D E N N A
Ha pasado una semana desde el incidente del llanto. Aunque al día siguiente sentí mucha vergüenza por tal debilidad frente a una persona que apenas conocía, me sentí bien al saber que alguien — a diferencia de Sarah — me apoya, y aprecia por lo que soy. También me da vergüenza sentirme así... No sé como explicarlo sin divagar. Así de bien. Así de cómoda con alguien.
Sarah ha estado algo distante, lo cuál es irónico ya que el motivo principal de este viaje era, además de un merecido descanso, reforzar nuestra amistad. Si bien hemos sido amigas desde siempre, el tiempo que conlleva cada carrera nos a mantenido distanciadas y, a no ser por los fines de semana, muy pocas veces teníamos la posibilidad de sentarnos a hablar. Ahora con esto de estar casi siempre con Issac y ella con Isa, no han sido de gran ayuda para alcanzar tal objetivo, aún así nos sentimos bien, aunque no la una con la otra.
En el transcurso de la semana pasada he salido con Issac unas diez veces, cosa que a mi amiga le molestó. ¿Por qué? No lo sabía con exactitud, pero los ojos en blanco y las respuestas monosílabas eran algo indiscutible y, por obvias razones, incómodo. En dos ocasiones, Issac llegó acompañado de Matt. Es un chico que me cae bien. Es alegre y muy gracioso, pero a Sarah le parece todo lo contrario. En cuanto llegaban ella siempre tenia una excusa para no estar presente en la reunión: había quedado con Isa o le dolía mucho la cabeza como para mantener la conversación. De todas formas él no parecía muy resentido, por el contrario actuaba como si le importara poco que Sarah pasara de su compañía.
Ayer por la mañana unos leves golpes se sintieron en la puerta. Sarah y yo, que estábamos viendo la tele mientras tomábamos un refresco nos miramos desconcertadas. ¿Quién osa a molestarnos tan temprano en la mañana? Dejé mi vaso medio vacío sobre la mesa auxiliar, le di la espalda a mi amiga encaminándome hacia la puerta. La abrí encontrándome con el vacío mismo. Asomé la cabeza, miré a la derecha, luego a la izquierda. Nada de nada.
— ¿Quién es? — pregunta Sarah desde el sofá, sentada con la espalda recta como si alguien fuese a comprobar su postura.
— Nadie.
Dí un paso adelante haciendo que mi pie izquierdo chocase con una pequeña caja envuelta en papel de regalo. Me incliné a recogerla para seguido entrar en la casa con un semblante extraño pero sorprendido.
— ¿Qué es eso? — Mi amiga se levantó rápidamente de su asiento, uniéndose a mi junto a la puerta.
— No sé. — Acto seguido rasgo el envoltorio, dejando al asomo un sector verde, luego más y más, hasta encontrarme con un libro. Buscando a Alaska, para ser más específica. Nos miramos incrédulas. Yo un poco más extasiada de lo habitual. En la tapa del mismo pudimos apreciar una nota en post-it que tenía una frase escrita en una caligrafía rara, pero legible, en el cual se manifestaba lo siguiente:
"Todo lo que se une se desmorona. Todo. La silla en la que estoy sentado. Fue construido, por lo que se vendrá abajo. Me derrumbaré, probablemente antes de esta silla. Y te vas a desmoronar. Las células, los órganos y los sistemas que te hacen a ti, se unieron, crecieron juntos y, por lo tanto, deben desmoronarse. El Buda sabía una cosa que la ciencia no probó durante milenios después de su muerte: la entropía aumenta. Las cosas se desmoronan."
Sarah puso los ojos en blanco y se alejó un poco de mí hacia la cocina, abrió la heladera para sacar una lata de refresco y se apoyó en ésta. Yo, por mi parte, me sentía rara: una mezcla de sensaciones que, a diferencia de otros momentos, me agradaba. ¿Qué significaba aquello? No sabía, pero era... ¿lindo? Estuve en trance unos segundos tratando de descifrar qué significaba el regalo. Qué tenia que ver conmigo, específicamente.
— ¿Sabes como termina ese libro? — Sarah, quien seguía contra el electrodoméstico, comentó después de unos minutos de silencio envolvente.
— ¿Acaso tú si? — contraataqué sonando un poco más enojada de lo que pretendía.
Arrugó el ceño, negando, mientras sacudía su teléfono: — Acabo de buscarlo en Google. — Me cruzo de brazos prestándole atención. — ¿Qué? Muere al final.
— ¿A que viene todo esto?
— ¿Todo esto qué?
— Esto — comenté acentuando la palabra, dándole contexto al asunto. — ¿Por qué actúas así?
— ¿Así cómo?
— ¡Dejá de hacer preguntas! — Me llevo instintivamente las manos a la cabeza, sin percatarme del libro qué me golpea dejándome un leve dolor. — ¿Qué mierda está pasándote? — Seguía imperturbable, como si lo que estuviera diciéndole no tuviera ningún sentido. Cómo si estuviera conspirando en su contra con teorías que mi mente se inventó.
— ¡No me pasa nada! — Levanta las manos hacia el techo para seguido bajarlas rápidamente golpeando la barra frente a ella. Estoy segura que eso le dolió, pero en su rostro no apareció ningún signo de aflicción, solo se notaba la ira. La tensión se palpaba, nos envolvía como si de humo se tratase.
— Desde que salgo con Issac has estado rara. Estas actuando rara justo ahora. ¿Qué te ocurre?
Generalmente medita uno segundos su respuesta, pero esta vez fue la excepción. Arrojó la lata contra la pared dejando en ésta una mancha húmeda y oscura. Mis ojos se abrieron de par en par. Sentía miedo.
— No estoy rara, ¡él es raro! Por Dios, Denna, ¿no te das cuenta de la locura? Es... estrambótico. — Se tiraba del pelo mientras caminaba de un lado a otro. — Hay algo extraño...
— ¿Qué es lo extraño?
— ¡Qué alguien esté tan pendiente de ti!
Sus ojos se abren de hito en hito, sus manos se movieron instintivamente a su boca tratando de detener cualquier cosa que pudiera salir de ella. Sentí que mi corazón se encogía, que me faltaba el aire, que se me revolvía el estómago. ¿Realmente creía eso? La angustia se notaba en sus ojos, pero por sobre todo el arrepentimiento. Estaba arrepentida de lo que dijo.
— Denna yo...
— ¡Vete!
Su semblante cambia de vergüenza a incredulidad.
— ¿A dónde?
— ¡No sé! ¡No me importa! Yo... — las lágrimas comenzaron a salir de mis ojos, así como lo hace el agua cuando corre por un río. Con fuerza. Mi amiga hace un ademán de acercarse pero la detengo. Le grité nuevamente que se fuera; vacila pero lo hace. Sale en silencio, y a excepción de un sollozo ahogado no escuché nada más.
Suena la alarma. Acción huera, inútil ya que no pude pegar un ojo en toda la noche. Las palabras de Sarah se arremolinan en mi mente rompiendo con cada edificio de confianza que había construido con tanto empeño. No podía creerlo. No podía creer que Sarah pensara eso de mi. Los pensamientos van y vienen. Sentimientos encontrados y que nunca pensé conocer. Estaba decepcionada.
Lo que realmente me dolía no era el hecho de que esas palabras hubieran salido de su boca, sino que realmente lo pensara. Generalemente durante una discusión, los pensamientos más oscuros que habitan en nuestra mente, salen a flote. Cuando lo hacen, intentamos disfrazarlos de error. No es un error, es nuestro inconciente. Lo que realmente somos pero queremos ocultar bajo cualquier costo.
Agarro mi teléfono para seguido abrir la aplicación de mensajería. Me desplazo por los últimos chats, sintiendo una punzada de dolor al leer el último mensaje enviado a Sarah, hasta llegar al chat con Issac. Respiro hondo y comienzo a pulsar la pantalla.
Lo siento, Issac. Me voy a primera hora de la tarde.
Pocos segundos después recibo una respuesta. ¿Realmente está tan pendiente de mi?
¿Qué? ¡No te podes ir!
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¿Estás segura?
Short StoryCuando Denna y Sarah deciden pasar sus vacaciones en Miami piensan en todas las cosas buenas que van a pasar, pero ¿qué pasan con las cosas que no podes controlar? ¿Podrá Denna demostrar su inocencia? Historia corta Todos los derechos reservados.