Siento lava ardiendo la cual es tan arrolladora que no me permite pensar, ni razonar. Mis oídos claman por una respuesta que tranquilizaría mi corazón, para lo que no estoy preparada es para escuchar lo que no quiero oír.
—¿Cómo? —es o se hace el tonto para hacer esa pregunta.
—Fácil, le gusta o se enamora de alguien, luego comparten besos, descubren sus sentimientos, se comprometen, se casan y luego tienen hijos, ¿No es eso así? —explico hastiada.
Ladea la cabeza como si a mí me hubieran salido dos.
—Se cómo se da un matrimonio, lo que no entiendo es su pregunta —responde.
Se ve tan tranquilo, poderoso ahí en su trono con chaqueta blanca, camisa oscura, pantalones de vestir y zapatos pulcros, el cabello igual de rebelde y sus facciones tan perfectas que parecen irreales. Tan tranquilo sin saber lo que provoca.
—También es fácil, es sí o no —estoy quedando en ridículo más con la seriedad que expresa la cual amedrenta poniéndome nerviosa y causando que me cuestione de mis acciones—. Lo siento, señor, mil perdones, solo... solo fue una confusión, no me vaya a despedir, yo voy a hacer mi trabajo y no preguntar, solo...solo olvídelo.
Qué vergüenza, Yvonne, una mujer no hace esas cosas, eres una joven educada, respetuosa, que no se mete en vida de nadie y a quien no le incumbe ni un quinto de lo que sea que pase en su vida.
Ahora no sé dónde esconderme o meter la cara, si pudiera volvería estos tres o cuatro minutos atrás.
—No —pronuncia asustándome, el pánico debe estar reflejado en mi cara —. No estoy casado por el momento, es mi familia, mis hermanas, madre y prima.
Essoh me dio una explicación como si leyera a lo que asocié todo.
—Disculpé de nuevo, no quise ser metida, si quiere trabajo sábado, domingo, no sé, solo debe la oportunidad...—me tiembla la barbilla —, no es de mi incumbencia su vida privada.
Sin embargo, es tarde para ocultar el suspiro de alivio.
Alguien más ya me hubiera echado a la calle. Tengo miedo de ser una fracasada y volver a mi casa convertida en una perdedora para burla de mi familia al saberme con el rabo entre las piernas.
—¿Tengo derecho a hacer una pregunta? —inquiere.
Confundida contesto.
—Desde luego —más si fui una completa desubicada.
—¿Tiene novio, pareja, prometido...? —enumera las posibles etiquetas.
—Ninguna son correctas —entonces sonríe por mi respuesta de examen.
—Hay un chico que parece muy interesado en que le dé su tiempo —comenta, de tanta sorpresa estoy segura que debo tener taquicardia.
Mason sigue molestando a donde voy, deja cosas sobre mi coche como flores, chocolates que con dolor del alma regalo, amo los chocolates. Yo ya dejé mi punto claro, no hay marcha atrás.
—Ya le dije que no, ese es su problema.
—Entiendo. Continúe con su labor.
Aliviada obedezco, las cargas sobre mí se fueron, ahora tengo paz, escucho atenta sobre sus comentarios y sugerencias. La cercanía, la buena conversación, el aroma a especias y madera que desprende, así como la paciencia para explicarme algo cada vez que cometo un error.
Debo acompañarlo a la parte más importante de la joyería y es a donde se hacen todas las piezas.
Nos esperan con la puerta abierta, entro al interior del vehículo, todo sombrío, limpio, los asientos de atrás huelen únicamente a Essoh.