012: ¿Equis?

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D E N N A

Las manos de Issac recorren lentamente el capo abollado. Si no lo conociera pensaría que está completamente loco. Mi mente viaja a los eventos de las semanas previas y me recuerda que no estoy equivocada del todo. Yo, que estoy todavía un poco desorientada, lo miro incrédula. Me bajo del auto con dificultad ya que las piernas me tiemblan, y rodeo el auto hasta estar frente a él. La sonrisa en su cara me desconcierta, ¿por qué sonríe? Levanta la vista un momento encontrándose con mi actitud afligida y desconcertada. Sonríe aún más. Mis labios forman una línea recta, las lágrimas comienzan a caer sin que yo me oponga, mis piernas ceden hasta que mis rodillas tocan el suelo. Hago caso omiso al dolor que se apodera de la zona.

— Ey, ¿estás bien? — inquiere. Como no respondo, se acerca lo suficiente para poder colocar una mano en mi hombro y dar un suave apretón.

— Casi... morimos — comento, aferrándome a los instantes antes del choque. Su actitud, la cual se me antoja de consuelo, es más bien cínica.

Minimiza la situación con un chasquido de lengua, se aparta de mi y comienza a caminar hasta el borde del barranco. A lo mejor cree que estoy exagerando, pero no es así. Tuvimos un poco suerte de no caer en caída libre, sin tener conciencia de nada más que no sea la muerte segura e inminente bajo nosotros.

Sujetándome al auto me pongo de pie. Camino cautelosamente hasta estar dentro del vehículo. Segundos después Issac se encuentra sentado junto a mi, las manos firmes en el volante. Se relaja, me sonríe, coloca una mano en mi rodilla desnuda y aprieta un poco.

— No iba a dejar que eso sucediera.

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Conduce por una hora de vuelta a la ciudad. En cuanto me siento lo suficientemente aliviada como para revivir el momento en mi mente, sujeto mi teléfono entre mis manos temblorosas para escribirle a Sarah lo sucedido, pero me detengo antes de pulsar sobre su nombre. Suelto un suspiro llevándome el aparato al pecho. La extraño mucho. Había pensado mucho en lo ocurrido, e incluso me acusé por ser tan sensible. No parece gran cosa pero, aún así siento que es gran cosa. No puedo mantener una amistad con alguien que piensa eso de mi. De todas formas no soy la persona más indicada al decir todas estas cosas. ¿Cuántas veces he estado enojada y digo lo primero que se me viene a la mente sabiendo cuánto lastimaría a otra persona? Pero así es la vida, unas veces lastimamos y muchas otras somos las víctimas. Suelto un suspiro ante la persistencia de mi dilema.

— ¿Te parece pasar por un café? — Se voltea mirándome con esos ojos marrones que tanto me gustan.

— No sé... no tengo ánimos. No después de lo que pasó.

— Vamos, Denna. No puedes volver a sumergirte en la oscuridad de tu casa. — Me tiende la mano. La miro, lo miro a él y así sucesivamente hasta que asiento con la cabeza, aunque no muy convencida. De lo que si tengo certeza es que dentro de mi casa ningún auto intentará arrebatarme la vida.

Nos bajamos y me sujeta la mano mientras caminamos por las calles de Miami. ¿Cuándo fue la última vez que alguien me sujetó de esta manera? ¿Alguna vez alguien lo hizo? No lo recuerdo pero si sé que ésta es la única vez en que realmente siento algo con un simple toque. Mi estómago se revuelve, mis manos sudan. Issac no parece notarlo.

— El café de la esquina es buenísimo.

Asiento aún sin saber a cual se refería. Observo a ambos lados de la calle y, en la misma cuadra, hay más de tres cafés. Aprovecha que nuestras manos están entrelazadas y comienza a arrastrarme hasta la esquina que previamente mencionó. Un cartel pegado en la enorme vidriera llama mi atención. Se lee la desaparición de una mujer: alta, morocha, de complexión atlética. Desapareció hace más de dos semanas, en Bill Baggs. Siento como si mi cuerpo fuera a desvanecerse.

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