033: La sala de interrogación

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Recorro la habitación de un lado a otro mientras espero a que entre Denna. Las ansias me carcomen por dentro. Carl, quien estaba sentado en una de las sillas de madera, me observaba pensativo. Sabía que quería preguntarme sobre mi reacción en la comisaría ante la mención del cuerpo de Adam, pero aún no se había animado. En parte lo entiendo ya que es un tema delicado pero teniendo en cuenta el apoyo que me ha brindado en los últimos días no debería importarme la incomodidad del asunto. Camino hacia la mesa desgastada y tomó asiento frente a él, quien se sobresalta ante mi acción. Sonrío mientras inclino un poco la cabeza hacia un costado, pongo las manos sobre la mesa como si de esta manera pudieran protegerme.

— ¿Por qué querías entrar a la sala de interrogación?

Carl desvía la mirada a un punto detrás de mi, se rasca la ceja izquierda y traga saliva.

— Honestamente, fue un impulso. Pensé que podría ayudar de alguna manera.

— Era obvio que el comisario te lo iba a impedir.

Sin darme cuenta había sujetado la mano de Carl por encima de la mesa. Me detuve a pensar lo cómoda que me sentía con su compañía. La puerta se abre pero no me doy cuenta de la presencia de mi amiga hasta que la escucho carraspear detrás nuestro. Cómo si de un hechizo roto se tratara, alejo las manos de las de Carl y, acomodando mi traje mientras me pongo de pie.

— Al fin, Denna. — Acorto la distancia que nos separa en un santiamén y la envuelvo en mis brazos.

— No parecía molestarles tanto.

Una sonrisa burlona se abre paso en su rostro al alternar su mirada entre Carl y yo. La miro fijamente a los ojos mientras niego levemente en un intento de que entendiera que no es el momento, pero me ignora y se abre paso a la mesa. Estira una mano hacia Carl quien la recibe formalmente y le da un apretón.

— ¿Tiene que pasar algo importante para que te dignes a venir a verme?

Avergonzada, desvío la vista.

— Lo siento, Denna. Han pasado miles de cosas y honestamente no he tenido tiempo.

Hace un ademán con la mano restándole importancia a mi disculpa que terminó sonando más a una excusa.

— Bueno, cuéntenme que ha pasado.

Nos turnamos con Carl para contarle sobre el verdadero nombre de Issac, el parentesco con Rob, el asesinato de Adam y la detención de Matt.

— Ha dicho que nos ayudará en tu caso. Va a testificar.

— ¿Cómo lo sabes? — Arrugo el ceño confundida y ella se da cuenta. — ¿Cómo sabes que nos va a ayudar?

— ¿Por qué no lo haría?

— ¡Por muchas razones!

Abro la boca para decir algo pero las palabras no quieren salir.

— Simplemente es una opción que manejamos — comenta Carl para sorpresa nuestra. — Es cierto que si lo hizo antes lo puede hacer ahora, pero su confesión es lo único viable que tenemos hasta el momento, no podemos dejarlo ir.

Denna me observa por el rabillo del ojo, asiente, se cruza de brazos y apoya la espalda contra la pared a nuestra izquierda.

— Lo siento, es cierto. Es lo único que tenemos. No puedo confiar en nadie que esté relacionado con Issac.

Se da cuenta de que nombró a Jim de forma incorrecta pero se limita a encogerse de hombros. Me mantengo en silencio un instante mientras pongo los labios en una línea recta.

— ¿Qué hay con Isa?

La simple mención de Isa hace que me tiemblen las piernas. ¡Mierda! Abrazo a Denna rápidamente y con un ademán con la mano me despido de ella dejándola incrédula, de pie junto a la mesa. Carl se despide con un asentimiento mientras se dispone a seguirme de cerca. Saco mi móvil del bolsillo de mi chaqueta encontrándome con la pantalla totalmente vacía; no hay rastro alguno de actividad reciente lo que me preocupa aún más. Con todo lo que ha pasado respecto al caso no me he detenido ningún momento a pensar en Isa. Me paso la mano por el rostro en un intento de alejar la frustración. La mano derecha de mi compañero se coloca en mi hombro.

— Todo va a estar bien.

•••

Carl estaciona frente al juzgado. Me comenta que esperará en el auto a lo que yo accedo. Rápidamente subo las escaleras que llevan a dos grandes puertas de madera maciza, las cuales estan abiertas de par en par. Entro al vestíbulo prácticamente vacío exceptuando un puñado de personas esparcidas por aquí y por allá. A paso apresurado me dirijo a las escaleras que llevan al piso donde se encuentra la oficina de Isa. A pesar de la modernidad de la actualidad, el edificio del juzgado mantenía sus raíces antiguas por lo que no existían los ascensores, razón por la que la mayoría de los trabajadores del juzgado estaban en forma. Una voz a mis espaldas llama mi atención desde el primer piso. Me asomo en la barandilla que impide la caída de descuidados y veo a un tipo de seguridad. Pongo los ojos en blanco.

— ¿A dónde crees que vas?

— Estoy buscando a...

— No importa, no puedes entrar sin registrarte.

— Pero...

El oficial me impide seguir hablando ya que se dispone a correr escaleras arriba con cierta dificultad. No la dificultad que supone para una persona obesa, sino la dificultad de no haber pasado antes por una situación similar. Me toma un segundo reaccionar y empiezo a acortar la distancia que hay entre la oficina de Denna y yo. En cuanto llego a la puerta, la cual encuentro abierta, tengo que detenerme agarrándome del marco de la puerta con la mano izquierda. Un dolor leve se posa en mi hombro pero hago caso omiso, e ingreso a la habitación. Las ventanas abiertas dejaban a la vista la parte más armónica de la ciudad. Se me cruza por la mente pensar en la mala suerte que tienen los que se encuentran del otro lado. La oficina contaba con un escritorio de madera nuevo, una silla giratoria del mismo color y montones de libros y apuntes que ocupaban toda la mesa. Escaneo la habitación pero la encuentro vacía.

— ¿Sarah?

Me volteo al escuchar la voz de Nataly a un lado.

— ¿Dónde está Isa?

Nataly se encoge de hombros mientras coloca los labios en línea recta, como si estuvieran sellados.

— No ha venido en días.

— Dos días.

— Si, eso, dos días. No llamé porque pensé que sabrías dónde encontrarla.

El semblante serio pero para nada preocupado de Nataly me tranquiliza pero aún así no tengo respuestas.

— ¿No has hablado con ella?

Niega frunciendo los labios. — No, ¿vos?

El oficial se pone de pie junto a mi mientras me sujeta del brazo. Pongo los brazos hacia arriba en un gesto de inocencia y le hago saber que ya me retiraba. Acomodo mi traje mientras me dirijo a la salida.

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