Essoh
Es mi madre.
Quién no nos está observando con la mejor expresión del mundo. A pesar de eso, protejo a Yvonne quién se nota espantada ante la odiosa mirada de madre.
—¿Qué significa esto? —repite —. ¿Quién es esta fulana, Essoh?
—Señora, yo... —intenta decir Yvonne.
—No estoy hablando contigo —la frena mi madre.
Entonces se encoge y no sé qué me pasa en cuestión de segundos, odio que la traten mal, que le hablen mal, odio que se sienta indefensa y asustada justo como ahora.
—No le hables así —escucho para mí mismo, bajo mis propias palabras, que es una orden, no una petición.
Ver a Yvonne tan vulnerable como si un mínimo movimiento la fuera a romper.
—Entonces no solo sácala de aquí, sino también se tu vida —me reta madre.
—Yo mejor me voy —musita Yvonne tan bajo. Le tiembla el tono de voz.
Es como si estuviera a punto de llorar y eso, eso me enfurece.
—Madre —advierto.
Se adentra más en la oficina, cerrando detrás de ella.
—Esto no es personal, hijo, pero esa niña bien sabes que no entra en tu rango —estipula así, como si nada —. Escucha, niña —se dirige a Yvonne que se aleja de mí —, no es personal, pero tú no sabes quién es mi hijo y ni mi hijo sabe quién eres tú. Son dos personas totalmente distintas, me agradecerás en un futuro lo que estoy haciendo. Eres bellísima, puedo apostar que no había visto a alguien igual, pero la belleza no es suficiente.
Le basta con eso para que Yvonne solo tome su mochila y laptop, yéndose de mí lado. No lo pienso dos veces cuando la sigo en la tormenta arriesgado a cualquier circuito eléctrico que se desate.
—¡Yvonne, espérame! —le grito bajo el viento.
Se va a lastimar con todo esto, las calles no están alumbradas, no permitiré que se vaya sola.
La alcanzo en el sótano oscuro, le teme a los truenos y la sostengo contra mi pecho cuando estos se desatan consecutivamente.
—¡Vete! —maldita sea, está llorando.
Beso sus párpados, soy un egoísta, un inconsciente por arrastrarla conmigo, pero han sido semanas de alegría, su risa, su voz, el olor de su perfume, no solo su físico, porque ella es la perdición de cualquier hombre con dos dedos de frente, es ella, Yvonne y su cabello del cual estoy enloquecido.
—No me voy a ir —aclaro.
¿Cómo hacerlo? Me dio el privilegio de ser su primer beso, de entrar en esa vida llena de energías y se ha convertido en el solo que ilumina mis días.
—Tu mamá tiene razón —solloza tratando de alejarse de mí, pero los truenos la mantienen pegada a mi pecho —, nosotros no podemos estar juntos, lo que te pasa en la universidad es poco para lo que podría venir si no familia se enterase que tengo algo con alguien como tú.
El sistema de luz vuelve en todos los pisos del edificio para ver su imagen de nariz roja y ojos llorosos con bastante determinación.
—¿Quién es tu familia, Yvonne? ¿Qué pueden hacerme? —inquiero.
Habla con tanto miedo como si en verdad estuviera asustada.
—¡No lo sé, Essoh, no lo sé! —patea una goma —. Ellos no te aceptarán ni me dejarán, ¿Lo entiendes? Fui criada de un modo...