25.♤[Parte I]

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*Latido*            *Latido*        *Latido*

El sonido del mazo golpeando la madera luego de dar el veredicto suena en eco en mi cabeza. La suave sensación de mis lágrimas bajando por mis mejillas, mi corazón latiendo con furia en mi pecho y mis uñas haciendo un agujero en la piel de mis palmas.

"Mi tiempo se agota..."  -Exclamó antes de regalar una débil sonrisa que destruiría todo en mi interior.

*Latido*  

Horas antes:

Mi cerebro taladra con fuerza mientras corro a toda la velocidad que me permiten mis pies. No tuve tiempo para pedir un taxi ni mucho menos para pensar en algún medio de transporte que me llevara al tribunal.

Mis pulmones trabajan a toda velocidad para que mi cuerpo continúe y cuando me detengo para descansar mis partes del cuerpo que se están esforzando por llegar, recuerdo por quien lo hago y sigo corriendo.

Los edificios que tan bien conozco, por los que pasé millones de veces cuando me mantenía al margen de la vida de rico empiezan a pasar por mi lado, uno a uno, con sus colores opacos y sus vidrios sucios.

Me detengo en la esquina, sin aliento y con el corazón casi saliendo por mi boca. Mis ojos se posan en aquel sitio que ahora es un restaurante famoso y por un breve instante un débil recuerdo de lo que parece ser ya hace una eternidad.

Una chica con un uniforme de camarera esta saliendo de una vieja cafetería, unos hombres están a cierta distancia de ella, aguardando para llevarla a un bar a divertirse y ella, sin saber la verdad, sin saber que ese hombre de ojos azules que la miraba y que decía que no iría a ese bar sin ella era su esposo.

"Si tuviera que atravesar ese infierno de nuevo solo para estar contigo.."

Sus palabras salieron en un susurro en medio de la noche, cuando el sueño intentaba apoderarse de mí, aún a pesar de mis intentos por quedarme más rato hablando con él.

Cubro mis ojos con una mano y dejo escapar el último aliento agitado que tenía dentro antes de ponerme a caminar hacia el restaurante. No puedo seguir corriendo. Moriré si sigo así.

Abro la puerta y me encamino hacia la cocina para tomar un vaso de agua. Aún me cuesta venir a este lugar sin que mi columna reciba un choque eléctrico por los recuerdos de mi padre tirado en el suelo.

Paso por las estaciones donde los cocineros están preparando sus platillos y llego a lavabo. Ni siquiera tomo un vaso, meto la cabeza bajo grifo y lo abro para que me caiga encima.

El agua me empapa a gran velocidad y los recuerdos agitados de lo sucedido hace poco se van con ella. Solo quiero felicidad...Para él...Para mí...Para Nath...Para todos.

-Vale...-escucho la voz de Joe a través del chorro de agua. Giro mi rostro hacia él, sin cerrar la llave ni alejarme del agua.-¿que haces aquí? El juicio está por empezar...-dice señalando el televisor que cuelga en una esquina. Me levanto lentamente, cierro el grifo y me acerco al aparato.
-¿Cómo es posible tanta maldad?...-mis ojos dejan escapar las endemoniadas lágrimas que se mezclan con las gotas de agua que caen desde mi cabello.-¿cómo pueden disfrutar de lastimar a un inocente y exhibirlo de esta forma?...-siempre leía sobre la maldad del humano, sus crímenes y sus malas decisiones. Mi padre también solía leerme las historias de la biblia y de todas ellas, la de Jesús era mi favorita pero también la que me hacía sentir un vacío en el pecho.
-El humano es la creación más defectuosa del cielo...-dice Joe parándose a mi lado. Giro mi rostro lentamente hacia él.-es tan incapaz de estar conforme con lo que tiene que debe buscar en otro sitio algo que sacie su necesidad, incluso si ese algo le arrebatará la felicidad a otro...-sus ojos se encuentran con los míos y en ellos veo dolor, un dolor antiguo y muy clavado en su pecho.-Dios jamás abandona a su creación, es su creación quien lo ha abandonado a Él...-estira su mano con una toalla hacia mí y yo la tomo con mano temblorosa.
-¿Crees que Dios aún acompaña a Gabriel?...-pregunto a media voz. El se acerca un paso y coloca una mano sobre mi hombro.
-Te aseguro que un hombre que ha protegido a los que ama por tantos años como lo ha hecho Gabriel jamás ha estado sólo...-mi corazón late con fuerza en mi pecho y no sé exactamente porqué.-sé que este es el momento elegido para liberar al inocente de las cadenas del mal y todos, gracias al veneno mortal del maligno, veremos el milagro celestial en vivo y en directo...-dice girando su rostro hacia el televisor. Imito su acción cuando me doy cuenta que el juicio lo verá toda la cuidado, por lo que se gane o se pierda hoy, todos sabrán quien ha sido la víctima aquí y quien el monstruo.
-Debo irme...-digo antes de girar para mirarlo. Él me indica con un asentimiento de cabeza que lo haga y yo me apresuro a salir.

Faltan veinte minutos para que empiece lo que será la comidilla de la ciudad entera. Las maldita ratas que se alimentan de la basura que otros dejan tirada y de la que se han alimentado por años.

Se han adherido a su carne, han bebido su sangre, lo han maltratado, le han clavado la daga en el pecho, le han señalado y se han aprovechado de él. Y aún así Gabriel nunca ha estado sólo.

Mis lágrimas siguen cayendo por mi piel mientras corro nuevamente por las aceras para llegar al tribunal. Las pantallas de los edificios muestran el reloj que sigue corriendo más y más deprisa.

La gente se amontona frente a ellas para no perder ni un solo instante del juicio y debido a ello impiden el paso. Pero estoy por llegar, nada me impedirá llegar al sitio antes de que empiece.

Me detengo en una esquina para recuperar el aliento y para observar el edificio del tribunal. Lo he logrado. He logrado llegar a mi destino y nadie me lo impedirá.

Sigo avanzando, a una velocidad moderada por la acerca hasta el paso peatonal y espero para cruzar la calle. En el instante en el que el semáforo se pone en rojo, un carro negro avanza hasta quedar frente a mí.

La ventana del vehículo baja lentamente y en cuanto veo quien va en el, todo a mi alrededor se oscurece. La maldita víbora asquerosa y vieja a la que le aplastaré la puta cabeza a como dé lugar.

Ella saca la mano, con su mirada llena de odio y de "victoria" ciega, deja caer algo al suelo y sonríe de medio lado. Doy un paso hacia ella, sin despegar los ojos de los suyos y cuando estoy casi pegada a su rostro, susurro una única palabra.

"Caerás..."

Me alejo del auto, al tiempo que el semáforo se pone en verde y el auto avanza. Voy a disfrutar tanto su derrota que no puedo esperar más por presenciarla.

Dejo escapar el aire y me agacho lentamente en el sitio para mirarlo lo lo hay debajo de mi zapato. No hace falta suponer lo que es porque sé perfectamente lo que es.

Tomo la carta con dos dedos y le doy la vuelta lentamente para mirarla. Mi corazón se detiene por un instante y reanuda su marcha a un ritmo más rápido.

"Se acabó el juego..."

El as de corazones que está frente a mis ojos me deja claro que se acabó mi tiempo. Se ha acabado el juego, las amenazas y mi vida. Se acabó todo.

Prometida Liberación. ¤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora