Día 14

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Jamás volveré a beber entre semana. Es un hecho.

Recuerdo perfectamente todo lo que pasó anoche — o eso creo— pero bebí lo suficiente como para tener una terrible resaca. Mi cabeza está a punto de explotar. Le di un sorbo al café bien cargado que pasé a comprar con las chicas en un Starbucks. Llegamos a Mildford High a duras penas.

Separamos caminos para ir a buscar las cosas necesarias en nuestros respectivos casilleros. Saqué mis libros con cuidado de no derramar el café. Suspiré apoyando la cabeza contra la fría taquilla, que de alguna forma aliviaba mi terrible dolor. Me permití quedarme unos segundos allí, pero me obligué a moverme pues la campana estaba a punto de sonar. Localicé a Adam al final del pasillo buscando algo en su casillero. Sonreí mientras caminaba en su dirección.

— Hola, rubio— saludé, cuando estuve frente a él.Mi sonrisa se desvaneció en el momento que posó sus ojos en mí, con indiferencia.

—Hola, Margaret.

Me eché hacia atrás, frunciendo el entrecejo. Él nunca me llama Margaret. Y nunca, en todo el tiempo que llevamos siendo amigos, me ha mirado de esa forma. Ni siquiera cuando finge enojarse.

— ¿Qué te ocurre?— pregunté de una vez. Él no respondió. — ¿Es sobre tu padre?— susurré. Adam detesta a su padre, en todas las formas. Es un alcohólico, y maltrató a Serene y a los gemelos durante los primeros años de su infancia. Hasta que un día Serene Turner se hartó, colocó una denuncia y se mudó a Nueva York con sus dos hijos, y cambiaron su apellido al de Serene. Ese tema le pone mal, nunca habla sobre él.

Adam cerró la taquilla.

—Ni lo menciones. — habló. Su voz sonó más ronca.

— ¿Entonces qué es?— insistí.

— Necesito espacio.

— ¿Espacio?

—Eso es lo que dije. — respondió, cortante. Negué con la cabeza, frunciendo los labios. Su actitud me estaba poniendo de malas ¿Qué había ocurrido? Turner jamás me trata así, por más que su día sea un desastre, Adam no es del tipo de persona que paga su ira contra los demás.

— ¿Qué estás ocultando?— inquirí, él rió sin ganas.

—Es gracioso que lo preguntes tú.

Oh, con que eso es. Pues, genial. Si él pensaba que esa era la forma de hacerme soltar las cosas está demente. No le diría nada, con esa actitud de idiota no merecía que le dijera ni una sola palabra. Nos miramos a los ojos con una mezcla de frialdad y decepción.

— No tengo nada que decir. — afirmé.Mi tono voz sonó más grave de lo normal, producto del nudo que comenzaba a formarse en mi garganta.

Turner cruzó los brazos sobre su pecho.

— Pues, creo que tenías razón. No debiste haber propuesto esto.

Él no acaba de decir eso.

— Y tú no debiste haber aceptado.

Yo no acabo de responder eso.

Mi comentario dio en el clavo. Dio un paso hacia atrás, tan herido como yo. Sus ojos sobre los míos tristes, distantes, alejándose cada vez más.

—Muy bien.

—Excelente.

—Fantástico.

No me miró en todo el día. Ni yo a él. Todos se dieron cuenta que algo andaba mal cuando nos sentamos en dos mesas distintas en el almuerzo, o como evitamos estar cerca del otro durante las clases. Ni si quiera intercambiamos una despedida a la hora de salir.

Después de la escuela, Anne y Claire insistieron en venir al centro comercial. Las dos se encontraban de lo más emocionadas porque Anne alcanzó los doscientos mil seguidores en su blog de maquillaje. Lo cierto es que la pelirroja es bastante popular en las redes sociales; siempre tiene clientas que morían por ser maquilladas al estilo Anne. Aunque su creciente popularidad también lograba que mucha gente se le acercara solo por conveniencia, cosa que ella sabía detectar rápidamente. Aún estábamos en un modo zombi, por la fiesta de ayer, pero al menos caminar por el centro comercial podría distraerme un poco. Y ellas hicieron todo lo posible por intentar animarme.

