Espectadores

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La brisa traía consigo el perfume azucarado de las tardes de verano. Marley era una ciudad pintoresca y ajetreada; sus callejuelas enrevesadas como pequeños rincones florecidos de vida.


Delante suyo, Hanji correteaba con la ilusión infantil de quien conoce de nuevo el mundo. Y él, relegado a admirarla desde la lejanía, sólo podía seguirla atento, apretando el paso para intentar no perderla de vista entre la muchedumbre aglomerada.


-Debí de haber sabido que eso de actuar casuales quedaría en el olvido...- refunfuñó entre dientes, casi como si hablara para sí mismo.


Hanji se volteó hacia él, con una sonrisa traviesa bailándole en los labios: la misma que los años de soldado le habían borrado a la fuerza, descolorida. Esa que a Levi le endulzaba el alma de melancolía cálida.


- ¡Vamos! - lo alentó, en una exclamación alegre. - ¡Estás rezagándote y aún no hemos probado el helado!


Él enarcó una ceja, confundido. ¿Helado? ¿Qué se suponía que debía de ser aquello?


-No tenemos tiempo, cuatro ojos. - le advirtió. Debían atravesar la zona céntrica para llegar a la mansión de Hizuru antes de caer la tarde, pero no iban a lograrlo si se detenían a probar la comida de todos los puestos. - Tampoco dinero.


Ella puso los ojos en blanco, divertida, y sacudió el monedero medio vacío delante de sus narices; el tintinear metálico de las monedas casi como el sonido melódico de un cascabel.


-Prometo que será lo último que gastemos. - suplicó, haciendo puchero. Y Levi estaba seguro de que era mentira, pero no podía decirle que no. Nunca había podido decirle que no.


-Sólo espero que no te de una indigestión. - resopló, rendido; el semblante medio enfurruñado. Habían comido cazuela de pescado y manzanas acarameladas y una masa fina y triangular que habían reconocido como "pizza".


Hanji dejó escapar una carcajada chillona, extendiendo la mano hacia él para arrastrarlo por la conglomeración en la avenida.


-Veremos quién se caga encima primero, entonces. - lo desafío, enlazando los dedos bien fuerte con los suyos.

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Era cierto: el helado había estado delicioso. Una especie de crema saborizada que se derretía empalagosa en la punta de la lengua, casi como el hielo. Levi debía admitir que le había gustado bastante, incluso cuando aún seguía prefiriendo la templanza del té.


Estaban caminando ahora por la rambla, cerca del puerto. El sol de la media tarde brillaba alto en el cielo, asomándose dorado entre las nubes escasas. Hacía calor, y los chicos se les habían adelantado calle arriba junto con Onyankopon, que los guiaba un par de pasos por detrás. A su lado, Hanji terminaba a mordiscones su segundo cono de helado: esta vez, uno rosado sabor frambuesa.


-No puedo creer que finalmente estemos aquí. - suspiró, deteniéndose para mirar el océano que oleaba topacio frente a ellos.

Segunda Oportunidad [Levihan Oneshots]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora