Segunda Oportunidad [Levihan Oneshots]

Tu Nombre

CARTA DE HANJI A LEVI...

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Hace un tiempo tengo la impresión de que vivimos atrapados en un dejavú, de que las preguntas nos asaltan cuando cerramos los ojos, nos ensordecen cuando todo se queda en silencio.

A veces, en la intimidad de mis noches a solas, pronuncio tu nombre al vacío, lo pruebo en mis labios buscando rastros tuyos, me imagino diciéndolo en un contexto en donde el mundo no nos pese tanto, donde las respuestas nos duelan menos que la ignorancia.

Quiero convencerme, en el júbilo de mi desesperación, de que nuestro amor es suficiente, de que con nuestro amor alcanza. De que el suspiro de nuestros ojos cruzándose en la oscuridad es lo único que va a desenterrarnos de la miseria. Y a veces, en la quietud de las madrugadas, con tu cuerpo desnudo desbordándose dentro del mío, me permito creerlo.

Quizás, porque quiero engañarme otro rato, escaparme de lo impostergable del adiós refugiada entre tus brazos. Quizás, porque te amo aún sabiendo que, para los soldados como nosotros, entregarnos al amor es dejarnos romper en mil pedazos. Que para nosotros amar es un juego en el que sólo podemos perder, la crónica de una muerte anunciada.

Quiero confesarte que te pienso en mis desvelos, y que te nombro al vacío, y que te llamo en secreto y que, en mi ingenuidad crédula, vuelvo a soñarte con la mirada despierta. Que te encuentro en las huellas de cada beso, que te busco aferrándome al perfume de tu pecho.

Asumo, tal vez, que ya te has dado cuenta. Tus manos me apartan el pelo de la cara, y tus dedos abrazan mis cicatrices y tu boca me desnuda expuesta también de alma. Te enredo entre mis piernas y te pinto con caricias y mis ojos brillan allí donde nuestros latidos son promesa implícita; la ironía de poder amar pese a la angustia, la poesía de habernos construido en medio de tanta destrucción.

Te confieso que, por las noches, cuando las voces de todos se apagan, me acurruco en tu piel y me gasto la ilusión, dibujo en el aire un futuro que no existe, que nunca llega. Y te llamo al vacío; imagino tu nombre retumbando contra las paredes de la sala, resbalándose de entre mis labios en el éxtasis de la lujuria. Imagino tu nombre dibujado en las estrellas, perfumado en nuestra cocina, atragantado en el desayuno. Imagino aunque las preguntas vuelvan marchitas para atacarme en la penumbra. Imagino aunque las respuestas sigan ardiendo profundas en el corazón.

Quizás sea porque nuestro amor es lo único de lo que puedo estar segura cuando todo es incierto. Lo único que puede salvarme cuando la vida se me cae a pedazos. Quizás, es porque te amo incluso consciente de que tenemos fecha de vencimiento, de que se nos acaba el tiempo, de que la felicidad se nos escurre como agua entre los dedos.

Me siento en silencio, y me juro a mí misma que no voy a hablar en voz alta, que no voy a condenar concreto al tumulto de emociones que me apretujan el alma. Que si lo digo no habrá caso, ni casa capaz de darnos resguardo.

Pero las palabras y la felicidad y la vida no son más que lo efímero de un pestaño. Y, entonces, cuando todo lo demás se esfuma finito en el ulular de la noche, se quema en el repiquetear del fuego, sólo el amor perdura.

Sólo nuestro amor perdura.