No funcionó.

Intenté concentrarme en la conversación que mantenían las chicas, pero me era imposible, mi mente estaba en otro lugar. Mis ojos se posaron en una pareja que estaba comiendo helados, en una de las mesas de un restaurante .Lucían muy felices, aquello me hizo recordar los viernes de helado, tradición que sólo comparto con Adam.

Adam...

Todo lo que nos dijimos esta mañana no dejaba de dar vueltas ¿Ya está? ¿Habíamos terminado? ¿Por qué tuvo que actuar de esa forma? ¿No podíamos intentar solucionarlo? Suspiré abatida. Los últimos días...ha sido una locura, una marea de emociones que nunca antes experimenté. Pensé que todo estaba bien, y de repente todo se estropea. Que desastre, solo han pasado catorce días, y ya tuvimos una pelea.

Nunca me atreví a pensar en Adam de aquella forma hasta el día que le propuse nuestro "juego" de los 50 Días. Pero en ningún momento se trataba de fingir, todo lo que pasó fue real, al menos para mí ¿Acaso no lo fue para Adam? Mi corazón amenazó con romperse en ese mismo instante, pero logré mantener la compostura.

Tal vez sea mejor morir soltera. Tiene más beneficios.

— ¡Cuéntanos ya!— exclamó Anne exasperada, cuando nos detuvimos en una tienda de bolsos. Claire le dio un codazo. —¿Qué? Ya le dimos suficiente espacio.

—No debemos presionarla si no quiere hablar de ello— explicó la morena.

Jena no dijo nada.

— Adam y yo peleamos.— me limité a responder.— No sé si lo nuestro realmente funcione y...creo que lo dejaremos hasta aquí.

— ¿Qué?— gritó la pelirroja, subiéndose las gafas gigantes que le adornaban los ojos. — Vamos, Meg, sea lo que sea no puedes darte por vencida ¿Si quiera lo han hablado?

Ladeé la cabeza.

— No exactamente, solo nos dijimos cosas...

—Ahí está. — apuntó. — Solo tienes que esperar a que los dos se calmen un poco, y luego podrán hablar como personas civilizadas.

— Tiene razón— comentó Jena. — Deben hablar y ser sinceros, cabeza hueca.

Ya, entendí la referencia. Pero aún sigo enojada. Turner se portó como un idiota, su actitud me puso de los nervios. Y sí, tenemos que hablar, pero hoy no.

— Está bien.

Nadie tocó el tema por el resto de la tarde, cosa que agradecí mentalmente. Estuvimos bromeando con Anne, porque su único drama era que no podía decidirse entre dos bolsos, puesto el dinero que le quedaba solo alcanzaba para uno. También pasé por el salón a retocar mi cabello, el cual ahora se veía de un perfecto color castaño.

Llegué a casa justo para la hora de la cena, nuestros padres le preguntaron a Lily que tal le había ido en la escuela, y a mí sobre la resaca. Les dije que lo manejé muy bien, lo cual no era cierto, estuve todo el día con dolor de cabeza y unas terribles ganas de echarme a llorar.

Subí a mi habitación me quité el uniforme de una vez y lo cambié por ropa cómoda para luego tumbarme en la cama. Solté todo el aire de golpe ¿Y si Adam tiene razón? No debí haber propuesto esto, que tonta había sido. Estábamos más que bien como amigos... pero también fue genial tenerle como algo más...mientras duró.

Si esto terminaba iba a doler, muchísimo, pero dolería incluso más que nuestra amistad acabara. Porque si hay algo que sé, es que perder a tu mejor amigo debe ser más doloroso que una ruptura amorosa ¿Y qué pasa cuando pierdes las dos al mismo tiempo? No quiero averiguarlo. Lo peor de todo, es que todo este desastre es culpa mía. Tantos secretos reventarían por un lado. Ahora tengo que encontrar una forma de arreglar las cosas, antes de que sea demasiado tarde.

50 DíasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora