Unas voces lejanas me sacaron de la cama. Miré el reloj de la mesita; las siete de la mañana. Fruncí el ceño intentando adivinar si eran Sara y Rebeca o había alguien más. Me puse nerviosa. Damiano me había dicho que teníamos un plan que duraba todo el día pero no pensaba que fuese a comenzar tan temprano. Me acerqué a la puerta y, de repente, ya no oía a nadie. Pensé que habrían sido imaginaciones mías por culpa de los nervios así que me desperecé y decidí salir a desayunar para estar preparada para cuando viniese el italiano.
Llegué al comedor, que estaba a unos pocos metros y vi globos en el techo y alguna que otra decoración más.
— ¡FELICIDADES!
Sara y Rebeca salieron de la cocina, junto con Ethan, Victoria, Thomas, Ana y Damiano.
— Dios, vais a matarme de un susto —hablé, con la mano en el pecho—. Entre ayer y hoy, si seguís así, no voy a cumplir muchos más años. —Bromeé.
Damiano vino, dando grandes zancadas, a darme un beso.
— Estás preciosa recién levantada.
En ese instante caí en la cuenta que iba en pijama y sin peinar.
— Mierda, qué vergüenza —musité—. Voy a adecentarme un poco.
— ¡Nada, nada, que no os da tiempo! —Habló Rebeca, dándome un abrazo.
— Eso, te arreglas luego. —Sara también me abrazó.
— ¡Ahora los regalos! —Gritó Thomas.
— ¿Regalos? —pregunté—. No, no, regalos no.
No me gustaban los regalos, me hacía sentir mal que la gente gastarse dinero en mí, ni las sorpresas, y ya iban dos.
Nos sentamos todos en los sofás y empezaron a sacar paquetes envueltos. Me los pasaron y se quedaron todos mirándome. Aquello me ponía demasiado nerviosa, pero puse mi mejor sonrisa y comencé a desenvolver los regalos. Todos eran detalles preciosos relacionados con el cine y la literatura.— Muchas gracias, chicos —hablé—. Pero no teníais por qué...
— Falta uno. —Dijo Damiano, que estaba sentado a mi lado.
El italiano sacó un pequeño regalo cuadrado y me lo tendió. Yo me quedé mirándolo unos segundos antes de desenvolverlo.
Era una caja de un CD de música. La portada era un papel blanco, y había un "tanti auguri, Alma" junto al dibujo a mano alzada de un corazón.— Queríamos regalarte algo que nadie más tuviese —Habló Damiano, viendo mi cara de sorpresa.
— No te quites mérito —dijo la bajista—. Ese regalo es tuyo, nosotros solo hemos hecho nuestro trabajo.
Yo seguía sin entender muy bien la situación, era un CD, pero ¿qué había dentro?
— Son... —el italiano se aclaró la garganta—, es una selección de canciones que te gustan...versionadas por nosotros.
— ¿Có...cómo? —Mis manos empezaron a temblar un poco.
— Bueno, yo tenía una idea de canciones que te podrían gustar, pero ellas me han ayudado bastante. —Se rascó la nunca mientras señalaba a mis amigas.
— Damiano...
No me salían las palabras, era el mejor regalo que jamás nadie me había hecho, el gesto más bonito que habían tenido nunca. Casi me olvido de respirar durante unos segundos. Me lancé a sus brazos, hundiendo mi cabeza en su pecho, no me salían las palabras pero quería demostrarle lo mucho que me había gustado su regalo.
Los demás comenzaron a vitorear y aplaudir.
Cuando el abrazo terminó, le besé. Fue un beso corto, pero cargado de sentimiento.
— Es el regalo más bonito que me han hecho nunca...—Susurré.
Damiano tan solo me sonrió y volvió a besarme.
— ¿Podemos escucharlo todos o es privado? —Bromeó Rebeca.
— Podéis, pero ahora tenemos que irnos, o llegaremos tarde. —Contestó el italiano.
— ¿Tarde a dónde? —Me levanté del sofá, con prisas.
