Donde los caminos de Charles y Olivia se encuentran durante la estadía de la chica en Mónaco, por lo que comienza a formarse una evidente conexión entre ellos con la que luego tendrán que lidiar.
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CHARLES 24 de Abril de 2020
Saint-Tropez
Literalmente el 2019 había marcado un antes y un después en mi vida.
Había firmado un contrato con Ferrari, estaba cumpliendo mi sueño de correr en Fórmula Uno y había atravesado perdidas, triunfos y cambios. Había despedido a un amigo, había terminado una relación de años, había cometido errores, había hecho cosas bien y para darle un cierre, había conocido a alguien de una manera inesperada y aunque no me consideraba como alguien supersticioso o creyente del universo y ese tipo de cosas, podía asegurar algo:
Olivia Glatzer no había aparecido en mi vida solamente porque si, así que debería ser obra del destino.
Estuvimos en los mismos lugares al mismo tiempo y jamás nos habíamos cruzado, pero justo ese día, en el mes de Agosto, ambos decidimos ir al mismo lugar y todo se había dado para que nos encontremos en ese pasillo.
No sabía que había llevado a Olivia a ese club y por esa razón no podía hablar por ella, pero si podía hablar por mí. Siempre íbamos Riccardo, Marta, Nico y yo. Riccardo jugaba con Marta y yo con Nico y eso era algo que nunca cambiaba hasta ese día.
Por temas de comodidad, confianza, conexión y entendimiento mutuo, jamás cambiaba a mi compañero y él tampoco llegaba tarde o no avisaba que iba a algún lugar. Nico era la persona más puntual y responsable que conocía.
Sin embargo, justo ese día decidió que no lo sería. Y usualmente eso me hubiese molestado, pero esta vez tenía que agradecerle, porque ya no podía imaginar mi vida de otra manera.
—Olivia, ¿Estás bien?—le preguntó Thomas a la chica cuando ella llegó a nuestra mesa. Se sentó frente a mí, en la única silla que quedaba libre entre Marta y Lara. Levantó su cabeza y lo buscó con la mirada, perdida, hasta que lo encontró.
Tenía los ojos rojos, como si estuviese conteniéndose para no llorar. Y seguramente hacía eso regularmente, porque jamás la habíamos visto hacerlo. Olivia jamás lloró frente a nosotros.
No era lo mismo verla llorar de emoción en la boda de su mejor amiga, que verla llorar por estar afligida. Y sabiendo que Olivia es una persona que guarda sus emociones y las demuestra solo cuando quiere, seguramente odiaba llorar frente a las personas.
Pero eso no quita que sus ojos reflejan como se siente, al igual que su expresión y su forma de actuar. Durante todo el día, Olivia había estado callada, solo hablando en monosílabos y sonriendo forzadamente. Y aprovechó la primera oportunidad que tuvo para estar sola cuando dejamos el yate y fuimos al hotel.
—Necesito un cigarrillo o un trago—respondió, haciéndome rodar los ojos al escuchar que quería fumar. Tomar alcohol no era tan grave porque no sentía necesidad de ingerir alcohol todo el tiempo o tenía dependencia, pero si lo era que fumara, porque ya se había convertido en una adicción.