos, y entré al asiento trasero del auto. Mason no tardó en ponerlo en marcha.
— Para que conste, solo me quedaba dormida para ir a clases. — comenté.
— Seguro que sí. — Jena asintió con sarcasmo. — Primero iremos a desayunar a la cafetería, luego pasaremos por el hospital.
—Suena bien. — respondí.
Nos conseguimos con el resto en las cafeterías. Anne, Aarón y Gabriel ya estaban allí, Claire llegó de última, ya que había decidido caminar. No dije mucho durante el desayuno; Gabriel y Mason eran quienes mantenían la charla a flote, para que el ambiente no cayera en el silencio absoluto.
Conseguí comer el cereal con pasas. Me sobresalté en el momento que una mano fría se posó sobre la mía, apretándola con gentileza. Jena me sonrió con la boca cerrada, su labial oscuro resaltaba entre su cara pálida y el cabello plateado. Le devolví el apretón en agradecimiento.
Para cuando aparcamos en el estacionamiento del hospital. Las palmas de mis manos se encontraban totalmente sudadas. Intenté limpiarlo en la tela de mis jeans gastados disimuladamente.
—Oye— Anne me abrazó por los hombros, al notarlo. — Él estará feliz de verte.
Conforme avanzábamos mi corazón parecía latir más rápido. El cuello me pica un poco, y no puedo rascarme por aquel tonto collarín. Un día más y se irá.
Respiré profundo. Ésta vez sí es oficial. En un par de minutos lo tendré frente a mí. Podré verle, escuchar su voz, tocar su mano. No tengo idea de qué voy a decirle.
Serene Turner nos recibió con todo el cariño del mundo. Nos abrazó con fuerza a cada uno y tuvimos que sentarnos en la sala de espera, puesto que el horario de visitas comenzaba a las nueve.
Aquellas reglas se cumplen al pie de la letra, así que no existe manera de poder colarnos en la habitación antes de tiempo.
De mañana parece hacer más frío en éste lugar. Mi cuerpo está temblando, o tal vez son los nervios. Quizá la combinación de ambas. Pasé la chaqueta por mis brazos para entrar en calor. Qué bueno que decidí traer una.
Moví el oso panda de peluche entre mis manos, apretándolo contra mi pecho. La suavidad de la felpa me hace cosquillas entre los dedos.
El reloj marcó las nueve en punto. Ya es hora.
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50 Días
RomanceExisten dos tipos de personas:a los que les va bien en el amor, y a los que no, claramente Meg y Adam pertenecen a la segunda. Decidida a ponerle fin a su mala suerte en aquel tema, Meg le cuenta a su mejor amigo una alocada propuesta, que parece...