Capítulo 23

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El santuario Musashi no estaba muy lejos de donde se encontraban. Kazutora tuvo que caminar un par de calles, le llevó unos diez o quince minutos llegar. Una vez en el lugar, se puso de pie frente a las escaleras y miró hacia arriba, hacia el final de las escaleras. El lugar seguía tan viejo y abandonado como lo había estado la última vez.

Subió las escaleras lentamente, recordando cuando hacían carreras entre sus amigos para ver quien era el primero en llegar al santuario. Desde los semáforos, conducían sus motocicletas a toda velocidad hasta el santuario, Kazutora recordaba el aire golpeando su rostro, soplando su cabello que en aquel momento era corto, también la adrenalina corriendo por sus venas, sintiendo el peligro de conducir a la velocidad límite, teniendo el riesgo de tener un accidente.

Si lo pensaba así, sonaba como un total suicida.

Subió hasta el lugar, mirando todo el perímetro. Podía jurar que aún veía esa vez que todos se reunieron a pedido de Mikey allí, para hablar sobre los Black Dragons, que se metían con Kazutora porque (según ellos pensaban) el chico vivía en el territorio de aquella pandilla. Baji había sugerido formar una pandilla, y a partir de ese día, había nacido la tan famosa Tokyo Manji.

Fueron tan sólo unos años los que pasaron... años en la cárcel en los que parecía que el tiempo se hubiera detenido, y tan pronto como salió, Chifuyu apareció frente a él, ofreciéndole unirse a su plan para cambiar esa misma pandilla que ahora estaba en el más profundo de los abismos. Todo había cambiado en unos años, hasta ese mismo santuario en el que había sido creada la mejor pandilla de todo Tokio, la ToMan.

— Oh, así que viniste.— Oyó detrás suya.— Tardaste lo tuyo, Kazutora.— El pelinegro se dio la vuelta, encontrándose con esos fastidiosos ojos anaranjados.

— Sólo tardé unos quince minutos.— Se defendió el más alto.

— ¿en serio? Para mi fue una eternidad.— Dijo acercándose al chico con las manos en los bolsillos de su pantalón, como si todo el jodido mundo le perteneciera.— Bueno, supongo que el tiempo pasó muy lento mientras fumaba un porro.— Kazutora hizo una mueca de asco.

— ¿podríamos empezar ya con esto? Mientras menos tenga que ver tu estúpida cara, mejor.— Se quejó metiendo las manos en los bolsillos de su sudadera.

— Bien, bien.— Suspiró el contrario.— Vamos, iremos a algunos escondites de los Black Dragons, tal vez allí puedas conseguir algo de información.— Dijo dándose la vuelta.

— ¿es en serio? ¿¡para qué me hiciste subir esas putas escaleras si ahora vamos a bajar!?— Exclamó siguendo al chico.

— ¿para qué limpiarte el culo si vas a volver a cagar?— Respondió con una pequeña risa. La mirada furiosa de Kazutora hizo que un escalofrío recorriera su espalda.— Además, no quería bajar.

— Eres un imbécil.— Junpeke sonrió.

Kazutora había cambiado bastante desde que tenía once años, ahora era más... fuerte. Junpeke llegaba a preguntarse si Kazutora también se había dado cuenta de eso. Ahora mostraba su verdadera cara, ya no era un simple árbol de dinero.

 Ahora mostraba su verdadera cara, ya no era un simple árbol de dinero

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No quiero perderte // Kazufuyu Donde viven las historias. Descúbrelo ahora