CAPÍTULO XLVI

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GIANNA.

Una semana después.

Siete días han transcurrido desde que decidí partir de Italia, y no seguir más ahí. También siete días en los que no he sabido nada de él, aparte de lo que Isabella me dijo. Al parecer culminó los eventos de la gira de todo menos sobrio, y lo tuvieron que sacar casi a rastras del hotel ya que no podía mantenerse de pie. Se ha repetido tanto esta conducta en él que ni siquiera me asombra. Es su decisión destruirse de esa forma y no hay nadie que lo salve de eso.

Con Jace, las cosas han estado un poco tensas. Al día de siguiente de haber llegado a Los Ángeles, lo cité en mi departamento para confesarle lo que sucedió con Leo. Como e imaginaran no estaba nada feliz al enterarse de ese beso. Maldijo cientos de veces a Leo, y dejó de hablarme por tres días seguidos. Llegué a pensar que le pondría fin a nuestra relación, pero justamente ayer fue a recogerme a mi trabajo para conversar las cosas con calma.

Dentro de esa conversación me dejó en claro que no quiere verme cerca de Leo, o envuelta en algo que lo involucre a él. No por celos, si no por el bien de nuestra relación. Y yo acepté. Siento que tiene razón. Sí Leo está cerca de nosotros o de mí, todos los planes se van a la borda y se echan a perder. Es un obstáculo que de alguna manera me impide alcanzar la felicidad. Además, entiendo que tengo que respetar a Jace. Él es mi pareja. Somos algo serio, y tal como se lo prometí una vez, estoy dispuesta a hacer todo para que nuestra relación funcione.

En actualización sobre mi tobillo, pues ya se encuentra en perfecto estado. Aunque eso no ha evitado las horribles pesadillas que tenido con ese asqueroso sujeto que me acorraló. También supe lo que Leo le hizo mandándolo al hospital. No sé si decir si estuvo bien o no. Porque de igual forma él se deja llevar por la ira que siempre carga.

—Gia —me llaman sacándome de mis pensamientos y al alzar mi rostro observo a Isabella. —¿Ya tienes listo tu atuendo para esta noche?

Mierda, el vestido para la celebración del décimo aniversario de la empresa.

—No, de hecho, lo olvidé, pero gracias por recordarme —le digo. —Tengo que ir corriendo a comprar uno.

Pero no tengo idea en donde diablos podré encontrar un vestido que vaya de acorde a la temática de la fiesta en tan poco tiempo.

—Bueno, eso a mí también me resulta perfecto porque tampoco tengo el mío —manifiesta. —¿Qué te parece si vamos a buscarlos? —cuestiona. Al parecer se muestra entusiasmada con la idea. No he obviado lo mucho que Isabella ha intentado acercarse a mí en los últimos días.

Creo que realmente se arrepiente de lo que ocurrió con Sebastien. Y, antes de que eso pasara la consideraba una buena persona. O sea, no es que la considere mala ahora, pero prefiero ser precavida. Sin embargo, dentro del contexto actual, realmente necesito encontrar un vestido para el evento, y considero que es buena idea ir con ella.

—Me parece bien —termino diciendo, y ella sonríe. —Solo déjame terminar unas cosas y nos vamos.

—De acuerdo, te esperaré —replica contenta.

Por suerte hoy Sebastien nos ordenó trabajar únicamente hasta el mediodía, para que tuviéramos tiempo de prepararnos para la fiesta.

Al finalizar los pendientes que me quedaban, Isabella y yo nos dispusimos a salir de la empresa rumbo a un centro comercial. Ya hemos entrado a varias tiendas en las que tienen vestidos bonitos, pero lastimosamente ninguno va de acuerdo a la ocasión. Estoy comenzando a preocuparme ya que se está agotando el tiempo, y parece que no encontraremos. Le damos vuelta a todo el centro comercial, hasta que Isabella me dice que entremos la centésima tienda del día.

MÁS MÍA QUE SUYADonde viven las historias. Descúbrelo ahora