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Salimos corriendo del apartamento. Hacía mucho que no trasnochábamos y se nos había olvidado a las tres lo mucho que solía costarnos despertar al día siguiente.

Corrimos escaleras arriba en la estación de metro mientras intentaba no ahogarme; debía dejar de fumar.

— Joder —espetó Rebeca, al final de las escaleras—, justamente hoy que tenemos una reunión importante, y estamos horribles.

— Hagamos los últimos metros sin correr, por favor —suplicó Sara, intentando recuperar el aliento—. Al menos no lleguemos rojas de la carrera, anda.

— Estoy de acuerdo —reí—. Esperad que me haga un moño o algo, que esto de que se me haya secado el pelo al viento ha sido una idea malísima.

Entramos en el enorme edificio de oficinas de la productora y nos dirigimos a la sala de reuniones, donde nos esperaba Roberto con una sonrisa mientras se señalaba el reloj de su muñeca.

— Ya creía que llegabais tarde.

— Pero hemos llegado justo a tiempo. —dije.

— Bueno, ¿Cuál es la súper sorpresa? —Preguntó Sara.

Las tres nos sentamos alrededor de la gran mesa. Estaba sedienta de la carrera, así que cogí una de las botellas de agua y procedí a abrirla.

— Bueno —comenzó el director—, hemos contactado con un grupo que está bastante en auge y en principio les ha encantado la idea. Incluso alguno de ellos se han leído tu libro, Alma. —Me miró.

— ¿Pero quiénes son? —Habló Rebeca—. ¡Dios mío, qué tensión!

— No sé si estáis puestas en el tema de Eurovisión —continuó Roberto.

— No me jodas. —Dijo Rebeca, mirándonos a las dos con los ojos muy abiertos.

En aquel momento mi corazón se paró, no podía ser, era imposible. Me acerqué la botella de agua para beber y tranquilizarme.

— Los italianos que...—comenzó el director de nuevo.

Me atraganté con el agua que había comenzado a beber y la esparcí por toda la mesa. Roberto y Sara me miraban sin entender, mientras que Rebeca me daba golpecitos en la espalda para ver si así dejaba de toser como una idiota.

— ¿Maneskin? —susurró Sara.

— Sí —contestó Roberto—. Los mismos. ¿Sabéis la publicidad gratuita que nos va a traer que ellos hagan la banda sonora? ¡Si al final acceden va a ser lo más!

— No, no, pero vamos a ver...—Comencé a hablar ante la atenta mirada de mis amigas, que sabían muy bien por qué me había atragantado mientras intentaba limpiar el desastre que había causado con un pañuelo.

No pude continuar hablando porque unos golpes en la puerta me interrumpieron. El asistente del director asomó la cabeza con una amplia sonrisa.

— ¡Ya están aquí! —informó—. ¿Les hago pasar?

— Por supuesto. —Contestó Roberto, también con una sonrisa.

Yo miré a mis amigas en busca de ayuda, pero ellas solo pudieron encogerse de hombros y mirar hacia la puerta, abriendo los ojos como platos.

Respiré hondo un par de veces, ¿Qué probabilidad había de que Damiano, o ninguno de ellos, se acordase de nosotras? Era imposible.

— ¡Hi! —Saludaron los cuatro italianos al unísono. Me giré con la mejor de mis falsas sonrisas.

— ¡No fucking way! —Gritó Thomas mirando a mis amigas—. ¡Yo me he ido de fiesta con vosotras!

— ¡Todos! —Rio Ethan.

Bed of roses · Damiano DavidDonde viven las historias. Descúbrelo ahora