029: Hay tiempo para una historia

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En media hora llegué a la casa de Rob. Aparco, me bajo y camino hacia la puerta. Golpeo fuerte con los nudillos tres veces, pero no recibo respuesta. Es extraño que no de señales de vida hace días. Tanteo mi bolsillo buscando mi teléfono, y al no encontrarlo me doy cuenta de su paradero. Pongo los ojos en blanco. Camino hacia el fondo de la casa, lugar donde con Isa habíamos estado días atrás, sin encontrar rastro alguno del abogado. Las aberturas están cubiertas por grandes tablones de madera que impedía que tanto la luz, cómo las miradas curiosas entraran. Llego a la puerta del garage la cual estaba cerrada con candado por fuera. Doy una vuelta de trescientos sesenta grados enfocando la vista por el lugar, buscando una piedra lo suficientemente grande como para romper el candado. A mí izquierda en el suelo encuentro lo que necesito, y con una sonrisa de satisfacción la sujeto. Golpeo una, dos, tres veces hasta que la puerta de madera se rompe, aunque el candado sigue intacto. Suelto la piedra y con bastante empeño arranco la madera húmeda, amohosada del candado que seguía unido a la pared. Abro la puerta completamente hacia atrás, y entro encontrando la misma escena de antes. El auto seguía cubierto aunque alrededor del mismo habían herramientas desparramadas. Dudo un momento antes de caminar hacia el auto para seguido retirar la lona casi por completo. Un auto oscuro aparece ante mi atenta mirada. Rodeo el vehículo encontrando, en la parte delantera una abolladura. Mis ojos se abren al tope. Tanteo nuevamente mi bolsillo en busca de mi teléfono, reaccionando de forma similar ante la falta del mismo. Sacudo la cabeza a ambos lados pensando que soy una idiota. Desvío la vista hacia la placa y me dispongo a repetir los números una y otra vez para memorizarlos. Un toque en mi hombro hace que suelte un grito y pegue un salto. Me volteo con las manos en el pecho, encontrando a Carl mirándome asustado.

— Maldita sea, Carl. — El chico se disculpa. — ¿Cómo me encontraste?

— Estaba contigo cuando dijiste la dirección en la casa de la playa.

Asiento con la cabeza acordándome del momento preciso. No estoy acostumbrada a trabajar con alguien. El oficial Jones saca del bolsillo de su uniforme mi teléfono y me lo alcanza. Me volteo al auto y, ahora con el aparato en mano, le tomo fotos a la placa maldiciendo el momento en que me aprendí todos esos números.

— ¿Qué dijo el comisario Riverson?

Carl se encoge de hombros.

— Dijo que lo buscaría a él y a su vehículo. La verdad, no lo ví muy entusiasmado.

Lo miro con el ceño fruncido. ¿Por qué no lo estaría? Me quedé con la respuesta para mí misma ya que no se lo comenté a mi compañero.

— ¿Puedes llevarme a la estación? Necesito que Finn me encuentre al dueño de este vehículo.

•••

El viaje a la estación fuera rápido, más de lo usual y todo debido a las ocurrencias de Carl. La verdad es muy divertido, se toma las cosas a la ligera. Además tiene un buen gusto en música. Una vez llegamos a la estación, corrimos prácticamente hasta la oficina de Finn quien nos recibe con una sonrisa.

— ¿Puedes decirnos quien es el dueño de este vehículo?

Finn asiente. — Que sería de mi trabajo si no.

Carl y yo nos miramos, para seguido volcar nuestra atención en el oficial.

— Tomará un buen rato.

Suelto un bufido mientras abandono la habitación. Retroceso sobre mis pasos para agradecerle a mi compañero y luego me dirijo a por un café, con Carl pisándome los talones. Le doy un sorbo a mi bebida caliente, disfrutándola. Saco mi teléfono dispuesta a llamar a Isa, quién aún después de varias llamadas, no atiende.

— Así que... ¿tu e Isa son pareja?

La pregunta me toma por sorpresa llevándome a tomar un gran sorbo y quemarme la lengua. Trato de disimularlo. Sonrío y asiento.

— Si, es mi novia. Hemos salido por cinco años pero... ya no es como antes.

Carl desvía la vista a sus manos.

— Yo tenía una novia pero me dejó.

— Lo peor, ¿no?

— Si, algo así.

El silencio nos envolvió a ambos.

— ¿Cómo terminaste en este caso?

— Es una larga historia — le comento dándole un sorbo a mi café.

Carl mira hacia la oficina de Finn antes de voltearse hacia mi.

— Creo que tenemos tiempo.

•••

Le cuento la historia completa. Al principio me sentí cansada de revivir la misma historia una y otra vez pero termine disfrutándolo. Capas fue el entusiasmo de Carl, o su curiosidad pero no se sintió mecánico. En absoluto. Al final sujetó mi mano para darle un apretón, demostrando apoyo. Estaba a punto de decir algo cuando la puerta de Finn se abre, mostrando al oficial sonriente. Saltamos de nuestros asientos y corrimos, literalmente, hacia él.

— Les tengo un nombre.

Froto mis manos una con otra. Finn me tiende la pequeña hoja blanca, la abro, leo el nombre y la cierro rápidamente, desviando la mirada hacia el oficial.

— Gracias, Finn.

Sujeoe a Carl de la mano — acción que después me cuestionaré — y lo arrastro a la salida. Me siento detrás del volante y, al darme cuenta que no es mi auto, de un ágil movimiento me pasó al asiento del acompañante.

— Vamos a mi casa.

Carl aprieta con el pie el acelerador y sale disparado.

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