XVII; Similitudes y diferencias

281 31 23
                                    

Pov Eva

—Me alegro de que estés bien—Me dijo con una mueca sonriente—. Sabía que seguías viva. 

Le devolví la sonrisa y me senté en un apoyo que había ahí. Tenía en frente a ambos detectives, uno mirándome complacido y el otro, un poco confundido. 

—Lo mismo digo, Seb—Respondí. Me quité la coleta y me dejé el pelo suelto un momento, mientras hablaban. Me coloqué bien el pelo y me lo puse hacia adelante. 

Joseph se colocó bien las gafas y me miró, para después observar a Sebastian serio.

—Eva, él es uno de mis compañeros de trabajo—Lo señaló, a lo que él asintió como saludo—. Joseph. Es bastante inteligente y un buen detective. 

—Ya nos conocíamos, Sebastian—Esclareció el de gafas, con una pequeña y tímida sonrisa—. La vi en el hospital, ¿recuerdas? Me la tuve que llevar fuera, a la camioneta—El moreno asintió. Ahora, el otro detective me miraba—. Aun así, no nos presentamos correctamente. Me alegro de conocerte bien, aunque las circunstancias no sean las mejores.

—Ya...—Sonreí débilmente, sensata—Lo mismo digo, yo soy Eva. 

—Parece ser que no has tenido la suerte de librarte de este infierno, Eva. Lo lamento...—Su expresión se volvió un poco triste, y acto seguido suspiró. Bueno, supongo que al ser detectives, que alguien experimente algo como ellos no debe de ser muy alegre.

Negué con la cabeza.

—No lo lamentes, no es culpa tuya—Enfaticé. Me miré las manos con la mirada perdida, recordando la primera vez que estaba en el hospital y, cómo mis otros dos compañeros, me siguieron. Al final no acabó como queríamos. No acabó como quería—. Más bien...Es por mi culpa que haya acabado aquí. 

Sebastian me dedicó una mirada seria y cómplice. Suspirando, se rascó la nuca y se adelantó unos pasos, mirando hacia los lados. Sabía que en cualquier momento alguno de esos podría salir donde menos te lo esperas. 

—Ah—Articulé. Ambos se giraron a mirarme con curiosidad—. Seb, la pistola que me diste se ha quedado sin balas. ¿No tendréis por casualidad, no? 

—¿De pistola, dices?—Me preguntó el medio asiático. Hice un mínimo movimiento de cabeza para decirle que sí—Por suerte cogí un rifle de un coche de policía, así que me quedan balas de mi pistola. Toma—Rebuscó por su chaleco negro y sacó unas cuantas, suficientes para mí y mi supervivencia. Abrí la mano para que me las pusiera—. Soy mejor francotirador, puedes quedártelas. 

Sonreí comprensiva.

—Gracias, las necesitaba—Saqué el arma y la recargué bala a bala, volviéndomela a guardar una vez acabada detrás del pantalón—. Por mucho que yo también sea más buena con el hacha, necesitaré esta pistola por si acaso. Nunca está de más. 

—Estás empezando a aprender, eh—El de ojos castaños entrecerró los párpados con malicia, para después sonreír normal—. Uno no está lo suficientemente preparado para estas cosas.

—Tengo que aprender si no quiero morir, Seb—Con una mueca tiránica me levanté, guiñándole un ojo en broma. Miré hacia mis lados y volví a recogerme el pelo para hacerme una coleta. Moviéndome tanto, no puedo tener el pelo suelto. Sería una molestia. 

Cojeé un poco al incorporarme, pero hice ver como si nada hubiera pasado. Pero por desgracia para mí y con la suerte que tengo, el detective se dio más que cuenta. 

—¿Te ocurre algo en el pie?

Sin darle mucha importancia, seguí caminando. Pero él me paró agarrándome del brazo. Me giré para mirarlo , flemática. 

The dark of your soul |The Evil Within|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora