30: Charlie

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Yo no soy tan valiente y fuerte. Y me encantaría culpar al par de tragos que no hicieron ni cosquillas o al pequeño gato negro de ojos verdes, tembloroso en la caja de donde lo encontré.

Mis manos son temblorosas por los nervios y por el frío de la noche.

Era viernes por la noche, dos semanas después del fiasco de Halloween, había decidido salir a un bar simplemente a existir. Al cabo de media hora cuando me aburrí y decidí ir a comer, me encontré al gato temblando en el frío de mitad de noviembre. Sentí que de alguna manera era nuestro destino encontrarnos... pero realmente no quería mascotas ahora, sabiendo lo ocupada que estaría trabajando, estudiando y planeando la entrevista de Juilliard. Pensé en buscar un refugio o simplemente aceptarlo y llevarlo conmigo. Pensé en dejarlo ahí porque me sentía mal por todos los demás animalitos que nunca podría salvar, pero al menos a él, le daré una buena vida. James siempre quiso un gato.

Toco el timbre de su casa a la media noche. Y mientras espero me siento un poco patética, pero no era por mí, era por el gato y por él, y sí un poco por mí. Mi abrigo lo tenía el gato dentro de la caja para que pueda arroparse, mientras yo me estaba helando.

La puerta se abre despacio y lo veo. Está adormitado y su cara cae en confusión cuando me ve, poniéndose alerta en seguida.

- ¿Qué haces aquí? ¿Estás bien? – pregunta y asiento –

- Me estoy congelando un poco ¿puedo pasar? – intento disimular el castañeo de mis dientes, aunque fracaso –

Me deja pasar y ya adentro pongo mi mejor sonrisa congelada.

- Dijiste que lo querías rescatado – digo entregándole la caja, está confundido mientras observa dentro y luego su cara de alivio y ternura es todo lo que veo –

- ¿Dónde estaba? – pregunta –

- En una esquina en la caja muriendo de frío... ¿sí lo quieres adoptar? – pregunto –

- Sí, – asiente rápido con la cabeza y luego deja de ver al gato para verme – ¿tú estás bien?

- Sí – sonrío – y si le encuentro un hermano te lo traeré –

- Será bienvenido – sonríe y luego me observa detenidamente - ¿estás bien?

- Sí – repito y me encojo de hombros – eso de ir al psicólogo sí sirve

- Me alegro, Cas... ¿puedo hacerte té? – pregunta y niego a pesar de la tentación de querer decir que sí –

- No, tengo que irme, solo quería dejar al amiguito en su nueva casa, no quería encariñarme –

Él asiente y camino de vuelta a la puerta. Pero me detengo en el umbral.

- Con lo que me dijiste ese día, que era joven y eso... sé lo que quiero James, al menos ahora lo sé, me gusta mi vida sencilla y compartir con los que amo – sonrío con tristeza y sacudo mi cabeza, deteniéndome y cambiando el tema - ¿Has pensado en un nombre? –

- Charlie – responde sin ningún gesto en su cara, tomo una profunda respiración –

- Encajará bien en la granja de los Charlies – juego y salgo por la puerta –

Me detengo un momento viendo a la casa de mis padres, todo oscuro, seguramente duermen. Mis ojos se llenan de lágrimas y vuelvo a suspirar. Sigo avanzando. 

FiladelfiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora