Día 10

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A penas podía moverme, me encontraba echada en la cama, estornudando sin parar, sudando la fiebre y con un dolor en la garganta insoportable. Aunque seguía sin arrepentirme de haber salido al jardín en medio de la lluvia. Si ese era el precio de tener el beso más romántico del mundo, estoy más que dispuesta a pagarlo.

«Terca» fue lo que me respondió Turner cuando le envié un mensaje contándole sobre mi resfriado. Aquel adjetivo es más que cierto, y no me importa en lo absoluto admitirlo.

Agarré mi teléfono el cual estaba en la mesita de noche a la izquierda de mi cama, para luego llevarme las mantas hasta la cabeza, mi cuerpo no deja de temblar. La decepción me invadió al notar que no tenía ningún mensaje, seguramente mis amigos seguían dormidos ¿Y cómo no? a penas son las seis de la mañana. Busqué una posición cómoda en la que pudiera respirar bien, e intenté dormir.

«Vamos, al menos un par de horas» fue lo último que pensé antes de caer rendida.

Desperté cerca del mediodía, sintiéndome un poco mejor. Al menos mis estornudos ya cesaron, pero sigo con aquel malestar en la garganta y en el cuerpo. Mi madre entró la habitación con una bandeja, la cual contenía sopa, al lado de ésta un jarabe. Me preguntó si quería comer algo en especial, pedí chocolate caliente. Ella arrugó la cara, a mamá no le gusta el chocolate, pero asintió y fue a prepararlo.

Me permití descansar por media hora más para luego estudiar un rato, ésta semana tenía que entregar un montón de trabajos, (algunos atrasados, me temo) después vendrían los exámenes finales y adiós para siempre Mildford High. Cuesta creer lo rápido que se pasaron estos años en la escuela, hace nada estaba saliendo del sexto grado y ahora, en menos de tres semanas sería "Meg la universitaria" como solía llamarme mi familia algunas veces. Por más fastidioso que fuera levantarme todos los días a las seis de la mañana, debía admitir que extrañaría muchísimo a mis amigos, ellos eran los que hacían divertido ir a la escuela.

También está la universidad. La ansiedad por saber si Juilliard me aceptaría o no. En caso de que no lo hiciera estudiaría música , aquí en otra universidad de Nueva York. No existe una segunda carrera para mí, sin plan B, tocar es algo que planeo hacer durante el resto de mi vida.

El sonido de mi teléfono me sacó de mis pensamientos, noté que se trataba de una vídeo-llamada por parte de Adam ¡Ja! Él está demente si piensa que le contestaré. Estoy hecha un completo desastre, no dejaría que me viera así, se burlaría de mi por siempre.

Rechacé la llamada, y le envíe un mensaje diciéndole que no contestaría la vídeo-llamada. A lo que él respondió:

«Anda, Prometo que te reirás ¿Si? ¿Por mí? »

«No tanto como tú de mí» , pensé, antes de que la pantalla de mi teléfono brillara con la foto de su hermoso rostro, y la solicitud de llamada, le di aceptar con resignación.
Allí estaba él, me eché a reír con ganas en cuanto le vi; lucía igual de destrozado que yo, su cabello estaba despeinado, tenía ojeras, y seguía con el pijama, y la nariz demasiado roja.

—Estás hecha un asco. — fue lo primero que dijo al verme.

— ¿Acaso hoy no te has visto en el espejo, Rudolph ?— él rodó los ojos, haciéndome sonreír— ¿entonces pillaste un resfriado?

—Sip, uno de los buenos. — hizo una pausa. — ¿Tú cómo te sientes?— su tono cambió a uno de preocupación.

—Me siento del asco, pero ya pasará. — respondí.— Aunque sigo sin arrepentirme de haber estado esos treinta minutos bajo la lluvia.

—Yo igual. — susurró.

Estuvimos hablando cerca de una hora, la cual se me pasó volando. Nuestras conversaciones eran sobre temas muy variados, a veces charlábamos sobre películas — uno de nuestros temas favoritos— los partidos de básquet, en dónde Adam me contaba las estrategias que usaban en el equipo las cuales yo no entendía en lo absoluto, pero aquello le apasionaba, así que me encantaba escucharle porque Adam irradiaba felicidad cuando me lo decía, a veces le contaba sobre mis clases piano, y la música en general, supuse que a él le pasaba lo mismo que a mí cuando le escuchaba hablar sobre el básquet.

50 DíasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora