Capítulo 28

164 28 15
                                    

Los leves rayos de sol estaban por iluminar la ciudad de Shibuya luego de un oscura y fría noche. El cielo estaba algo oscuro, pero con pequeños rayos que apenas iluminaban el cielo y donde, si te fijabas con atención, podías ver aún las pequeñas estrellas lejanas, totalmente inalcanzables. Así como lo era el deseo de cambiar el pasado.

Los sollozos de un chico resonaban a la orilla del río, fuertes, agonizantes y dolorosos. Así estuvo Kazutora toda la mañana, ahogándose entre sus propias lágrimas, sollozos y lamentos por no haber visto aquel mensaje antes, por no llegar a tiempo, por no poder proteger una vez más lo que era tan importante para él, lo único que tenía, lo único que le quedaba. Ahora, estaba vacío otra vez, volvía a estar sólo.

— ¡Kazutora, debemos irnos a otro lugar!— Le había gritado Naoto antes de salir del auto estacionado frente al edificio donde había estado la junta de la Tokyo Manji.

— ¿por qué?— Preguntó el pelinegro desconcertado, a punto de abrir la puerta cuando Naoto arrancó el auto otra vez mientras tecleaba rápidamente en su celular.

— Mierda ¡necesito una unidad a la dirección que mandaré! ¡RÁPIDO!— Exclamó mientras conducía y pisaba el acelerador a fondo.

El mal presentimiento de Kazutora había crecido en su pecho otra vez.

— No entiendo Naoto ¿qué sucede?— Preguntó mirando con desesperación al chico sentado a su lado, conduciendo lo más rápido que el auto se lo permitía.

— Es Chifuyu.— Tum-tum. Su corazón casi explota por el puntazo que sintió, casi asfixiándolo por el golpe de adrenalina.— Está en peligro.

Si, lo estaba, lo estuvo, siempre. Chifuyu estuvo en peligro no desde que decidió perseguir a Kisaki para vengar a Baji, sino desde que decidió entrar a ToMan, desde la primera vez que quiso perseguir a Baji a todos lados para que lo dejara unirse a esa pandilla. Desde ese entonces, había estado en un peligro constante, porque así funcionaba ese mundo y, aún así, tomó el riesgo por trece largos años.

Cuando habían llegado al edificio, entraron con cautela, primero los soldados del escuadrón que Naoto había pedido, después ellos ellos atrás, pendiente de todo y atentos a su alrededor a pesar de estar protegidos. Pero la cautela de Kazutora desapareció cuando oyó el disparo. No supo ni él mismo en qué momento pasó, pero había tomado el arma que Naoto le había dado por prevención y corrió hacia la sala donde se oyó el disparo, pasando por entre los soldados a pesar de que trataron de detenerlo.

No supo como es que había pasado, pero cuando sus ojos color miel chocaron con los grises de Kisaki, lo único que atinó a hacer fue disparar, sin importarle la circunstancia, pues demasiados recuerdos de traumas habían llegado a su mente y ésta se nubló, al igual que sus ojos se oscurecieron, apretando el gatillo sin pudor, ni duda. Le había dado igual convertirse en un asesino por tercera vez, sólo quería a Kisaki muerto.

Cuando el hombre estuvo en el suelo, gritando por el dolor de haber recibido un disparo en su hombro, Kazutora pudo darse cuenta del entorno en el que estaba... y lamentaba haberlo visto. Sus ojos se abrieron ampliamente y el arma se resbaló entre sus dedos cuando sus ojos se encontraron con la peor escena de todas: Chifuyu, en el suelo, rodeado de un charco oscuro de sangre.

— ¡Kazutora!— Escuchó un grito detrás de él, tal vez de Naoto, y recién ahí pudo reaccionar, dándose cuenta de que su mundo se había caído de un segundo a otro.

Había corrido hacia él, lo había tomado entre sus brazos, había abrazado con fuerzas el cuerpo aún caliente de Chifuyu, pero que no respondía a ninguno de sus toques, ni de sus gritos... ni de sus ardientes y agrias lágrimas que resbalaban por sus mejillas como salados mares de dolor y agonía.

No quiero perderte // Kazufuyu Donde viven las historias. Descúbrelo ahora