017: ¡Issac lo hizo!

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D E N N A

Me levanto ante la sorpresa del arribo de mis padres desde Portugal. No tenía idea que vendrían. Es más, sospechaba que se negarían a verme por lo siglos de los siglos. Pero no, allí estaba mi madre junto a Sarah, de pie, temblorosas, llorosas frente a mi pequeña celda de la comisaría. Estaban incrédulas. ¿Yo? ¿Asesina?

Pasados unos pocos segundos que se sintieron cómo horas, mi madre se acercó corriendo hacia mi. Sus ojos rojos e hinchados no hacían intento por evitar la salida de las lágrimas. Alargó los brazos hacia mi sorteando las rejas, intentando abrazarme. De forma incómoda lo hizo. Nuestros cuerpos se fundieron en un abrazo tanto de bienvenida como de despedida. Sus manos instintivamente se alojaron en mi rostro, mientras que con sus pulgares secaban las lágrimas que se negaban a suspender su tarea.

Sarah estaba a un lado observando la escena un poco alejada del epicentro, para así darnos un momento a solas. Por lo que pude percibir mi padre no quiso entrar.

— ¡Por dios, mi niña! ¿Qué ha pasado?

Las manos de mi madre seguían inspeccionando mi rostro, tratando de así, de asegurarse que todo estaba bien. Que yo estaba bien.

— Ellos... ellos me tendieron una trampa, mamá. Me quieren hacer pasar por asesina, ¡no soy una asesina!

Me dejo caer lentamente hasta el suelo, sintiendo como la angustia y el miedo hacia presión sobre mi. Mi madre, concientemente, repite mi acción quedando en cuclillas, con Sarah a un lado, quien ante mi estado se acerca a brindar apoyo.

— Me crees, ¿no? — ante su vacilación siento mi corazón partirse en varios pedazos. — ¿Verdad, mamá?

— Por supuesto que sí.

Sus manos se unen con las mías, no solo en un gesto de apoyo si no de disculpa ante su duda. Las manos de Sarah se unieron a las nuestras. Una pelota cargada de apoyo, de verdad, de amor.

— No la maté, mucho menos la enterré. ¿Yo sola? ¡Es una locura!

En ese momento Equis ingresa en la habitación. Nosotras nos ponemos de pie rápidamente. Detrás de mi abogado entra un oficial de policía con el detective que prácticamente le pisaba los talones. Los tres hombres bien vestidos, presentables tenían el propósito de hacernos sentir pequeñas. Con mis acompañantes funcionó. No es como si ellas lo hubieran dicho, si no que lo demostraron. Sus cabezas ligeramente entonadas al suelo demostraban la intimidación que los profesionales ejercían en ellas. A mí, ellos no me asustaban. La idea de estar en la cárcel, rodeada de verdaderas criminales, me daba miedo. Un par de hombres enfundados en trajes que claramente se creían superior, no.

Mi vista saltaba de forma alternativa entre los tres quienes parecían mantener una discusión silenciosa sobre quién hablaría.

— Señorita D'cruz, lamento comunicarle que debemos trasladarla a la cárcel de Miami hasta que se de inicio al juicio. El mismo puede durar un mes, cómo un año o más. Debido a la naturaleza de su caso, no creo que demore tanto.

El detective observaba la escena con una sonrisa ladeada. Equis anotaba rápidamente en su elegante cuaderno mientras, el oficial de policía me anunciaba las nuevas, malas noticias.

Nuevamente terminé de rodillas en el piso, llorando, gritando que no podía ser así. ¿La cárcel? ¡No¡ No puede ser...

— Pero yo no lo hice. No soy una asesina. ¡Issac lo hizo! Por favor, Equis... Señor Miller, busque a Isaac.

Equis dió un paso hacia mi, dejándome conocer su mirada triste y preocupada.

— Lo siento, Denna, pero Isaac no es real.

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