001: La peor idea del mundo

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I S S A C

Las luces del club están más intensas de lo habitual, o por lo menos es lo que me parece.

La gente que se encuentra en el local es más, comparado con el fin de semana pasado.

— ¿Qué tipo de alcohol compraste? — me volteo para preguntarle a Adam quien viene caminando justo detrás de mi, prácticamente pisándome los talones.

El sonríe de forma burlona, hasta que se da cuenta que no es un chiste. Voy muy en serio.

— ¿En serio me estás preguntando? — el ceño arrugado enfatiza su desconcierto.

— Si, obvio.

— Era... ¿vodka? — interviene Matt, haciendo que el morocho nos mire raro a los dos.

— ¡Los dos no hacen uno completo! Y no, no era vodka.

Matt me mira a mi primero, luego a Adam y nuevamente volve a posar su mirada en mi. Es evidente que sigue sin entender. Bueno, yo tampoco lo entendía del todo.

— ¿Estamos en clases de italiano? — Ambos nos reímos, haciendo que Adam suelte un leve gruñido.

Para que tengan una idea de nuestras personalidades, les voy a mencionar tres personajes de tres libros diferentes. Bueno, para que tenga sentido tienen que haber leido los libros, pero estoy noventa y nueve coma nueva porciento seguro de que es así. Y antes de que se burlen, si, me gusta leer.

Matt es como Newt de Maze Runner. Adam es lo más parecido del mundo a Miles de Buscando a Alaska, lo único que morocho y con músculos pero yo nunca dije que me basaba en el físico, ¿no? Y yo, bueno, soy una versión 2.0 de Finch de All the bright places.

Un pequeño golpe me saca de mi fugaz pensamiento. Era Matt llamándome la atención para mostrarme a una chica que está apoyada en la barra.

— Si, muy linda. — contesto yo, principalmente para no quedar sin decir nada, aunque en realidad si era linda. Bastante linda.

— ¿Qué van a pedir? — pregunto distraídamente mirando la carta de tragos que estaba sobre el mostrador. Y con mirando la carta de tragos me refiero a mirar los precios porque soy lindo, cool pero no soy rico.

Matt se decide por whisky. Adam copia su acción. Yo, por mi parte pido una cerveza.

Con las bebidas en mano y un poco de mareo, nos arrimamos distraídamente al centro de la pista, donde las personas bailan al compás de la música. Suena por los altavoces una canción que se me hace conocida pero de la cual no sé el nombre porque definitivamente no está en mi playlist. De todas formas bailamos, moviendo los labios en una forma extraña de demostrar que sabemos la letra, que es nuestra favorita y que la cantamos en el auto todo el tiempo.

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Me alejo un momento de la multitud. La música se siente el doble de fuerte, y los sentidos se me van desvaneciendo de a poco.

Apoyo la espalda en la barra y me dispongo a observar todo a mi alrededor. Gente igual o más alcohólica que yo. Gente de todas las edades (algunos que ni siquiera deberían estar allí dentro). Gente en pareja. Gente como mis amigos.

Y es en este preciso momento en que me doy cuenta que pienso demasiado en ellos. Y que no me han dicho qué habíamos tomado antes de ingresar hace... dos horas.

Vuelvo a poner mi teléfono en el bolsillo trasero. Mi vista, que carece de coordinación, se dirige al centro de la pista. Si nunca han estados borrachos, me refiero a muy borrachos, no entenderían lo que es que tu ojos se muevan en cámara lenta, pero algo cercano sería... estar... drogado pero si nunca pasaron por lo primero dudo que hayan pasado por lo segundo, pero ¿quien sabe?

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