021: Robert Miller

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Regreso a casa después de haberme despedido de Denna. Estaba emocionada, excitada pero por sobre todo esperanzada. No puedo defraudarla. No puedo. Me paso las manos en la cara tratando de esta manera de despejar mi mente. Me bajo del auto, camino hasta la puerta y me dispongo a entrar, no sin antes limpiar mis pies en la pequeña alfombra de la entrada que reza bienvenido. Me encuentra a Isa de espaldas lavando algo en el lavabo. Se voltea al escuchar las llaves chocando contra la mesada blanca de la cocina. Sonríe secándose las manos en el delantal blanco floreado que llevaba amarrado a la cintura.

— ¿Qué haremos para festejar?

Pregunta lo suficientemente cerca de mi como para dejar un beso en mi mejilla.

— ¿Festejar? ¿Festejar qué? — pregunto sacándome la chaqueta azul, dejándola en el respaldo de la silla. — Por suerte ya no tendré que usar este incómoda uniforme. — Suelto un resoplido de satisfacción una vez me libré de dicho peso.

Isabella me observaba con los brazos cruzados y las cejas arqueadas. Me encogo de hombros restando importancia a su actitud.

— ¿No íbamos a hacer algo para festejar tu ascenso? ¡Habiamos decido eso!

— Pues ahora decido que no quiero nada.

— ¿Por qué? — inquiere furiosa. — ¿Es por Denna?

— ¿Qué tiene que ver Denna?

— ¿Es por ella?

— No. Si. Un poco. No puedo festejar cuando ella la está pasando mal. ¡Tenemos que sacarla!

— Estás obsesionada, Sarah.

Isa sacude la cabeza negando, mientras camina hacia atrás.

— ¿Acaso querer sacar a tu amiga de un infierno es estar obsesionado? — sacudo la cabeza en un intento de discipar el creciente enojo que se apodera de mi. — No puedo creerlo. ¿Tienes una idea de lo que pasa ahí dentro? ¿Estuviste cerca de una cárcel? ¡No! Entonces no opines al respecto, por dios, Isabella. ¡Se me ponen los pelos de punta con siquiera pensar en estar ahí dentro! ¿Tienes una idea de cómo es la vida para una persona como Denna en un lugar así? ¡No la hay! Deseas morirte en cualquier momento. — Observo a Isa quien, de pie estática en el mismo lugar, trata de mantener las lágrimas. — Estar vivo en la cárcel es cuestión de suerte y la de Denna se acaba.

Me volteo dejándola allí, de pie en la cocina para dirigirme a la habitación. Me siento en el borde de la misma meditando mi comportamiento. Me siento mal por haberle hablado así, pero tenía que entenderlo de alguna manera. Cierro los ojos y me dejo caer de espaldas en el suave colchón, esperando que el mismo fuera una máquina del tiempo y volver atrás hasta hace cinco años, dónde pude haber prevenido todo.

La puerta de la habitación se abre y no me hace falta abrir los ojos para reconocer a Isa. Camina lentamente el trecho que separa a ambas. Se sienta a mi lado, lentamente, temiendo romper el silencio, claramente sagrado.

— Lo siento, Sarah. Estuve fuera de lugar. No me imagino lo que estar en tu lugar. En el de ambas. Yo... Sabes que me comprometo a ayudarte. Lo voy a hacer. Te lo prometo.

Se deja caer a mi lado, imitando mi acción anterior. Peleo las ganas de decirle que me precipité, que lo siento pero en su lugar me volteo para dormir.

●●●

Me despierto sintiendo el aroma a café. Me observo y para mí sorpresa me encuentro en la misma posición en la que me acosté horas atrás. Tomo una ducha, me coloco mi nueva ropa de detective que consiste en un traje femenino. La camisa rosa me sienta. Sonrío a mi reflejo, para seguido encaminarme a la sala. Enciendo la radio encontrándome con música de los ochentas. Sonrío nostálgica recordando las sesiones de música con mis padres, quienes desde niña me inculcaron el buen gusto por la buena música. Se siente fantástico poder comenzar de lleno en el caso de Denna.

— Hice los papeles legales para que Denna pueda solicitar mi defensa.

Isa comenta desde su lugar en la mesa, con una taza de café humeante en las manos. Me acerco por detrás depositando en beso en su cabeza, para seguido sentarme frente a ella. Una taza de café reconfortante esperando por mi. Asiento a su comentario.

— ¿Qué tenemos hasta ahora?

Isabella se levanta de un salto, camina hasta el mueble color caoba que había en un rincón y vuelve cargando con un montón de notas. La mira fascinada por su trabajo. Ella se encoge de hombros y se limita a decir me comprometí.

— Tenemos que encontrarlo a él. — Con la lapicera azul rodea el nombre de Isaac varias veces.

— ¿Cómo? Esa es la parte difícil. Issac no existe.

Isa volte los ojos haciéndome entender que mi aporte no era del todo nuevo.

— ¿Sabes dónde vivía? — me pregunta. Yo niego sin quitar los ojos del falso nombre. Nunca fuimos a su casa, comento en voz baja.

Isa asiente. — ¿Que sabes de sus amigos? Cualquier cosa.

Niego, decepcionada. Mi acompañante niega sin apartar los ojos de sus notas, mientras golpeaba la punta de la lapicera en la hoja llena de palabra.

— Tenemos que hacer la reconstrucción de hechos. ¿Cómo se conocieron?

— En la playa. Estábamos tomando unas copas con Denna. Ella se puso a hablar con Equis, y yo me acerque a ellos.

— ¿Allí conocieron a Equis?

— Si.

— ¿No lo habían visto antes?

— No que yo recuerde y por cierto nunca se me escapa nada.

— ¿Vos te acercaste a ellos?

Medito un momento tratando de volver a aquel verano. Denna se pone a bailar con Equis, yo aprovecho para ir al baño. En ese momento un muchacho rubio se acerca a mi, decidido a entrar al baño, también. Recuerdo que baños femeninos y masculinos estaban prácticamente pegados. Él comienza a hablarme de su viaje con amigos, que era otra parte del país, que decidieron ir allí debido a que tenían conocidos.

— Matt se me acercó. Me habló de su viaje y de la razón por la que venían. Más barato porque la casa pertenecía a un conocido.

Isa apunta cada una de mis palabras en una hoja en blanco de su cuaderno.

— ¿Después qué?

— Después nos frecuentamos. Nada más que eso.

— ¿Por qué crees que hundió solo a Denna?

Nunca me había hecho esa pregunta. ¿Por qué? No tenía un porque. Según dijo él, la vio débil y que eso le facilitó las cosas. Pero no creo que sea una razón válida para acusar y condenar a alguien para que pague por tus crímenes.

— No lo sé. Él me odiaba. No tenía razón para exonerarme.

— Tal vez si, y no lo sabes.

Me deja pensando en la pregunta, ¿por qué no me acusó junto con Denna?

— Tenemos que hacerle una visita a el señor Robert Miller.

Ambas estábamos de acuerdo.

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