VIII: Recovecos oscuros

438 37 3
                                    


Leslie se tiró al suelo con las manos en la cabeza atemorizado, siendo escoltado por su tutor al mismo instante. Yo seguía mirándole, al igual que él a mí. Poco a poco, fui poniendo menor distancia entre nosotros.

—¿Y tú quién coño eres...?—Preguntó malhumorado Sebastian, dando algún que otro paso y cogiéndome del brazo evitando que me acercase a él.

—¡No! ¡No le sigas!—Advirtió el doctor.

Pero ninguno de los dos le hicimos caso, ambos caminábamos hacia él. Cada vez me acercaba más, pero estaba completamente tranquila, no tenía miedo. Ruvik se giró dándonos la espalda, no sin antes dedicarnos una última mirada, volviendo por la puerta por la que habíamos salido, hasta que desapareció por completo. 

¿Qué...?

De un momento a otro, Leslie y el doctor habían desaparecido, dejándonos a Seb y a mí solos en ese tétrico y alargado pasillo. Poníamos nuestros pies en el suelo, nos acercábamos cada vez más a la puerta y, antes de poder atravesarla...

Una grandiosa ola de sangre nos engulló por completo.

~~~~ ~~~~ ~~~~ ~~~~ ~~~~

La fría superficie estaba siendo el apoyo de mi espalda, notando como mi columna vertebral se congelaba a medida que seguía tendida. Parpadeé diversas veces antes de que mi visión volviese a la normalidad, descubriendo que gracias a la puerta abierta que había, frente a mí se cernía un pasillo con paredes verdes lleno de puertas y al final de el, una desviación.

—Alguien me quiere en el hospital...

Por medio se esparcían diversas camillas y sillas de ruedas que ataviaban el corredor empapelado con imágenes y cuadros rotos, más la pared resquebrajada que proporcionaba. El aire estaba totalmente cargado y, por los focos rectangulares de luz, distinguía a la perfección los ácaros volando por el camino.

Miré a mi izquierda y leí lo que había escrito en grande con sangre en la pared, colmando casi el muro entero.

''He's always watching, we can't leave''

Él siempre está observando, no podemos escapar.

Me aferré a mi tan estimada hacha y esquivando más muebles desperdigados por el suelo decidida y sin pensar en los nervios, me dirigí hasta el desvío que tenía frente a mis ojos.

La mayoría de las puertas estaban cerradas con cadenas impidiéndome el paso a sus adentros. Aún así, algunas sí que estaban abiertas, viendo así los cuartos de hospitales tan singulares que reconocía ya a la perfección.

Tragué en seco cuando oí un conjunto de risas que habían salido de una de esas habitaciones, más cuando abrí la puerta, ahí no había nada, sólo la completa oscuridad. Después, esa risa había cambiado por el llanto de una mujer, pero venía de otro cuarto. Molesta, abrí la puerta con cuidado y vislumbré una silla en medio de la sala, con unas cortinas rojas tras ella. El llanto no cesaba y ahí seguía sin haber nada, sólo yo y mis nervios a flor de piel.

Salí molesta y consternada. Cuando llegué al final pude ver cómo un enorme cuadro descansaba en la última pared. Un cuadro antiguo de un hombre trajeado y sonriente, o eso parecía.

Pasé de largo y traspasé la puerta del desvío hasta llegar a un cuarto de baño totalmente ensangrentado, más las baldosas blancas que hacían de pared. El suelo estaba encharcado de sangre, diría incluso que tenía una gran profundidad, ya que me llegaba hasta la rodilla. Y no era un charco, para nada. Era toda la superficie llena de plasma.

The dark of your soul |The Evil Within|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora