Prólogo

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—¡Shhh, Poppy! Acuéstate y déjame contarte este cuento —dijo su tía con una suave sonrisa.

Poppy obedeció y se escabulló bajo el edredón de unicornios junto a su perrito de felpa. Sus ojos estudiaron el libro de cuentos que la mujer sostenía con mucho cuidado. Ella entendía la razón. Cuando su tía había empezado a leerle los cuentos había dicho que era un libro antiguo de su tatarabuela, quien había sido escritora.

—Voy a empezar. —La mujer hizo una pausa dramática para crear expectación—. Este cuento se llama Los pájaros que nacen de la madera.

La niña apretó su peluche contra su pecho y esperó.

—Había una vez, en un pequeño pueblo de Escocia, junto a un río, un árbol, uno antiquísimo, y del que se decía que podían nacer pájaros de su madera. Se creía que la magia ocurría cuando los trozos de madera caían en el agua y luego se transformaban en aves bellísimas.

»Cuando estas aves cobraban vida, aprendían a volar y abandonaban sus nidos. Todas, menos una, que se quedó junto al árbol; volaba sobre el pueblo cercano, pero siempre regresaba. Su canto alegre se escuchaba desde lejos.

»Una tarde, el maravilloso sonido atrajo a una muchacha. Cautivada, danzó sobre las raíces del árbol, y luego se quedó dormida bajo su sombra. El ave se enamoró de la joven apenas la vio.

Los ojos de Poppy se abrieron, y sintió una mezcla de curiosidad y emoción.

—A pesar de su propia belleza, el ave se sintió perdida por la sencillez de la muchacha; pero cuando anocheció y ella se marchó, su melodía se volvió triste y melancólica, casi dolorosa de escuchar. En cuanto su llanto se extinguió, el ave le pidió un deseo a una criatura muy poderosa de la fauna, la cual plantó aquel árbol. La criatura, que se sentía agradecida porque el ave no había abandonado el árbol, susurró en sus pensamientos que para cumplir sus deseos debía entrar en el río.

»Y así fue. El ave entró en el río, cerró los ojos, pidió un deseo y entonces se convirtió en hombre. Feliz con su transformación, abandonó el agua, se acostó bajo el árbol y soñó con la muchacha.

»Al día siguiente, la joven regresó al lago y encontró al hombre; estaba ocupando su lugar. Molesta, se acercó y lo despertó. Cuando sus ojos se encontraron, ella también se enamoró de él; era el hombre de aspecto más asombroso que había visto, su belleza era casi divina. Solo existía un problema: él no podía hablar. Aun así, la muchacha y el hombre empezaron un romance. Todos los días se encontraban bajo el árbol y ella leía o danzaba para él, y todos los días el hombre la esperaba, hasta que un día ella no volvió.

El corazón de Poppy se aceleró, como si, de alguna forma, el cuento se tratara de ella.

—El hombre esperó y esperó. Los días pasaron. En su desesperación por encontrar a su amada, fue al pueblo, pero la muchacha no estaba ahí. Además, como no podía hablar, no sabía cómo preguntarle a otros por ella, así que volvió al árbol y esperó, hasta que una tarde la joven regresó. Él corrió y la abrazó, pero la joven no regresó ni su abrazo ni su beso. Cuando se separaron, ella anunció que se había casado. El hombre no entendió sus palabras; la muchacha le explicó que su padre la había obligado a casarse con otro hombre. Además, le confesó que, a pesar de quererlo, no podía quedarse con alguien que no hablaba y que, por ende, no sabría mantenerla o darle aquello que necesitaba. Y así se despidió y abandonó al hombre junto al árbol.

»Devastado y desesperado, él lloró por horas; ¡tenía un dolor tan fuerte en el pecho que no comprendía! Sin embargo, recordó las palabras de la criatura que le había hablado acerca de cómo debía cumplir sus deseos. Entonces se arrojó al agua, pero esta vez se ahogó. La criatura, al ver la tragedia, se enfureció con la mujer; y antes de que abandonara el pueblo para siempre, la maldijo: así como el hombre se había enamorado al verla y había sido su alma gemela, sus hijas también encontrarían al amor de su vida, pero, así como el hombre, jamás lo conservarían; llorarían sus lágrimas y experimentarían el dolor incomprensible de un corazón roto.

Su tía concluyó la historia y su voz se apagó, dejando que la habitación se cerniera en un silencio confuso.

—¿Te gustó el cuento?

—No lo sé. Fue muy triste y no tuvo un final feliz —soltó insegura, y frunció su pequeña frente—. ¿No es que en todos los cuentos hay un final feliz? ¿No es que en todas las historias de amor los protagonistas viven felices y comen perdices por siempre?

Al escucharla, su tía sonrió, aunque su sonrisa era triste y algo nostálgica.

—No, querida. No todos los cuentos tienen finales felices, ni todas las historias de amor tienen parejas que viven felices por siempre.

Poppy se atrapó el labio inferior entre los dientes.

—Pero con tu alma gemela es diferente, ¿no?

El semblante de su tía se ensombreció. Parecía estar a punto de decir algo, pero luego pareció cambiar de opinión y su sonrisa cambió a una más alegre.

—Así es. No todas las personas tienen la suerte de encontrar a su alma gemela, pero, si lo hacen, serán muy afortunadas y vivirán un amor verdadero. ¿Tu quieres encontrar a tu alma gemela, cariño?

—¡Sí! —exclamó ella, sentándose en la cama—. Será un príncipe. Sexy, guapo, lindo...

Su tía rio.

—No repitas lo que lees en las revistas de tus primas o Rowan me matará.

—Ya te escuché —dijo su madre desde la puerta. Al parecer, llevaba un rato allí, observándolas—. No desveles a mi hija. Mañana tiene que ir a la escuela y St Paul's es un colegio exigente.

—Es solo un cuento —soltó Poppy, acariciando su perrito de felpa.

Su madre le dirigió una mirada silenciosa.

Allí estaba de nuevo, ese semblante melancólico que había visto en los rostros de las mujeres de su familia en varias ocasiones.

—Ese no es un cuento —refutó su madre. Su voz no expresaba ninguna emoción—. De hecho...

—Rowan... —intervino su tía, frenando cualquier otra palabra. Había una advertencia en su voz.

Ambas se encontraron en un duelo de miradas que Poppy observó sin comprender. Unos segundos después, su madre desvió el rostro y sus ojos se posaron sobre ella. Poppy creyó que diría algo más al respecto, pero solo negó con la cabeza y les dio la espalda.

—Buenas noches, Poppy —se despidió con voz rígida, pero suave.

—Buenas noches, mamá.

No hubo beso de buenas noches, pero Poppy estaba acostumbrada. Aunque su mamá y su tía se parecieran físicamente, sus personalidades eran tan distintas como el sol y la luna. Una cálida, la otra fría. Aun así, Poppy amaba a ambas mujeres y sabía que ellas la querían.

—Tu madre siempre pensando solo en la educación. Nunca cambiará —murmuró su tía, desviando la atención del breve enfrentamiento—. De cualquier forma, no repitas todo lo que escuches o leas.

Ella asintió, obediente. Su tía le tomó la barbilla y la levantó con los dedos para mirarla a los ojos. Su semblante también se había vuelto serio.

—Tienes que ser fuerte, Poppy —dijo—. Algún día, vivirás tu propia historia de amor. Te enamorarás a primera vista de aquella persona que detenga tu corazón; e, incluso si no eres feliz para siempre a su lado, tienes que seguir adelante. ¿Sabes por qué?

La niña negó.

—Porque las mujeres Sinclair somos fuertes, y nuestra familia siempre estará allí para ayudarte a sanar tu corazón roto.

En ese momento, Poppy se prometió que sería una mujer fuerte y protegería su corazón.

Pero, en ese momento, ella no sabía que ese cuento no era solo un cuento de ficción, sino un relato muy antiguo sobre su familia. No sabía que su familia escondía un secreto muy antiguo, ni que desde su nacimiento estaba maldita. Tampoco sabía que, años después, encontraría a su alma gemela y cometería un error.

Y definitivamente no sabía que ese mismo hombre rompería su corazón y volver a amar sería un acto aún mayor de valentía.

Este corazón roto [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora