Prólogo

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Repasé por décima vez el manuscrito antes de armarme de valor para enviarlo a la editorial. Eran las cinco de la mañana y los nervios no me habían permitido descansar durante días.

Siempre había escrito, pero lo había hecho para mi, nunca había compartido ninguno de mis textos con nadie, hasta que hace unos meses decidí enseñarle la novela en la que había estado trabajando a una de mis amigas más cercanas; Rebeca. Fue ella quien me dio el empujón que me faltaba para enviar el borrador a alguna editorial, aunque yo estaba por completo segura de que ni siquiera me iban a responder.

El síndrome del impostor invadía mi cuerpo a cada segundo, ni siquiera había estudiado nada relacionado con las letras, sino que me había formado en cine; es cierto que escribía guiones, pero pensaba que ese era mi elemento, y no las novelas, pero ya había apretado el botón de "enviar", así que no había vuelta atrás.

Cerré el portátil y me tumbé en la cama, tenía que intentar descansar un poco, pues al día siguiente me esperaba un viaje de cuatro horas ala capital para asistir a un festival con unas amigas, cosa que no me hacía especial ilusión; no me gustan las aglomeraciones, pero teníamos las entradas desde hacía meses y sí que tenía ilusión de ver a un par de grupos en concreto.

Le di un gran trago al café que acababa de comprar en la cafetería del tren. Llevaba unas ojeras impresionantes, cubiertas de forma estratégica por unas enormes gafas de sol. Rebeca y Sara hablaban muy animadas, pero yo no ponía atención en la conversación, sino que me limitaba a observar por la ventana.

— ¡Alma! —La voz de Rebeca me sacó del trance—. ¿Ayer saliste de fiesta y no nos avisaste? 

Ambas se rieron y yo solo bufé, cansada.

—¡Vamos, tía! —habló Sara—. ¡Que nos vamos de festival! ¡Alegra esa cara!

— ¡Exacto! —secundó Rebeca—. Voy a tener a Thomas enfrente mía.

Maneskin era uno de los grupos por los que íbamos al festival. Rebeca y Sara me arrastraron a conocer a este grupo italiano tras perderme nuestra quedada para ver Eurovisión hacía unos meses. Quería verlos en directo, aunque la idea de estar rodeada de tanta gente no me hacía gran ilusión, me gustaban, pero tal vez no tanto como a ellas, aunque creo que nos merecíamos una escapada juntas y qué mejor ocasión que esta.

— ¡Eh! —Rebeca llamó nuestra atención—. Mirad este tweet. —Nos mostró el móvil.

— No leo una maldita mierda con el temblar del tren, tía. —Le dije.

— Que se ve que Damiano está modo Ethan desde que está soltero. —se rio.

— No entiendo. —Dije.

— Que se ve que en París le ha dado a una fan un paquete de tabaco con el número de habitación. —Contestó Sara esta vez.

— Hombres ... —resoplé.

— Pues chica, ojalá Thomas me diera a mi un paquete de tabaco. —Suspiró Rebeca de manera exagerada.

Las siguientes horas pasaron volando ante mis ojos; hicimos turismo por la capital, nos arreglamos y disfrutamos del festival como nadie, conseguimos segunda fila y cantamos las canciones de todos los grupos a pleno pulmón. Menos Rebeca, que una vez que salieron los italianos solo sabía gritar. Nos hicimos amigas de otras fans durante el concierto y, en aquel momento, me alegré de que mis amigas me convencieran para hacer esa escapada; realmente la necesitaba.

Nos quedamos un rato hablando con otras chicas a las puertas del recinto, intercambiando números unas con otras.

— ¿Os venís al hotel? —Preguntó una de ellas.

Bed of roses · Damiano DavidDonde viven las historias. Descúbrelo ahora