VII: El pacífico son del piano

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Se despertó perdidamente desorientada, con un dolor insoportable y punzante en su cerebro y, en una casa de madera. ¿Había vuelto de nuevo? ¿A caso Ruvik la había traído?

Se enderezó aún un tanto confundida y mareada, agarrándose a una mesa para no caer desplomada al suelo. Si era cierto que él la había traído de nuevo, tendría que buscarles. 

Debía encontrarles.

Echó un pequeño vistazo a la casa en la que se hallaba y salió de allí. Seguía teniendo sus armas; La pistola, el cuchillo y el hacha. Nada había desaparecido y seguía con ella. Parecía estar en el pequeño pueblo que tenían que pasar cuando dejó a Seb solo, con unas tres casas. Una enfrente bastante grande, una pequeña a su derecha y la otra de la que había salido hacía escasos momentos.

Bajó las escaleras de madera y se dirigió a la que tenía justo delante, meciéndose el cabello negro por su cara al haberse deshecho la coleta. Se la quitó y se la volvió a hacer.

Un fuerte estruendo resonó en la casa que tenía en mente y corrió hacia allí como un relámpago, abriendo la puerta de golpe y persiguiendo el sonoro ruido de una bala saliendo de su escopeta, para luego ver cómo habían dos personas allí de pie en una especie de sala quirúrgica.

—¡Seb!—Gritó ella al verle. Estaba de una pieza, por suerte. La expresión del serio detective cambió en cuanto vio a la chica allí de pie, también entera.

—¡Eva!—Corrió hacia ella preocupado y feliz de volver a verla—Gracias a Dios que estás bien.

Sebastian la cogió de los hombros y le sonrió aliviado. Ella, aunque no era mucho de sonreír, hizo lo mismo. Pero desvió su mirada al doctor y ésta cambió a una completamente severa, más fría de la que tenía normalmente.

—¿Dónde estabas?—Preguntó el detective haciendo que ella le volviese a mirar—Desapareciste de repente.

—Es cierto, lo siento mucho.—Dijo tronándose el cuello—Algo extraño hizo llevarme a otro lugar, no sabría explicarlo...

Más bien...Ruvik fue el que me llevó a aquel lugar, sin ninguna duda.

—Te entiendo.—Afirmó el detective con la cabeza, él sabía perfectamente de lo que estaba hablado—Te felicito por haber sobrevivido y haber vuelto.

—Lo mismo te digo.—Sonrió con arrogancia la azabache—Ocuparse de todos esos tú solo no debe de haber sido fácil.—Dijo—Porque seguro que él no te habrá ayudado mucho...—Señaló con la cabeza a Jiménez con una mueca de desagrado.

Marcelo frunció el ceño y desvió la mirada; El sentimiento de negatividad por parte de ambos era mutuo.

Eva se preguntaba del disparo y de la persona que estaba allí tendida en el suelo, así que preguntó al detective para aclararle las dudas mientras la azabache curioseaba un poco la sala tan inusual.

—El hermano de Jiménez se ha convertido en uno de esos poseídos.—Explicó Sebastian. La azabache le prestaba total atención, aún así, seguía mirando los archivos y documentos que el fallecido tenía—Estaba descuartizando a ese cadáver y murmurando cosas extrañas—Señaló con la cabeza a la persona tendida en la camilla y abierta de par en par—, cuando nos atacó y, obviamente, disparé.—Finalizó.

—Mi hermano Valerio fue el primer doctor de Leslie.—Le esclareció el médico a la ojiverde—No sé cómo pudo llegar a hacer esto...

Yo sí.

Un leve dolor agudo inundó la cabeza de la chica sin previo aviso, agachándose por el irritante sonido que le invadía y viendo cómo, para más locura, se formaban diversas imágenes en su cerebro.

The dark of your soul |The Evil Within|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora