veintiséis.

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OLIVIA

Montecarlo, Mónaco

Finalmente, era periodista deportiva.

Me había recibido, tuve una gran celebración a la que asistieron mis amigos y una cena con toda mi familia. Pasé muchas semanas en Argentina y luego volví a Mónaco, para descansar y estar en mi departamento un tiempo mientras organizaba todo mi calendario en base a las fechas de las carreras.

Esos eran los únicos momentos en los que me detenía a pensar sobre mi vida. Es decir... antes creía que viviría en Italia y tendría un trabajo en un canal siendo comentarista, pero terminé viajando alrededor del Mundo, cubriendo una categoría que siempre fue mi favorita, con la que ya estaba familiarizada y había encontrado mi pasión.

Me había alejado del grupo de amigos que compartía con Francisco y tenía amigos nuevos, porque descubrí que me funcionaba mejor tener amigos desparramados por ahí, que un grupo.

Solamente me quedaban Lara, Marcos, Chiara y Franco, y el primer grupo de amigos que me hice en Mónaco; los amigos de Charles. Ellos, para mi sorpresa, siguieron en contacto conmigo y obviamente, los seguía viendo. Aunque yo sabía que eso implicaba que en algún momento podría cruzarme con él, no me molestaba. Después de todo, quizás era lo justo y tampoco habíamos terminado tan mal.

Dejando eso de lado, había formado una gran amistad con Francesco Bagnaia y Fabio Quartararo, así que los findes de carrera eran bastante divertidos.

Y por otro lado estaba Paulo, pero eso era un poco más... complicado de explicar. Solo lo resumía diciendo que nos volvimos más cercanos. Ambos vivíamos en Turín cuando nos conocíamos, y en el último tiempo yo estaba viajando seguido a ese lugar y la verdad, él me apoyaba, me entendía, respetaba mis tiempos y lo que le pidiera. Cada vez que me desahogaba, estaba él dispuesto a escucharme, darme consejos o simplemente darme un abrazo.

O hacerme levantar temprano para jugar pádel.

—Tengo una entrevista mañana—rompió el silencio Paulo, peinando su pelo hacía atrás—no te va a gustar cuando te diga quién es la entrevistadora.

Solté un resoplido y puse mis ojos en blanco, irritada. Era muy temprano para que me hablara de esa persona y que encima me contara que lo iba a entrevistar.

—Me puedo imaginar quién es—dije, disgustada.

Paulo me miró y levantó una ceja, sonriendo de lado.

—¿Que es lo que te molesta de ella?—preguntó con curiosidad—debe haber una razón por la que pones esa cara de orto cada vez que la nombro, y te pregunto esto porque a que a vos no te cae mal una persona solo porque si. Siempre tenes tus razones. Tenías tus razones para odiarme en su momento.

—Nunca te odié—le recordé—y respecto a tu pregunta... me molesta que su periodismo se base en hablar mal de los deportistas y hacer artículos cuestionables. Vi las entrevistas que hace y son buenas, pero luego, es otra persona. No hay necesidad de ser tan dura y crítica, hay maneras.

—¿Así que debería prepararme para la entrevista, no?—cuestionó.

—Si, deberías hablar con tu equipo y con tu agente de prensa—sugerí—sus preguntas tienen trampas.

—¿En serio?—cuestionó, sorprendido.

—Sí.

Un cómodo silencio se formó entre nosotros, por lo que lo observé atentamente. Los tatuajes en sus brazos, la forma de su mentón, sus ojos verdes, sus largas pestañas, su pelo y su piel bronceada.

OVERDRIVE ─ charles leclercDonde viven las historias. Descúbrelo ahora