011: Sarah. Ella es el problema

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I S S A C

Salgo rápidamente de mi habitación entrando sin golpear a la de Adam. El morocho que hace un segundo dormía, se mueve perezosamente mientras con la mano derecha intenta alejar las inminentes ganas de dormir. En otro momento pude haber esperado pacientemente a que se despertara, pero hoy no es ese día.

— ¡Adam! Adam... — lo sacudo con tal fuerza que casi lo tiro de la cama.

— ¿Qué pasa? — se cubre la cabeza con la sábana de color azul mientra suelta un bufido.

— Esto es serio, Adam. Levántate.

Camino de un lado a otro frente a la cama de mi amigo, quien ante mis últimas palabras se despabila completamente.

— Ey, cálmate. ¿Qué pasa? — pregunta nuevamente al verme alterado.

— Denna se va — comento sin más. Él abre los ojos, arruga el ceño y musita un pequeño qué. — Lo que oíste, Denna se va. No sé por qué. No sé nada en realidad.

Me dejo caer a los pies de la cama, sintiendo como mi cuerpo es bien recibido en el cálido y reconfortante colchón. Adam se pone de pie, mira por la ventana y comienza a realizar mi previo recorrido: ventana-armario, armario-ventana.

— Tenemos que pensar en algo. Evitar que se vaya.

Me doy unos breves toques en la frente como si de esa manera pudiera hacer aparecer una maravillosa idea. Adam se apresura a salir de la habitación sin decir nada. Lo miro extrañado, medito un segunda para después seguirlo.

— ¿Qué está pasando? — pregunta Matt, quién hasta el momento permaneció excluido de la mala noticia, extrañado por tanto — e inusual — movimiento matutino. Lleva una toalla amarrada en la cintura, el pelo enmarañado y los ojos hinchados por efecto del sueño. En otro momento me hubiera fijado en lo sexy que se ve pero no tengo tiempo en este momento para tal deleite.

— ¡Denna se va! — manifestamos Adam y yo al unísono recibiendo la respuesta que esperábamos: pánico e incredulidad.

— ¿Qué?

Se une a mi a la cocina, viendo como Adam mueve ávidamente las manos por los cajones de la mesada. Suelta un suspiro frustrado al no encontrar lo que busca.

— ¿Qué estás buscando? — pregunto en un intento de ayudar.

— La... la linterna. La lámpara del sótano se quemó.

Una vez que sabemos la misión nos encargamos de buscar con tal o más ánimo que el morocho. Al cabo de unos minutos, Matt la encuentra gritando un sonoro eureka. Mueve el botón hacia el on, sin tener respuesta, la golpea con entusiasmo en la palma de la mano, recibiendo un breve destello de luz, para seguido encenderse por completo. Una sonrisa arrogante adorna el rostro de éste. Adam se la arrebata de las manos, no sin antes asentir en agradecimiento.

— ¡Ey!

Los dos corremos al sótano siguiendo al morocho quien ha tomado la delantera. Bajamos las estrechas y cortas escaleras llegando a un pequeño espacio vacío, a no ser por un delgado mueble de madera y un freezer. Había bajado allí solo una vez, el día que llegamos porque tenía curiosidad. Las historias que involucran un sótano no son muy divertidas. El suelo es de cemento gris al igual que el revestimiento de la pared. Está frío y oscuro. Un escalofrío me recorre la columna vertebrad dándome una sensación para nada agradable. Adam abre el refrigerador, hace una mueca de desagrado y lo cierra de golpe, haciéndonos sobresaltar.

— Issac, tienes que hacer que se quede. Lo que sea. Nosotros — se apunta a él, luego a Matt — sabemos que hacer.

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