027: Veintisiete los nuevos veinte

3 0 0
                                    

Mi cabeza da vueltas, duele y se siente fatal. Puedo escuchar un murmullo distante, abro los ojos para observar pero todo a mi alrededor se ve borroso. Una mano firme me presiona el hombro.

— Detective, ¿se encuentra bien?

Enfoco la vista en Will quien se encuentra en cuclillas frente a mi, luego la desvío hacia mi auto en llamas. Llego a contar diez personas de pie, asustadas, observando la escena. Tanteo mi cabeza en la zona de la sien izquierda donde un dolor palpitante persistía. Retiro los dedos cubiertos con una pequeña mancha de sangre.

— Estoy... estoy bien, gracias.

Instintivamente, mi mano regresa a mi herida en la cabeza. Una ambulancia se detiene frente al café de Will al mismo tiempo que lo hacen los bomberos. Dos paramédicos se bajan de la ambulancia, me ayudan a ponerme de pie y, cautelosamente me acuestan en una camilla. Cierro los ojos exhausta.

Me despierto en una habitación blanca. Isa sentada a mi lado leyendo un libro. Todavía tengo puesto mi traje, mientras mi placa y mi pistola descansaban en la mesa de luz. Me siento lentamente apoyando la espalda en la cabecera de la cama, acción que llama la atención de Isa quién interrumpe su lectura para enfocarse en mi.

— Sarah, me has asustado — comenta depositando un beso en el reverso de mi mano derecha.

— Lo siento.

En ese momento un hombre de mediana edad enfundado en un traje oscuro y caro, ingresa en la habitación sin previo aviso. El comisario Riverson. Pregunta si podemos hablar en privado y antes de que pueda decir nada al respecto, Isa de excusa para ir a por un café.

— Sarah, Sarah, Sarah...

— Lo sé, comisario. Ya me lo ha dicho miles de veces.

— Si, lo hice. Pero de esto se trata el trabajo, ¿no?

Lo miro extrañada.

— ¿No me va a sacar del caso?

— Hipotéticamente no hay caso aún, pero no. No te voy a sacar. Sé que tan importante es esto para ti. —Sonrío mostrando todos los dientes, prácticamente. — Pero... no vas a trabajar más sola.

•••

El doctor me deja libre esta misma mañana, dándome explícitas indicaciones. Me dispongo a abandonar la habitación sola ya que Isa tenía algunas cosas para hacer. Salgo por la puerta, giro hacia la derecha estrellándome con un oficial joven: rubio, tez clara. Le sonrío.

— ¿Tu eres...?

— Oficial Jones. Un gusto conocerla detective.

Asiento ante dicha información y le hago un ademán para que me siga.

— Luces muy joven.

— Tengo veinticuatro.

Me detengo incrédula.

— ¿Cómo lo haces? Yo tengo veintisiete y me veo...

— Muy guapa.

El chico cierra la boca rápidamente como si algo extremadamente malo fuera a salir de allí. El color rojo se apodera de su rostro, por lo que me limito a sonreír y dar las gracias. Mi teléfono vibra en mi bolsillo. Le hago una seña con el dedo índice para que espere.

¿Detective Belo?

— Si.

Mi esposo está en casa, ¿quiere venir?

Ya salgo para ahí.

Guardo el teléfono en mi bolsillo y le pregunto a mi compañero si le interesa una aventura.

Manejo hasta la casa en la playa, dónde la dueña de casa espera por nosotros. Aparco frente a la casa y caminamos hacia la puerta. La dueña de casa nos recibe un poco nerviosa.

— Hola, detective. Lo siento por la abrupta llamada pero... Uno de los chicos que usted busca apareció alrededor de la casa y yo... Yo me asusté.

— Nada pasará, ¿está bien?

La mujer asiente, se hace a un lado invitándonos a pasar para seguido guiarnos hacia la cocina donde un hombre joven esperaba de pie.

— Josh, ésta es la detective Belo.

— Es un placer.

•••

Bebo un sorbo de mi café negro. Josh hablaba sobre cómo terminó allí con su esposa, algo que sinceramente no me importaba mucho.

— ¿Que quería la última vez que vino?

— Me pareció extraño pero buscaba un freezer. Estaba muy furioso, y aunque estábamos seguros que venía con la casa, insistió en llevárselo.

Recordé que la mujer muerta había estado en un lugar frío, ya que según la autopsia presentaba heridas propias de congelamiento. Anoto dicho dato en mi cuaderno.

— ¿Recuerda el nombre del antiguo dueño?

— No recuerdo su nombre, pero tengo un recibo de compra. Todavía lo tengo guardado.

Suelta una risita nerviosa antes de levantarse a por los papeles. Dorothy, la dueña de la casa, nos ofrece más café a lo que yo declino con un ademán. Josh regresa con una caja pequeña en una mano y una hoja de papel blanco en la otra. Me extinde la hoja la cual acepto con una pequeño gracias. El nombre del vendedor no me suena para nada: Jhonatan Kurgyt. Cierro los ojos un momento tratando de que de esta manera la información y los recuerdos aparezcan de la nada. Frustrada abro los ojos topándome con tres pares mirándome atentamente. Me disculpo con una sonrisa para volver a dirigirme a la hoja. Más abajo la dirección, Courty Road 533. Me suena familiar. La vista recorre la cocina intentando buscar alguna conección en algún artefacto. ¡Mierda! Me pongo de pie de golpe sobresaltando a mis acompañantes. A paso rápido y decidido me dirijo a la puerta, sin tiempo a despedirme o dar gracias. El oficial Jones sigue mis pasos sin emitir palabra alguna. Nos subimos al auto y manejo lo más rápido que puedo.

¿Estás segura?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora