II: Broken

466 49 17
                                    

Ahí estaba, incrustando sus claras orbes en las mías, sin pronunciar palabra alguna en un silencio más que fúnebre. No llevaba camiseta, sólo le cubría su chaqueta larga y blanca—que sorprendentemente los bordes estaban quemados—Y unos pantalones del mismo color medio desabrochados. Se podía apreciar perfectamente las quemaduras que dejaba ver su blanquecina piel.

—¿Y tú quién coño eres?—Habló otra profunda y masculina voz.

Desapareció. De la nada se había esfumado como un fantasma, como antes. En cuanto aquél hombre habló, ya no quedó ni rastro de él...

—Te he preguntado que quién eres—Dijo acercándose a mí, molesto, mirándome con severidad.

Era el policía, el hombre de gabardina que vi antes por la ventana. Su rostro no era muy amigable y su pelo era un poco largo, era un hombre de algo joven, de no mucha edad; Tendrá sus treinta y algo. A su lado estaba su otro compañero, que resguardaba al hombre que se había desmayado sin hacerme mero caso.

—Trabajo aquí—Saliendo del atontamiento por el otro chico que vi, me inventé rápido una escusa. Al ver la cara de interrogación del policía, decidí seguir hablando—. Una compañera me llamó y vine enseguida a ver qué había pasado.

El hombre me miró de pies a cabeza, inspeccionándome entera. No le cuadraba, no se fiaba de mis palabras, pero parecía ser que lo dejaría estar por un momento.

De momento.

—Está bien—Dijo—. Soy Sebastian Castellanos, detective del departamento de policía de la ciudad de Krimson—Explicó, para luego señalar a su compañero—. Y él es Joseph Oda, otro detective.

¿Detectives? Bueno, a la vista está la gravedad de la situación. Es de locos todo lo que ha pasado.

—Eva...—Musité, un poco minuciosa.

—Eva—Repitió—¿Has visto algo que debas contarnos? ¿Este hombre te dijo algo antes de desmayarse?—Interrogó, sin dejar de inspeccionarme.

—''No puede ser, es imposible. Ruvik está...''—Repetí sus palabras al momento, claras y tal y como las había dicho el viejo—Eso es lo que me dijo antes de caer.

—Ya veo—Se acercó al monitor. Después de eso, se largó de allí y no volvió a dirigirme la palabra, ni tampoco a su compañero. Era extraño, parecía que se había quedado traspuesto.

—Sebast...

—Deberías de marcharte rápido de aquí, no es muy buen lugar—Habló su otro compañero entrecortándome la palabra; Joseph, creo que era—. A fuera nos espera una ambulancia, vamos—Dijo—. Carga tú a este hombre, yo iré a buscar a Sebastian.

—No puedo.—Respondí clara—. Habían más compañeros míos por aquí que seguían caminando, los perdí de vista en cuanto nos separamos para ver qué pasaba—Expliqué—. Tengo que encontrarlos—Él me miró y suspiró, apoyándome al viejo y cogiéndome del brazo.

—Ahora no hay tiempo—Volvió a decir, serio y preocupado—. No sabemos lo que está pasando ni cómo ha ocurrido esto. Será mejor salir cuanto antes de este lugar.

—No puedo dejarlos aquí—Volví a pronunciar.

—Si no salimos ya...—Habló el doctor, aún con los ojos cerrados pero consciente—Acabaremos como ellos, o peor.

—¡Pero...!—No me dio tiempo a decir nada más, de nuevo. Joseph me había cogido del brazo y me había cargado ya al doctor, yéndose así sin más.

Maldiciendo, no me quedó de otra que ir hasta la salida con este a rastras, pero en cuanto abrimos la puerta, todo mi mundo cambió, se derrumbó.

The dark of your soul |The Evil Within|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora