Sueño de los Eternos era conocido por ser misterioso y silencioso. Había recogido muchos nombres a lo largo de la historia: Morfeo, Oneiros, Sandman... Lo que nadie se esperaba era que terminara enamorándose de una mortal y la convirtiera en Dama de...
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Para entrar en el Infierno, primero hacía falta entrar por sus puertas, es por ello que siguieron a los condenados que portaban su propio fuego. La fila de estos era larga, pero al final llegaron a las puertas, donde sus vallas se cerraron después de que el último condenado que entró.
-¿No nos colamos con ellos? -quiso saber Matthew al verlos.
-Los reyes no pueden entrar en otros reinos sin invitación -explicó Morfeo antes de adentrarse por el túnel creado a partir de los cuerpos de los condenados.
Allí había un gong para avisar al guardia. Uno de los cuerpos se separó del túnel sin decir nada, ofreciendo un objeto para golpear el instrumento. Morfeo lo agarró viendo cómo el cuerpo volvía a su posición original.
Se giró hacia Myra.
-No te separes de mí en ningún momento -ordenó con ojos serios, no era momento para bromas.
-Por supuesto -prometió ella.
Morfeo asintió antes de golpear el gong, haciendo que el resto de cuerpos se estremecieran, asustando a Matthew, quien dio un par de pasos hacia atrás.
Una grotesca figura comenzó a acercarse hacia ellos.
-Alguien llama a la puerta, a la puerta de la Condenación. ¿Es un ladrón, puta o matón? Alguien llama a la puerta, y donde cabe uno caben dos. Hasta el fin de la creación.
-Saludos, Squatterbloat -saludó Morfeo sin dejarse intimidar por su corpulenta figura, con flechas clavadas a su espalda y un hacha en la mano-. Solicitamos una audiencia con tu soberano.
El demonio se rió.
-¿Y quiénes sois vosotros?
-Soy el rey de los Sueños. El Señor de los Reinos de Pesadilla. Ella es la Dama del Sueño, guía de los durmientes perdidos -presentó.
-Si no es broma, ¿y vuestra corona? -dijo divirtiéndose, cosa que a Morfeo no le gustó.
-Vigila esa lengua, demonio. El Monarca del Infierno no será amable con quien insulte a un huésped, y nosotros somos tan huéspedes de este reino como yo soy soberano del mío propio.
Aquello pareció hacer que el demonio se conteniera con sus insultos.
-¿Y vuestro rubí? -preguntó.
-¿Lo uso para atormentarte en tu sueño y tu vigilia, o abrirás las puertas del Infierno para dejarnos pasar? -amenazó Morfeo dando un paso al frente.
Por fin, el demonio abrió las puertas.
-Ahora, llévanos al palacio -ordenó Morfeo.
X
El paisaje del Infierno siempre cambiaba ante los caprichos de la Estrella del Alba. Pasaban de un terreno desierto lleno de huesos a un bosque con cuerpos incrustados en los árboles.