— Las sorpresas no se dicen —rió Damiano—. Vístete, pero no corras, a ver si te vas a caer.
Salté sus piernas mientras le pegaba en el hombro.
Una vez estuve preparada me despedí con un abrazo de todos mis amigos y, cuando íbamos a salir por la puerta, me paré en seco e hice que Damiano se chocase conmigo.
— Bella, ¿qué pasa? —Se rió.
— ¿Vamos en coche?
Damiano asintió y yo salí corriendo hacia el salón para coger el CD. Volví a la puerta sonriendo y el italiano negó con la cabeza, de forma cariñosa.
Subimos al coche que había alquilado y me faltó tiempo para poner el disco.
— ¿Lo quieres escuchar ahora, en serio?
— Obvio que quiero —respondí—. ¿Qué pasa?
— A ver... —se rió—. Me da algo de vergüenza.
— ¿Vergüenza que te oiga cantar? Te recuerdo que vives de ello.
— Ya, pero nunca había hecho un regalo así —arrancó—. Y a ver si no te van a gustar las versiones, yo...
Estaba nervioso. Era la primera vez que veía a Damiano nervioso. Me enterneció tanto que no pude evitar reírme.
— ¡Oye, encima no te rías! —Fingió estar molesto, con la mirada fija en la carretera.
Me limité a poner una mano en su pierna y él me miró, sorprendido.
— Estoy segura de que me van a gustar más incluso que las originales.
Le di al play y noté como el italiano se tensaba. Los acordes de la guitarra de Thomas sonaron y acto seguido Ethan y Victoria se unieron. La voz de Damiano inundó todo en un momento. La primera canción era Bed Of Roses de Bon Jovi.
Me quedé inmóvil, sonriendo, mirando al frente, escuchando la voz rasgada del italiano hacer suyos los versos de la canción. Vi a Damiano tararear la letra de reojo.
Desde ese momento, esa versión se convirtió en mi canción favorita, y era consciente de que ninguna, jamás, le quitaría el puesto.Salimos del parking y caminamos unos escasos metros hasta que Damiano me informó que habíamos llegado.
— No entiendo, ¿qué hacemos aquí?
Volteé para mirar la calle. Estábamos en el centro, en una de las calles principales, llenas de tiendas y con un cine, cerrado, por la hora que era.
— Vamos a entrar. —Señaló la sala de cine.
— Damiano, es por la mañana, está cerrado.
— No para nosotros.
Tiró de mi mano y nos adentramos en la penumbra de los cines. Un hombre nos abrió la puerta, que estaba cerrada con llave, y nos guió hasta una de las salas.
Yo no entendía nada, pero me dejaba llevar por el italiano, que no me soltaba la mano.Justo en medio de la sala, junto a dos de las butacas, una pequeña mesa auxiliar con palomitas, chucherías, bebida y una rosa.
Miré a Damiano, con el corazón acelerado.
El hombre se fue y nos dejó solos. El italiano me dejó pasar a mi primero y llegamos junto al festín.— ¿Esto es solo para nosotros? —Susurré, sin creérmelo.
— Para ti.
— Damiano...te has pasado, no tenías por qué... —balbuceé—, ¿cómo has hecho para...?
Me calló con un beso.
— Disfruta de tu día, bella.
— ¿Qué vamos a ver? —Me senté.
— El Cuervo —sonreí de ilusión, como una niña pequeña—, y El Lado Bueno de las cosas, que sé que no la has visto. —Rió.
Las luces se apagaron, Damiano seguía sin soltarme la mano, me apoyé en su hombro, dispuesta a disfrutar de aquel momento, el más surrealista y precioso de toda mi vida.
ESTÁS LEYENDO
Bed of roses · Damiano David
FanficLos caminos de una joven escritora y un famoso cantante se cruzarán más de una vez de las maneras más inesperadas y abruptas posibles. "Siguió subiendo sus manos hasta casi rozar mis ingles cuando noté mi móvil vibrar. Aparté a Damiano de un empujón...