Capítulo 7

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La ciudad parecía demasiado grande para los ojos de Kazutora, que ya llevaba dando vueltas unas horas, sin saber a dónde ir exactamente. Era irónico que le pareciera tan desconocida siendo que creció allí la mayor parte de su vida. Pero claro, después de casi doce años, la ciudad no iba a ser la misma. Había nuevos edificios, más personas y todo se le hacía tan dististintamente igual a la última vez que caminó por esas calles.

Se preguntó internamente si alguien de por allí, alguien que caminara tranquilamente y pasara por su lado, se daría cuenta de quien era. Temía por aquello, es por eso que caminaba mirando al suelo y cubriendo su rostro lo más que podía con la capucha de la sudadera de Chifuyu. Podía sentir algo del riquísimo olor del perfume de Matsuno, eso le tranquilizaba un poco. De vez en cuando levantaba la cabeza para mirar a las tiendas, pero al sentir algunas miradas sobre él, bajaba la cabeza. No sabía si de verdad alguien lo observaba o sólo era cosa suya, pero decidió no pensar mucho en eso para no parecer paranoico.

Cuando se alejó un poco del centro, donde ya no había mucha gente, se quitó la capucha para echar un vistazo. Se enfocó en la carretera. Aún recordaba perfectamente cuando, antes de fundar la Tokyo Manji, hacían competencias de motocicleta con sus amigos hasta el santuario. Sonrió ligeramente al recordar esos viejos momentos con Pahchin, Mitsuya, Draken, Micky y... Baji. Su fiel compañero Baji. Kazutora podía jurar que haría lo fuera para volver a tener doce años y vivir esos días sólo una vez más.

Tragó salíba cuando empezó a sentir el nudo en su garganta, sintiéndose cuanto menos culpable. Se preguntaba internamente si todo hubiera sido diferente si los Black Dragons nunca se hubiera metido con él ese día. Tal vez nunca hubieran fundado ToMan y, de esa forma, nada de lo que estaba pasando, hubiera tenido lugar en el futuro. Se maldijo una y otra vez a lo largo de toda su vida. Todo había sido sólo un cúmulo de errores que lo llevó hasta ese momento. Los Black Dragons, robar una estúpida motocicleta, matar al hermano mayor de uno de sus amigos y culparlo a él mismo sin razón alguna. Unirse a Valhalla, dejarse manipular por Kisaki y Hanma y, sobre todo, apuñalar a Baji.

Tenía tantas cruces encima, que parecían tatuajes imborrables en su piel.

Sacudió levemente su cabeza. No, no era tiempo de pensar en eso. Había salido para despejarse, no para seguir pensando en lo mismo una y otra vez. Había pagado cada error de su vida. Estuvo en una correccional, sufrió por años y hasta el día de hoy la muerte de su mejor amigo y, sumado a todo eso, había sido cruelmente torturado en la cárcel. Aún llegaba a tener pesadillas sobre lo ocurrido del otro lado de esas gruesas rejas de hierro, jamás podría borrarlo de su mente, ese era el precio que pagaría el resto de su vida por todos los crímenes que cometió. No debía torturarse ¿verdad? Sus propios sueños lo harían.

— Menuda mierda...— Murmuró para sí mismo pasando su mano por los lacios cabellos negros de su flequillo.

— ¡Ayuda!.— Un grito lo dejó helado, haciendo que se detuviera.— ¡por favor, déjenme!.— Se oía cerca y por la voz, intuía que era una mujer.

No pensó dos veces en correr hacia el callejón de donde venía esa voz pidiendo ayuda. Al doblar, se encontró con tres tipos que tenían una vestimenta en particular. Las letras doradas sobre la tela negra podían leerse perfectamente al ver la espalda del hombre sobre esa mujer. "Todos para uno y uno para todos". La mítica frase que hicieron como parte de la pandilla al fundar la Tokio Manji gang parecía hacer eco en su cabeza.

— ¡hey,déjenla!.— Exclamó el azabache mientras se acercaba a esos tres hombres, preguntándose en qué momento ToMan había empezado a golpear mujeres. Eso no era algo digno de aquella pandilla que formaron hace casi catorce años atrás.

No quiero perderte // Kazufuyu Donde viven las historias. Descúbrelo ahora