020: Oh, Dios, Sarah

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Subo al escenario con mi reluciente, recién planchado uniforme de policía. Mi familia, la cual se encontraba de pie a un lado entre la multitud, lloraban y aplaudían sin intensión alguna de detenerse. Estaban orgullosos, ¡ahora soy detective! Mi vista se mueve unos metros a la derecha, encontrándose con la de Isa quien estaba en un estado similar a la euforia familiar.

El comisario Riverson da un paso al frente, golpea el micrófono con el dedo índice recibiendo una queja por parte del público presente.

— Lo siento, lo siento — avergonzado mira un momento al suelo. — Hoy es un día muy importante, no solo para quienes serán premiados por su trabajo honorable y excelentemente ejecutado, — el comisario detiene su discurso ante la creciente ola de aplausos — sino que también para las personas presentes en el público, quienes han sido, sin duda, un gran apoyo al momento de alcanzar dichos logros. Hoy tenemos el honor de dar a conocer y reconocer, los esfuerzos que los aquí presentes — estira un brazo hacia su espalda, señalandome a mi y cinco compañeros — han hecho en estos cinco años.

Las personas del público se ponen de pie al unísono, golpeando las manos entre si, los pies en el suelo. Alguno más arriesgados, se subieron a los asientos en un intento de sobresalir entre la pequeña multidud. Los familiares peleándose por quien alentaba y admiraba más provocando que los que estábamos en el escenario, sonriéramos un tanto avergonzados.

El comisario Riverson camina hacia atrás hasta quedarse a un lado de mi. Su mirada perdida en un punto en el horizonte, detrás de la multitud. Claramente no estaba acostumbrado a este tipo de actos, sino a su vida detrás de un escritorio dando concentimiento — o no — de realizar procedimientos policiales.
Se voltea hacia mi, con los cejas señala al sector del micrófono. Lo miro a él, miro el micrófono, vuelvo la vista a él y muevo la cabeza negando. No pienso subir a hablar en público. Desvío la mirada a mis pies enfundado en unas botas negras. El comisario vuelve a llamar mi atención está vez colocando una mano en mi hombr. Ajusta la presión, y comienza a tirar de mi hacia arriba. En un santiamén estoy de pie, a un lado de la tarima.

— Unas palabras de la detective Belo.

El comisario camina hacia atrás, sin dejar de aplaudir ni por un segundo. Levanto la cabeza encontrando una multitud desconocida. Me siento extraña. Colocó las manos en la madera, me balanceo sobre mis pies, nerviosa.

— Buenos días a todos. Hoy es un día muy especial para mi. Finalmente, después de un arduo trabajo, aquí estoy a punto de recibir la medalla. Decidí dejar las calles, las patrullas, mis compañeros para internarme en homicidios. Los que me conocen saben que no estaba entre mis opciones — me volteo al comisario, quien asiente con la cabeza dando credibilidad a mis palabras — jamás pensé siquiera en intentarlo. Pero aquí estoy. Después de cinco años puedo, finalmente, meterme de lleno en mi objetivo.

Me impulso hacia atrás, abandonando mi lugar en la tarima. Vuelvo a mi asiento junto a mis compañeros, quienes de a uno van pasando al frente.

Una vez pasaron todos pudimos abandonar el escenario entre aplausos. Busco a mi familia con la vista, parada en la punta de mis pies. Veo a Isa caminando rápidamente hacia mi, me envuelve en un abrazo provocando que mis lágrimas comenzarán a salir sin autorización.

— Estuviste genial.

Sonrío y asiento. Una persona detrás de Isa llama mi atención, aún con los ojos rojos y con un pañuelo ocultando la zona de la nariz. Me disculpó con Isa, para seguido dirigirme a la mujer quien buscaba a alguien con la vista. Le tocó el hombro para llamar su atención antes de dirigirme a ella.

— ¿Claudia?

La mujer me mira sorprendida. Su semblante cambia rápidamente a uno de nostalgia.

— Sarah... Oh, dios, Sarah.

Se abalanza a mi, haciéndome perder el equilibrio. Me tambaleó hacia atrás, sin perder el agarre de la mujer. Se aparta disculpándose con una sonrisa.

— No sabía que vendría por aquí. ¿Cuánto ha pasado? ¿Cuatro años?

Claudia asiente avergonzada, aparta su mirada al pañuelo que ahora envolvía su mano derecha.

— Lamento no haber estado presente. Lamento... Oh, Dios, soy una madre terrible. Mi hija en la cárcel, sufriendo y yo no me digno a visitarla en años.

Dudo un momento antes de inquirir si quiere ir conmigo a visitarla por lo que ella responde que viene de allí.

— Está diferente — comenta — y pese a que la abandoné, no se mostró enojada. En absoluto.

Quiero comentar que si, que ella es así pero sería mentir. Mi mente viaja a hace cinco años, al momento en que Denna me hecho de nuestra casa de verano.

— Vine aquí a decirte que estoy... estamos muy agradecidos por lo que estás haciendo, Sarah.

— Es un placer.

Me disculpe con Claudia, y sin decir palabra alguna a Isa me subo a mi auto. Enciendo la radio en un intento de despejarme y manejo a la cárcel, la cual está a poca distancia. ¿Cómo habrá reaccionado Denna al ver a su madre después de cuatro años? Sin dudas nada bien, pero claramente no quiso demostrarlo. Después de tanto tiempo ve a su madre, no quería que el reencuentro fuera incómodo. Cosas a reprochar tenía muchas, pero no lo hizo. Quien sabe cuándo la vería otra vez.

Sin darme cuenta del trayecto llegó a la puerta de la penitenciaria de mujeres, en el centro de Miami. ¿Una cárcel en pleno centro? Es raro, por no decir rarísimo pero puede que tenga una razón. Una razón que no sé pero que definitivamente existe.

Atravieso la puerta principal. Un ex colega que custodiaba la entrada me saluda con un ademán de cabeza, el cual devuelvo con el mismo gesto. Me dirigo a la ventanilla de cristal donde pido para ver a Denna D'cruz. El rostro desconocido, de pocos amigos, claramente malhumorada, me tiende un pase de visitante que me coloco en el cuello mientras un oficial me dirige hacia la habitación donde espero la llegada de mi amiga. Unos minutos después entra Denna, con esposas en las manos. Su rostro sonriente intenta enmascara el dolor y la tristeza.

El oficial le quita las esposas. Me pongo de pie para abrazarla, y enseguida nos sentamos alrededor de la mesa de madera desgastada. Saco mi placa del bolsillo en el cual se leía detective Belo. Denna sonríe, sujeta el pequeño artículo y lo observa cuidadosamente.

— Ahora podemos oficialmente apelar a tu caso.

— ¿Cómo?

Vacílo un instante intentando armar un plan en la mente.

— Primero revisaremos las pruebas. Hablaremos con Equis sobre el caso. Encontrar algo que se haya pasado por alto. Ya sabes que el detective de tu caso no hizo nada por salvarte, el te quería tras las rejas, de eso no hay duda. Para llevar a cabo su cometido, tuvo que evadir cosas, y esas son las cosas que encontraremos.

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