CAPÍTULO I

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GIANNA.

Época navideña, la temporada del año en la que se supone que no hay nada más que felicidad. La alegría inunda a las familias, el olor a galletas y canela impregna los hogares, y cada día parece ser mágico y especial. O al menos así era como antes vivía y sentía esta época. Porque ahora me toca poner una sonrisa fingida en mi rostro para que todos piensen que estoy bien, y que no sepan del pozo sin fondo en el que parezco estar hundida y ha esfumado cualquier pizca de felicidad en mí. Pero bueno, es que en realidad no me queda de otra. Estoy cansada de abarrotar con mis problemas a mi madre, mi familia y mis amigos. Ellos han sido un apoyo fundamental en mi vida en los últimos meses, y honestamente no sé qué sería de mí si nos los tuviera.

Cada día ha sido verdaderamente difícil, tanto que el malestar emocional se convirtió en físico, llevándome así, en mi segundo mes estando aquí, a la sala de urgencias del hospital, en la que me diagnosticaron según los análisis de sangre, una anemia por deficiencia de vitaminas. Esto debido obviamente a mi escaza alimentación en todo ese tiempo. Y es que si comía la mitad de comida que se encontraba en mi plato una vez al día, era un milagro. No obstante, después del tratamiento, que consiste en suplementos de vitamina, ácido fólico, y una dieta rigurosa, de la cual mi mamá se asegura que cumpla al pie de la letra, me estoy recuperando poco a poco. Pero mirémosle el lado positivo a esto, por si alguien alguna vez dijo que por un mal de amores nadie se muere, yo soy la prueba de lo contrario. El amor si te enferma, te puede dañar y si no cuentas con el suficiente amor propio y autoestima para combatir el dolor, puede ser letal.

Lastimosamente, yo tuve que confirmar esto de la peor manera. Pero de las malas experiencias se aprende, y yo he aprendido mucho más de mi ahora, que nunca en mi vida. Con esto he conocido a fondo mis debilidades y fortalezas. Lo que me hace mal, y lo que me beneficia. Principalmente a quienes tengo que alejar, y quienes tienen que permanecer a mi alrededor. Cada suceso que nos pasa es una enseñanza. El afrontar la situación, aprender de ella y superarla, es un enorme proceso. Y les digo todo esto porque, no sé si se esperaron encontrar una mujer fuerte, decidida, y diferente, en el primer capítulo de esta nueva etapa. Y si fue así, lamento mucho haberlos decepcionado. Pero los cambios no se dan de la noche a la mañana. No es nada fácil levantarte como un fénix y resurgir de las cenizas, por más que se oiga bonito.

Caminando por las frías calles del centro de Boston, con las luces navideñas que adornan el centro de la ciudad, y los cientos de personas que la abarrotan, no puedo evitar sentirme melancólica por todas las hermosas parejas que puedo observar disfrutando su tiempo juntos, parecen perfectos. Una leve sonrisa se forma en mis labios cuando mis ojos captan a un chico y una chica que juegan con su pequeña bebé en una de las bancas. El chico carga a su hija, mientras la joven madre hace gestos divertidos que le provocan una risa incontrolable a su niña. Los tres se ven genuinamente felices, y se nota el amor en su familia desde lejos. Quito rápidamente la lágrima fugaz que comenzó a bajar por mi mejilla debido a los duros recuerdos que vienen a mi mente, y tragando fuerte continuo con mi camino.

Sigo mi trayecto sin rumbo en específico intentando despejar todo de mi cabeza, hasta que me percato que ha comenzado a adentrarse más la noche, y es hora de volver a casa. No le avisé a mi mamá a qué hora iba a regresar y supongo que ha de estar comenzando a preocuparse. Me dirijo a la parada de autobuses, y por suerte el transporte llega casi al mismo tiempo que yo. Me subo al autobús, pago con la tarjeta y rápidamente tomo asiento a la par de la ventanilla, recostando mi cabeza en ella. En todo el trayecto mi vista va fija en las calles de la ciudad y en las personas que caminan por ella. De pronto a lo lejos diviso un sitio que aun con la poca visibilidad que tiene a estas horas, puedo reconocer a la perfección. El castillo de Boston. Casi al instante mis ojos se aguan por las incontables memorias que ese sitio me trae. Es increíble que aun estando lejos de él, todo me lo recuerde y lamentablemente no puedo hacer nada para cambiar eso.

MÁS MÍA QUE SUYADonde viven las historias. Descúbrelo ahora