VI: La sangre que instruye el camino

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Eva estaba desconcertada. No sabía por qué estaba Jiménez en la grabadora, qué era el sistema STEM y Mobius... Sobretodo, hablaban de experimentar con gente razonable, personas psicológicamente sanas y cuerdas. Y lo que más le inquietaba era que usaban a sus pacientes del hospital Beacon, tal como Leslie.

¿Por qué experimentaban con gente con problemas mentales? Ese tal ''Mobius'' quería ir más allá y empezar con personas con capacidad de juicio. Está claro que el doctor estaba metido en algo muy peligroso.

Ya decía yo que no era trigo limpio. Había algo en él, en su persona, que me producía total repugnancia y aversión.

La adusta chica no hacía más que darle vueltas y sentirse impotente al no poder haber estado allí con Sebastian, ya que se había quedado a solas con tal sujeto. Aún le entró más odio cuando pensó en el corderito, en cómo Jiménez corría detrás de Leslie para mantenerlo extrañamente a salvo.

—Espero que Seb y Leslie estén bien, tengo que reunirme con ellos cuanto antes.—Habló pasando de largo por unas decorativas plantas con macetas de madera.

Unos sonidos de una rejilla por encima suyo le hicieron alzar la mirada. La cancela del conducto de ventilación de arriba—Que también había varios escapes y diferentes mecanismos allí— se meneaba ligeramente, partida de cuajo brutalmente como si alguien hubiese bajado del techo.

La única imagen que se le vino a la cabeza fue a ''ella'', si se le podía llamar así. Pensó que la mujer del foco debería haber bajado por allí, —debido a que era un gran agujero y había suficiente espacio allí arriba para pasearse por donde quisiera del techo.— Pero lo que no entendía era cómo se fue directamente a por aquél hombre, como si supiese con certeza que se escondía allí.

Qué estremecedor.

Entonces camina por los conductos del techo...Será mejor tener el oído bien puesto para no tener que encontrármela.

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Uno...dos...y tres.

Dos cuerpos más tirados por el suelo. Éstos si que estaban muertos, o eso creía. Tampoco fue a investigarlo por su propia cuenta. El tercero estaba con un cuchillo paseando por allí, haciendo de guardia por una especie de puerta parecida a la de los ascensores.

Sus orbes azules observaban como iba de un lado a otro, mirando lado a lado por si aparecía alguien con el cual pararle los pies. Era bien cierto que no tenían capacidad de razonamiento, eran como animales. Ellos sólo iban a matarla y nada más. Pero parecía ser que sabían a la perfección cuál era su objetivo y, lo peor de todo...Era que tenían un oído increíble.

El sujeto se dio la vuelta dándole la espalda; Grave error.

Agachada, acortaba cada vez más la distancia que les separaba sin que éste se diese la vuelta, en completo silencio. Una vez a sus espaldas, se elevó hasta quedar a su altura, sacó el cuchillo que le había dado el detective y le seccionó la yugular.

El cuerpo se desplomó bajo sus pies y la azabache, con sus manos llenas de sangre, se dirigió hacia la puerta sin miramientos. Estaba entreabierta, parecía que se abría con una especie de mecanismo o botones, pero allí no había ninguno y en la sala de recepción todos los que vio estaban rotos y no funcionaban.

Se tronó el cuello y suspiró por lo que tendría que hacer ahora; Hacer un enorme esfuerzo por abrir la pesada puerta y entrar adentro. Dejó el hacha a un costado y agarró con sus dos manos cada lado, presionando la puerta con fuerza y abriéndola poco a poco, hasta que finalmente, cedió.

—Vale...Este sitio parece ser una pequeña oficina.—Agarró de nuevo su hacha, mirando los ordenadores y los escritorios. Varios papeles estaban desperdigados y los ordenadores no se encendían. Se giró hacia sus espaldas y algo le llamó mucho la atención. Una especie de caja fuerte—¿Y esto?—Se acercó, viendo como varios números estaban marcados por dátiles llenos de sangre.

The dark of your soul |The Evil Within|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora