XXIV: Dulce y oscuro

224 32 15
                                    


Narra Eva


Tosí repetidas veces, moviendo mis manos como si tuviera un pequeño espasmo. 

Poco a poco fui moviendo mis dedos, apretando los puños con fuerza y notando cuán agarrotados los tenía. No sabía ni por qué estaba medio tirada en el suelo, pero aun así hice el esfuerzo por levantarme, recordándome el dolor de pie que todavía estaba roto. 

Miré hacia todo mi alrededor, confundida, desorientada y sin palabras. 

¿Qué había ocurrido?

Llevé mis manos a mi cabello, acariciándomelo en un gesto de angustia y contrariedad. Suspiré y bufé pesadamente, hasta que cerré mis ojos por impulso al intentar pensar o encontrar alguna pista de lo ocurrido.

Ya me acordaba.

Estaba en esa iglesia. La iglesia donde me encontré con Kidman y luego, Ruvik apareció cuando fui a buscar a Leslie. 

Sí, estábamos todos allí metidos.

Me acuerdo perfectamente del encapuchado y Kid hablándome en dos bandas,cada uno diciéndome una cosa y a ella gritando de dolor por una razón en particular que desconozco. Y, también...A Ruvik hablando por el cuerpo del corderito. 

Pero sobretodo, el desaparecer de allí con ellos dos. Con él. 

 — Maldita sea...— Musité, entumecida. Posé mis ojos en mis manos y gruñí en cuanto las vi amarradas— ¿Dónde cojones estoy? 

¿Y desde cuándo estoy aprisionada? 

Tragué en seco, intentando mantener la compostura y permanecer tranquila. Palpé como pude tanto mis bolsillos como mi ropa, pero no encontraba rastro alguno ni de mi cuchillo y ni de la pistola.

Mucho menos de mi querida hacha. 

Hice una mueca de fastidio y disgusto, bufando algo exasperada; No me gustaba ir por ahí sin ningún arma. Al verme sin ellas, busqué con la mirada por todas partes algo afilado que pudiera cortar la incómoda cuerda que me sostenía las muñecas, pero por más que lo hiciera, no encontraba nada. 

Por no decir que el cuarto donde me encontraba —si se le podía llamar así—, no tenía casi iluminación y no podía tener ningún detalle de dónde me hallaba. 

— Dónde se supone que me ha traído...— Pensé en voz alta, abstraída. Casi a los dos segundos fruncí el ceño, y subí mi mentón algo más enfadada— ¡¿Dónde narices estás, Ruvik?!

— Aquí mismo. 

Su susurro permaneció en mi oreja como si fuera un pequeño transcurso del tiempo, pero me quedé quieta al sentirlo. No me moví y con todas mis fuerzas, intenté hacer ver que aquel suspiro y su cercanía no me habían provocado un solo escalofrío. 

Me lamí el labio, algo nerviosa. 

Aun así, al fin, opté por girarme hacia él y encararlo; No le tenía miedo. 

Subí mis ojos para encontrarme con los suyos, tan fríos y cristalinos como siempre que los veía. Pero él ya hacía tiempo que me estaba analizando y examinando como si fuera una especie de enigma encubierto o un interesante juguete que le acababan de poner delante. 

O un enigmático y tóxico lobo que estaba viendo cómo me desgarraría. 

— ¿Dónde está Leslie?— Pregunté con frialdad. Ruvik primero observó mis manos, para después fijarse en mis ojos— Estábamos juntos. Estaba antes con él en aquella iglesia. 

The dark of your soul |The Evil Within|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora