Dibujaste estrellas alrededor de mis cicatrices

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Si James pudiera describir como se sentía en una palabra sería emocionado.
No paraba de pensar en Betty, día y noche, incluso en las tardes, o cuando entrenaba, ayer había sido el último día de clase, oficialmente estaban de vacaciones, el verano que tanto soñaba con Betty estaba a punto de empezar.
La ceremonia de graduación sería en la semana, la verdad es que James no tenía ganas de ir, ni tampoco una razón para hacerlo, todo lo que sabía era que Patrick se graduaba.
Luego nada parecía lo suficientemente importante a lado de Betty, ella su sol, su luna y sus estrellas, su alegría y la razón por la que despertaba sonriendo todas las mañanas.
La adoraba.
Estuvieron hablando a través de llamadas los últimos días, a pesar de que James estuviera acostumbrado a los mensajes, cuando se trataba de Betty, prefería las llamadas, para poder escuchar su dulce voz.
Estos sentimientos o emociones, como sea que se llamaran, lo tenían abrumado, flotando constantemente en una nube de felicidad pura, quería que Betty también se sintiera así.
Quería que fuera su chica, suya.
Habían quedado para las seis de la tarde, James pensó en una bonita cafetería, o que podrían ir al cine, o tal vez ambas cosas.
Estaba un poco nervioso, eligió unos jeans negros y una camisa azul claro, pensó en cortarse el cabello, pero le gustaba tener el cabello largo, tal vez en otra ocasión.
Fue hasta la casa de Betty para buscarla, justo como se debía buscar a una chica, con un pequeño ramo de flores, esta vez eran rosas amarillas, porque pensó en rosas, pero sabía que a Betty le gustaba ese color, mejor así pensó.
Tocó el timbre, esperando, y al instante salió la chica más bonita del mundo, su cabello en ondas, un vestido floreado de color amarillo y las converses de nuevo, era tan hermosa.

- ¿Para mí? - preguntó emocionada señalando las flores.

- Para ti - dijo James entregándoselas.


El rostro de Betty se iluminó al recibirlas - No tenías que hacerlo, muchas gracias.

James la envolvió en un abrazo - ¿Estás lista?

Ella asintió, subieron al auto, que James había tomado prestado de su madre.

James trató de encontrar una emisora - ¿Algo de Taylor Swift puede ser?

- Puede ser - respondió Betty.

James rió - Pudiste haberme engañado, por supuesto que Taylor Swift.

Betty se acercó a él - Si ya sabes ¿entonces por qué preguntas?

James la miró por unos instantes - ¿Estás tratando de seducirme?

Betty retrocedió - Puede ser.

El semáforo estaba rojo, James volvió a mirar una vez más temiendo que cambiara - Y aquí estaba yo tratando de no arruinar tu labial.

Betty sintió que su respiración empezaba a volverse lenta, pesada - ¿Tratando?

James acarició su mejilla, el suave toque temiendo volverse codicioso, una mirada más al semáforo bastó para saber que enseguida cambiaría - Solo uno pequeño - dijo uniendo sus labios con los de Betty.

Betty sorprendida no tuvo tiempo de corresponder, fue un beso corte, apenas un roce de labios, pero le gustaba lo bien que James la hacía sentir.
Tan bien que a veces el miedo de que no fuera real la envolvía, ella tenía tanto miedo aún, las heridas y cicatrices no sanaban en un día o dos, uno se acostumbraba a ellas y tardaban mucho más tiempo cuando se trataban de cicatrices en el alma, en el corazón.

- Llegamos - dijo James.

Betty levantó la vista, era un lugar muy bonito, era un restaurante acogedor, pequeño, tenía faroles y enredaderas de flores muy bonitas, temió no estar vestida para la ocasión.
James abrió la puerta del lado de Betty le ofreció su mano para ayudarla a bajar.

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