024: La detective Belo

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No puedo perder la oportunidad de hablar con él, pienso mientras subimos en el ascensor. Con un característico sonidos las puertas del mismo se abren revelando un amplio y elegante pasillo. Sigo al chico hacia la derecha, caminando frente a varias puertas color beige que llevaban a habitación, que se me antojan igual de elegantes que lo que ya había visto. El chico se detiene frente a la puerta cuyo número en la puerta era el de la llave que, despreocupadamente el recepcionista había girar en su dedo índice.

- Recuerda que no puedo hacer esto.

- Lo aprecio mucho. En serio.

El chico asiente ante mis palabras que, al parecer lo dejan más tranquilo. Sujeta la tarjeta-llave contra la cerradura y la desliza, abriendo la puerta. Coloco la mano en mi bolsillo interno del traje para seguido sacar dos pares de guantes. Le tiendo un par al chico que al principio me mira incrédulo pero cuando insisto se los coloca, excitado. Asiento nuevamente con la cabeza, entro encontrándome con la habitación a oscuras. Enciendo las luces. La habitación está vacía, el equipaje intacto contra la puerta, nada fuera de lugar, como si nadie hubiera estado allí. Lentamente abro la puerta del baño, asomó la cabeza encontrándome con la nada misma. Recorro nuevamente la habitación por si me olvidé de algo. Las paredes blancas iluminaban la habitación al reflejar perfectamente la luz, frente a la cama negra se ubicaba la televisión enorme sobre un mueble negro de madera. La alfombra clara a un lado no estaba amoldada a pisada alguna. Tampoco la cama. Me volteo al chico quien estaba merodeando alrededor, para comentarle lo que había descubierto. Él asiente, se acerca actuando como un conocedor total del tema. Me giro hacia el equipaje, me acerco, lo miro de lejos tratando de no tocar nada. Si bien tengo guantes no quiero arriesgar nada, no quiero mover nada. Una foto en el bolsillo del costado izquierdo llama mi atención. Medito un minuto antes de decidir si sacar o no la fotografía. Me inclino por el sí. Cuidadosamente coloco dos dedos en el bolsillo, aprieto la imagen como si mis dedos fueran pinzas y la extraigo. Por un momento me sentí la mano mecánica del juego en qué tenés que sacar un peluche. Observo la imagen: Matt y Adam posaban sonrientes en una casa cerca de la playa. La ubicación me resultó conocida ya que, volviendo a aquel verano, habiamos pasado un par de veces en nuestras visitas a Miami. Golpeo la fotografía contra mi mano izquierda pensando. ¡Bingo! Guardo meticulosamente la fotografía en el bolsillo de mi chaqueta, la acomodo, me volteo al chico que estaba de pie en la puerta controlando el tiempo, me dirijo a él, le doy las gracias y le tiendo ni número para que me llame cuando Adam regrese.

•••

Llamo a Isa pero no responde. Necesito comentarle lo que descubrí, que me respalde. Manejo rápidamente por la ruta semi vacía que bordea las playas más candentes de Miami. Un viaje un tanto largo pero que me sirve para despejar mi mente abarrotada de noticias, de hechos, de inconclusos. Una vez llegue a la intersección de la ruta con Sturton me detengo. Observo el panorama desde el auto. La casa enfrentaba la calle Sturton la cual desembocaba en un camino de tierra que llevaba a la playa. Saco la fotografía de mi bolsillo, la coloco frente a la casa real, y es la misma. Es bastante grande: dos pisos, patio en el frente y en el fondo. Un auto estacionado bajo un techo de madera y chapa, dos niños jugando en la arena a un costado de la casa, bajo la sombra de un árbol alto y viejo. Me bajo, permito que se asome mi placa, y camino decidida a la casa. Los niños que hace unos instantes reían a carcajadas, se percataron de mi presencia y corrieron hacia su casa. Su acción me hizo sentir un poco incómoda. Un momento después una mujer de mediana edad con el cabello oscuro largo y ojos claros abre la puerta sin que yo golpeara. Me imaginé a los niños llamando a su madre porque había alguien extraño en la puerta.

- Hola.

- Hola, soy la detective Belo - muevo la chaqueta hacia un lado para pronunciar mi placa. - ¿Puedo hacerte una pregunta?

- Si, por supuesto. ¿Quiere pasar? - se hace a un lado pero yo desestimo con un ademán.

- No, no es necesario. Será un minuto. ¿Conoce alguno de ellos? - la mujer que ahora se veía nerviosa, observaba la foto que le tendí. Sacude la cabeza de un lado a otro.

- No, no los he visto.

- Señora, es muy importante. Cualquier cosa que recuerde.

- Éste - comenta apuntando a Matt - vino una vez hace tiempo buscando algo en el sótano. No recuerdo que, fue hace tiempo, yo solo...

Asiento y guardo la foto.

- ¿Hace cuánto vive aquí?

Piensa un momento. - Harán seis años.

- ¿Recuerda quién le vendió la casa?

Ella duda si responder o no pero yo insisto.

- Yo no recuerdo pero estoy segura que mi esposo si. Él se encargó de todo, siendo honesta. Estará aquí el fin de semana.

Asiento, le doy mi número para que me llame cuando su esposo regrese. Ella lo acepta.

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