El día 50.
Es una locura pensar cómo hemos llegado hasta aquí ¿No es así?
Por un segundo parece irreal, parece que hubiese pasado más tiempo desde aquel primer viernes en que propuse todo esto. Recuerdo lo desesperados que estábamos porque todo había salido tan mal en nuestras anteriores citas; es casi gracioso lo agobiada que estaba por ello. No me había dado cuenta que la respuesta siempre estuvo frente a mis ojos.
Pero no me arrepiento de nada.
Jamás imaginé todo lo que pasaría con solo poner en marcha un experimento tan arriesgado con Turner. Estaba tan acostumbrada a vivir huyendo, y con el miedo latente en mi pecho. No quería enfrentarme a decisiones complicadas, no quería ver la realidad, pero si hay algo que he aprendido los últimos 50 días, es que, los cambios son duros pero necesarios. Yo necesitaba cambiar.
De cualquier forma, el calendario marca seis de julio en un círculo rojo, y soy testigo de todo lo que he alcanzado: hice frente a mis temores, viví aventuras inolvidables con mis amigos, y experimenté lo que era enamorarse. Claro que, también tuve caídas; el rechazo de Juilliard, el accidente, y aquellos momentos en donde me sentía completamente perdida. Y es allí, donde, como dice Jena, hay que recoger los pedazos. Lo que importa es cómo te levantas, porque cuando se cierra una puerta, debes ver qué hay en la ventana, y esa ventana, extiende hacia mí un boleto dorado con destino a Austria.
Y, en menos de doce horas estaré en un avión con destino a una nueva aventura.
Pero, también es la fecha de caducidad de aquel experimento. Antes de todo esto, Turner solo era mi mejor amigo; se suponía que solo veríamos a dónde éste alocado juego nos podría llevar, y acabó siendo mucho más que eso; nunca fue solo un juego, para ninguno de los dos.
«. — Tampoco podemos romper el trato, hasta que se cumpla el tiempo que acordemos. ¿Estás de acuerdo?
—Sí, señora ¿Y cuánto durará nuestro experimento?
—Hmm, no lo sé. ¿50 días?
—50 días.»
Caminé por los alrededores del parque con dos helados de chocolate en mis manos, en busca de cierto rubio. El sol ilumina las hojas de los árboles, y el camino de grama es liso al pisar. Sopla un viento ligero que me recordó al primer viernes. Es curioso que nuestro último día lo pasemos en el Central Park; el mismo lugar donde todo comenzó. Una punzada se instaló en mi pecho, me detuve durante un segundo. Sacudí la cabeza; solo quiero disfrutar este momento mientras dure.
Un destello dorado sobresalió entre el montón. Adam está sentado solo sobre una manta azul. Imaginé que fue Aaron quien le ayudó a bajarse de la silla de ruedas. Cuando estuve lo suficientemente cerca, me senté a su lado lentamente, al mismo tiempo que le pasaba el helado.
Arqueé las cejas en cuanto le detallé mejor; no lleva el arnés en el brazo. Me explicó que podía hacer algunos movimientos, pero no levantar nada demasiado pesado. Asentí levemente, eso es un buen avance.
Admiramos el lugar durante un segundo.
Más allá de donde estoy sentada, se pueden ver los grandes edificios con los cristales brillosos, iluminados por la luz del sol. Varias personas están esparcidas a nuestro alrededor, el eco de las risas y palabras llegó a mis oídos. Después de todo, es verano, y los turistas aprovechan la ocasión para visitar Nueva York.
— Feliz día 50. — dije, colocando mi helado junto al suyo. El rubio entendió mi idea, y los chocamos con suavidad.
—Feliz día 50. — sonrió, pero el gesto no le llegó a los ojos.
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50 Días
RomanceExisten dos tipos de personas:a los que les va bien en el amor, y a los que no, claramente Meg y Adam pertenecen a la segunda. Decidida a ponerle fin a su mala suerte en aquel tema, Meg le cuenta a su mejor amigo una alocada propuesta, que parece...